sábado, 30 de mayo de 2015

A trip to Jamie-land

 Más de diez películas, un viaje, un tercio de mi guardarropas renovado, un nuevo intento de regreso al gimnasio, dos musicales; tres o cuatro citas, de las que ya ni me acuerdo; un corte de pelo, ocho sesiones de terapia, tres colores de esmalte, un bronceado que ya se descascaró, mi alejamiento del sushi y varias reflexiones. Eso es lo que pasó en estos días que no pude, o no quise, forzarme a escribir. 
 "¿Cómo estás?". Apoyo sistemáticamente mi cartera como siempre a mi lado izquierdo, me pinto los labios, respiro profundo y la miro a los ojos. "Estoy muy bien. Me siento diferente". ¿Es el bronceado? ¿Es gente nueva o resignificada a mi alrededor? ¿Es el reloj Michael Kors o Nueva York?
 Una hora quince después de nuestro reencuentro, me pongo mi blazer, me paro sobre mis plataformas y agarro la cartera de un color neutro que salva cualquier día de semana. Me suelto el rodete que suelo atar bien alto en mi coronilla para estar más cómoda en el respaldo del diván, la miro otra vez y escucho sus conclusiones mientras el ascensor me devuelve a la realidad.
 "Volviste distinta, con inquietudes". Y las dos sabemos que no hablamos de mi nuevo reloj, o el blazer que nunca antes había visitado el nido de mis confesiones. "Sí, estoy contenta, muy inspirada". La saludo para no vernos por dos semanas y me voy. Entonces me doy cuenta que hace ya un tiempo que no me acompañan más esos auriculares fucsia que me regalaron cuando conocí el lado catatónico de la vida. 
 Alguien que me conoció en el transcurso de estos dos últimos años, me dijo hace poco que yo "no era así" cuando nos conocimos, mientras nos reíamos de alguna de las conclusiones que me caracterizan. Y me hizo pensar. ¿"Así" es mejor? ¿"Así" es copada? ¿"Así" es cubierta de combinaciones perfectas de colores? ¿Cuándo nos conocimos? Y en un estado de iluminación, me di cuenta de que nos conocimos en ese período catatónico de mi vida donde mi cuerpo subsistía "masoquistamente" a base de Doritos y películas de Hallmark. 
 Por ahí dejé los auriculares porque al fin avancé en mi viaje a Vicky-Land. Y cuando miro catatónica por la ventana, y como Doritos, en realidad estoy pensando en qué me voy a poner a la noche, ya no hay aire en mi cerebro. Puedo escuchar conversaciones donde mencionan personajes de antaño de algún pueblo donde uno es siempre "el amigo de", "la novia de". 
 ¿Por qué nos sentimos diferentes? ¿Qué implica sentirnos distintos? ¿Qué hay que hacer para capitalizar estos puntos de inflexión? y ¿Qué me voy a poner hoy? Esas son las preguntas que me acechan. 
 ¿Entonces? Uno lo que me dijo una galleta de la fortuna, con una línea que recorté sutilmente de mi horóscopo anual. La galletita dijo algo parecido a que "los nuevos inicios son difíciles, pero valen la pena" y el horóscopo dijo que este año algo pasa con alguna luna, que se cruza con algún planeta, algo estalla; y los últimos dos días de este cúmulo de 365, van a ser MIS días. 
 ¿Entonces? Me doy cuenta de que nos sentimos diferentes cuando pensamos en los días que faltan de estos 365, en vez de pensar en los que pasaron antes. Y de eso se trata este nuevo viaje a "Whatever-Land". Un viaje que pagué en carteras, relojes, auriculares y terapia. Una cita a la vez, un post a la vez,  una visita menos a Zara a la vez. 
 Una visión ecléctica y emocionalmente tumultuosa de la soltería a la vez. Porque me di cuenta, que ser soltera no es no estar con alguien. Ser soltera es "a trip to Jamie.Land".  Donde "Jamie" es simbólico, de donde sea que estén yendo. Y, si sintonizan, les voy a contar sobre este "viaje".  



Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...