jueves, 11 de febrero de 2016

You should go and love yourself.

 Después de once horas de trabajo, preguntándome cuántas de ellas fueron realmente productivas; mi cabeza terminó divagando, como de costumbre. Y empecé a preguntarme. Empecé a preguntarme sobre este concepto del/a pibito/a de los jueves. 
 El pibito de los jueves ¿Es ese chico que no presentaríamos a nuestros papás? ¿Es ese hombre que mamá no querría y nuestros perros morderían? ¿Es un amor no platónico o una aventura? ¿Es un paliativo semanal?
 La pibita de los jueves ¿Es esa chica que tu hermana odiaría?  ¿Es esa mujer que querés alejar de tus amigos y definitivamente no tendrías en Facebook? ¿Es la Barbie que nunca te prestaron?
 Y entonces me di cuenta de que mi mejor amigo, por una vez en nuestra historia, tenía razón. No es alguien más que nos pone en un día, somos nosotros los que nos rotulamos ahí. Me pregunto por qué. 
 Es "el pibito" porque no hay chances de que a mis amigas les caiga bien. No hay forma de que mis caniches bailen su canción para él y tampoco es posible que nos pongamos de acuerdo en una idea. Soy la pibita porque, cuando habla, mi mente se va a la vidriera que pasé a las 7 de la tarde volviendo a casa. 
 Es el pibito porque prefiere leer un libro de Heidegger a escuchar mis historias sobre cómo remolcaron mi auto en San Francisco. Porque no se acuerda que mi mancha del cuello no es de nacimiento, sino de mi primera sobre exposición al sol hace 23 años. Soy la pibita porque tengo una nota en el celular con su apellido para no olvidármelo. Porque nunca me acuerdo a dónde o cuándo se va de vacaciones y porque ni siquiera es Heidegger lo que está leyendo. 
 Somos la pibita porque él es el pibito. Es el pibito, porque somos la pibita. Entonces me pregunto el por qué de esta mecánica narcisista y carnal. 
 Cuando trato de humanizarme, investigo y hago planes, él está en pibito. Cuando él trata de humanizarme y se acuerda de cocinar sin tomate, me pongo en pibita. ¿Somos los pibitos gente que no se encuentra en una dinámica semanal paliativa?
 Para él, sos un parade de collares. Se acuerda de tus vestidos, pero no de que vas a terapia los lunes. Para vos, él es un esnob con cuerpo de corredor. Te acordás de su camisa a cuadrillé, pero no de sus clases de los viernes. 
 Y cuando no es jueves, no se acuerdan. El chat pasa al fondo de tus 22 conversaciones, y tenés que traer su nombre de las catacumbas de tu inconciente. Tenés que desempolvarlo y despegarlo de al lado de la letra de alguna canción de Cris Morena de 1993. 
 Si no es "jueves", no existen. Esa es la dinámica de los pibitos. Es como un ibuprofeno, sirve solo cuando te duele la cabeza. 
 Es la deshumanización del vínculo. Si no pensás en él más allá del jueves, ¿Qué significa? ¿Por qué prolongar el vínculo paliativo de los jueves?
 Los pibitos, no somos mitad y mitad. Somos uno y uno. El otro sirve para acompañar el amor a nosotros mismos. Es el tipo de relación donde lo que querés es el espectador de tu parade de collares. La dinámica donde él solo quiere que alguien mire su cuerpo de atleta y vea sus libros intelectuales abiertos en su escritorio perfectamente ordenado. 
 Pero los vínculos deshumanizados, tienen fecha de caducidad. Es como ese collar que era tu preferido en el 2015. Un día te despertás y ya no lo querés usar. No combina con nada, ya lo viste entero y te pesa. Queda tirado en un cajón, al final de Whatsapp, al fondo de una bolsa. Queda para que alguien más lo use, alguien que lo vea como más que un accesorio y que lo pueda usar los sábados. 
 Y un día te levantás, es jueves, transitás tu día de 11 horas. Él se levanta, circula su día de 8 horas. Se levantan y se olvidan que es jueves. Porque, por alguna razón, están mejor durmiendo solos. 
 El pibito y la pibita. Les encanta cómo se ven pero, en el fondo, solo quieren amarse a ellos mismos. La funcionalidad de los jueves, disfuncional el resto de la semana. 
 Ese pibito que no le gustaría a tu mamá, que ama a todos. Esa pibita que odiaría tu hermana porque nunca repite collar. Reducidos a un día donde insistimos en jugar a entendernos por un rato, para encontrar lo que cada uno busca.  
 Y un día, es jueves y no somos más la pibita. Porque vos definís ese lugar. Cae la pibita, desaparece el pibito. Porque si después de 11 horas de trabajo, no queremos vernos; no hay mucho más que entender. Solo hay que aceptar que, si me gusto tanto a mí misma, tendría que amarme yo misma. Y, si te encanta tanto lo que te encanta, tendrías que salir con vos mismo. 
 Llega otro jueves y te das cuenta. Te das cuenta de que, después de 11 horas de trabajo, pensás en alguien...y no es un pibito. Que el pibito, se ame a si mismo...total se ama.





lunes, 8 de febrero de 2016

Yo tenía otro plan, una historia mejor...

 A veces me sorprendo con lo rápido que pueden cambiar las cosas. Desde mi estructura, todo cae en casilleros que se unen para conformar planes. Por cada viaje, hay un Excel con solapas infinitas. No siempre están completas, pero la intención es lo que vale. ¿No? Gastos, fechas, día a día, outfits. Listas infinitas, la vida en solapas.
 Mis amigas se ríen de mi tendencia a agendar planes en mi celular. De mi necesidad de pedir días y horarios para poder prepararme, o de mi falta de disponibilidad. ¿De mi vida en solapas?
 Me pregunto si, en mi intención de simplificar, complico. Si en mi deseo de ordenar en solapas, escondo parte de los archivos. Tal vez es más fácil destinar a alguien una solapa, que compartir el documento. 
 Y en mi intención de controlar, termino haciendo la vida más difícil. Termino haciendo  research innecesario de obras under que ni siquiera quiero ver. ¿Es eso parte de este plan? 
 "No te puedo leer todavía". Y yo me quedo en blanco, porque en mi mente es tan fácil como mirar un excel. ¿Se supone que sea así de difícil leerse? Entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que esto es más complicado de lo que pensé, cuando vivimos midiéndonos. Y me doy cuenta de que no estuve tratando de leerlo, y definitivamente no quise que me leyera. 
 Tenía todo el fin de semana agendado. Tenía toda la semana organizada: Martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Martes stretching y cena, miércoles research, jueves teatro, viernes cena, sábado y domingo viaje. Pero, contra todo skill de planificación, todo se movió de lugar. 
 "Yo tenía otro plan". "No podés planear todo, no siempre funciona así". Me dijo alguien hace mucho tiempo, en esa época en la que se me borró el Excel sin back up. 
 Así y todo, tenía todo el fin de semana agendado. Una vez más; tenía otro plan y, otra vez, todo se movió. Horas de research en una obra que ni llegué a ver, ningún Excel que me ayude a armar el bolso del finde, el cumplimiento de mi (no)fantasía de ser botinera por un día y una cura de sueño. 
 Los planes cambian, y me pregunto si tengo que dejarlos o abrazarme a mis solapas. Es como cuando vas a Kosiuko por la camisa de flecos que creías necesitar. Llegás y atravesás todo el local en busca de la camisa. Sabés dónde está, sabés cuánto cuesta, sabés el talle.  Atravesás la tienda y ni mirás todo lo demás. ¿Por qué no mirás lo demás? Llegás a la camisa que forma parte de tu plan, y está colgada al lado de otra camisa que brilla. 
 Las encrucijadas de la vida. Pensabas que querías los flecos, pero hay una camisa que brilla. Te gustan los brillos, pero no hay solapa para eso. Vos tenías otro plan, una historia mejor. Una historia con flecos. Sin embargo, no podés dejar de preguntarte qué tiene esa otra camisa de especial. Y te preguntás. Te preguntás si será real o fantasía. Si aferrarte a lo que planeaste, planear de nuevo, o no planear. 
 Tal vez planeamos, para sentirnos seguros. Tal vez por miedo a que, lo que brilla, deje de hacerlo. Por ahí porque es más fácil caminar sin mirar todo el local. 
 El problema de planear, es que rara vez todo encaja donde lo proyectamos. Te probás la camisa de flecos, pero no es como pensaste que iba a ser. Insistís, porque no puede estar mal, es lo que se espera de la temporada. Pero algo no está bien con este plan.
 Los planes no siempre son perfectos cuando se materializan. En cambio, cuando las cosas se mueven, todo encaja. No hay forma de que algo salga mal, si nadie lo imaginó mil veces. Alguien se mueve y los planes se desfiguran; capturándonos en instantes que cambian todo. 
 No es que pretenda simplificar, pero no voy a hacer un Excel de la camisa de brillos. No podemos hacer Excels de casualidades. 
 Hace muchos años acepté un plan que nunca habría aceptado en un millón de años. Terminé en un bar siniestro de algún lugar recóndito de zona Oeste, viendo una banda de rock y mi vida cambió. En ese entonces, vi a alguien por pura casualidad y algo pasó. En ese entonces yo tenía también otro plan, una historia "mejor" (que definitivamente no involucraba un bar en Morón). 
 Nueve años después de mi primera casualidad, ya tendría que haber aprendido. Tendría que saber, que es mitad y mitad...y no controlo el Excel. Y que, aunque tengamos otro plan, no siempre es una historia mejor. 
 Te vi por pura casualidad. Yo tenía otro plan, una historia mejor. Flecos y brillos, menos mal que estamos en liquidación y no hay tantos caminos.






Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...