sábado, 16 de julio de 2016

El alma solo entiende de emoción...

 Hace poco vi un video que poco entendí. Y no puedo dejar de pensar. No puedo dejar de pensar porque eso es lo increíble del mundo. Lo que no entendemos, nos moviliza mucho más que todo lo que sí creemos comprender.
 El protagonista de esta exposición hablaba de una teoría muy compleja. Parte de su teoría lo llevaba a hablar de la energía. 
 Aparentemente intercambios energía todo el tiempo. No solo la intercambiamos, la atraemos. Y sí, eso es todo lo que pude aprehender de un video de 30 minutos que tuve que ver tres veces seguidas.
 Atraemos energía. ¿No es increíble? ¿Cuántas veces nos quedamos en la postura indefensa que nos provoca el sentir que las cosas simplemente "nos pasan"?
 Creo que esto que decidí recortar, va más allá del reduccionismo de "Sonrío, me sonríen".
 Somos "energía". Ustedes podrían decirme entonces que muchas miles de veces han puesto la mejor de las energías (o no) en sus historias y les han devuelto lo que no esperaban. Un visto, un reproche, un vacío. Insistencia donde su energía había dejado la habitación, cartas de amor donde sonaba un grillo, un beso cuando corrían la cara. 
 ¿Qué es la energía para mi? Es la "capacidad y fuerza para actuar (...)". ¿Qué tiene de especial esta capacidad? Atrae y transforma. 
 Todos tuvimos de esos días donde nos levantamos con una vibra extraña que tiñe todo lo que hacemos. Esos días mágicos donde tu pelo está espectacular, y todo se transforma. ¿Es la energía capaz de transformar los pensamientos?
 Entonces empiezo a repensar algunas historias que me comparten en función a esta nueva postura que no estaba contemplando. Y voy más allá. El amor, es energía. 
 Históricamente pensé que el enamoramiento, en su etapa inicial, tiene un componente que podemos manipular de forma conciente. Un estado más que lejano de un rompecabezas de piezas complementarias, donde no hay dudas de cuál encaja con cuál. Pensé que, si manipulábamos nuestras representaciones concientes, podíamos controlar las historias. 
 ¿Manipular nuestras representaciones concientes? Sí. Si la línea D no llega a tu casa, no abrimos el juego. Si sabés que odio las musculosas para hombres y no sé el primer nombre de Messi, no sacamos el tablero. 
 Esta información, cambia mi cosmovisión. ¿Por qué? Porque creo que descubrí cosas nuevas en todas las historias fallidas que me han compartido. 
 Manipular concientemente las representaciones que impactan en lo que sentimos, podría no ser la forma más inteligente de transitar el mundo. Si manipulamos los pensamientos, coartamos la energía, agotamos un recurso que tendría que fluir naturalmente. 
 La naturaleza de la neurosis en términos algo mundanos (o míos), está en un divorcio mal logrado entre las representaciones y su componente afectivo. Me pregunto entonces si, en ese bache oscuro que tramita sin tramitar, no estaremos relegando la energía. 
 ¿Cuál es el resultado? Pensamos mucho e interactuamos con energía que subestimamos sin siquiera darnos cuenta. Sufrimos en pensamientos estandarizados que marcan caminos que tal vez distan de lo que queremos. 
 Perdemos de vista el componente energético de los pensamientos. Ese componente que nos predispone a actuar lo que pensamos y que, increíblemente, es capaz de transformarlo. 
 Pienso en todas las historias fallidas que me han compartido y empiezo a pensarlas en función a este nuevo esquema. ¿No será que fallan los vínculos que se quedan en el componente del pensamiento? No por poder pensar juntos, o compartir criterios; pero por solo pensarnos como el uno para el otro. Por forzarnos como uno para el otro en función a un check list.
 Vamos a un caso de estudio. Hace poco me junté a hablar con una gran amiga que no veía hacía mucho. Desde que la conozco, hay una historia que la acompaña a lo lejos y, por alguna razón, siempre nos ocupa. 
 Cuando nos cruzamos por primera vez; me di cuenta que estaba enamorada de alguien que, ella pensaba, había cortado de su vida. "No podemos estar juntos". Esa es la frase clisé que escuché centenar de veces cual disco rayado "Vive en la esquina de tu casa, no está en la India salvando el mundo. No entiendo. Claramente ocupa parte de vos, sino estaríamos hablando de Gran Hermano y no de él".
 "No puedo", "No quiero", "Si yo pienso...". Frases que determinan el final de historias más actuales de lo que creemos. Si nuestro pensamiento fuera cierto, estas historias tendrían que caer cual síntoma en análisis. Pero no caen. ¿Por qué?
 Me confiesa que se están volviendo a ver después de años de vivir en una novela de Verónica Castro y pienso. Pienso en la energía. La conexión del afecto y el pensamiento. Esa conexión transformadora donde, no se trata de dejar de pensar, se trata de que los encuentros de componentes, nos transforman. 
 "No estoy pensando. No sé qué va a pasar y estoy contenta". 
 La disociación del afecto y la representación tiene tiempo de caducidad. Cuando una defensa deja de sernos útil, nos empieza a generar incomodidad. El incómodo, sufre. 
 ¿No se trata entonces de pensar por qué pensamos como pensamos, para poder entender qué energía estamos poniendo en juego?
 "El alma solo entiende de emoción". No está disociada del pensamiento, llega a través del afecto a la cabeza. Y entonces me pregunto si, para entender los vínculos; no habrá que entender la energía, la emoción, el afecto que un otro nos provoca. 
 Y empiezo a pensar que, tal vez, las mejores historias son aquellas donde no entendemos por qué nos atraemos. Nos conectamos desde lo afectivo, para transformar los pensamientos. ¿Por qué? Porque somos pensamiento y energía. Porque el alma solo entiende de emoción.




 






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