miércoles, 3 de julio de 2013

No creo que el mar algún día pierda el sabor a sal...

 Me gustan los rituales. Era de esperarse ¿no? Los rituales son parte de lo que sostienen una estructura obsesiva; entre tantos otros mecanismos.
 Las llaves van en un lugar particular, me siento siempre en el mismo lado de la mesa; chequeo los espejos cuando me subo al auto, que la palanca esté en punto muerto, no mezclo dorado y plateado y los platos se lavan inmediatamente después de comer. Antes de dormir me exfolio, me pongo agua termal y me cepillo el pelo.
 Las alarmas de mi Blackberry son mis mejores amigas. Una para cada cumpleaños, una por cada reunión social y hasta una para dentro de tres años cuando tenga que renovar mi matrícula.
 No soy una persona supersticiosa, pero por las dudas nunca cruzo los cubiertos y no paso por abajo de las escaleras. Si se me cae sal, la tiro por encima de mi hombro izquierdo y, just in case, nunca dije "Candyman" tres veces adelante de un espejo.
 Hace exactamente cinco días me dijeron que no hay que pasar por abajo de los andamios, aparentemente es una condena segura a la soltería. Es extraño, pero hace cinco días que no dejo de pasar por abajo de andamios sin darme cuenta. ¿Será un auto boicot? O tal vez algo de esta estructura se empieza a soltar. 
 El otro día iba caminando por Av. Córdoba y adelante mío iban dos hombres. De repente llegamos a una escalera, uno pasó por abajo y el otro la esquivó. Los miré y decidí que necesito el tipo de persona que no se espanta cuando ve un gato negro, que puede decir "suerte" cuando se estrena una obra de teatro y que definitivamente puede desafiar las escaleras en su camino.
 Más allá de los rituales, el pensamiento mágico que me ata al color amarillo (Ah sí, esa es otra historia) y mis listas; vivo la vida muy poco a lo "Serendipity". No creo en el destino, creo en el azar y la toma de decisiones.
 Creo que la chica que vi a la mañana que había combinado lunares y estampado flúo tuvo toda la intención de hacerlo. Creo que no hay planes celestiales esperando a la vuelta de la esquina, que no hay una persona única para cada ser vivo y que son las decisiones de cada minuto las que nos llevan a donde tenemos que estar.
 La vida sería más fácil si un ente divino tuviera el libreto de nuestra historia en borrador. También sería más fácil si ese muñeco vudú de los deseos que me trajeron hace tres años de Haití me hubiera cumplido algún deseo EVER. 
 Pero ¿quién quiere fácil? Easy comes, easy goes. 
 Les dije que iba a ser ejemplo vivo de "Breaking up is hard to do". También les dije que había etapas ilustrativas con particularidades individuales. Con el cuerito de la ducha, cerré la etapa de la tristeza. 
Me siento bien, alguien me contó que tardó dos años en cerrar esa etapa. Lo primero que pensé fue "¿Dos años? No tengo dos días, mucho menos dos años". 
 Aprendí que no de todo tengo que hacer un ritual. Es muy difícil desarmarlos. De esta etapa no hago un ritual. Esta etapa es como los vestidos bobos de 1991, chapter closed.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...