domingo, 28 de diciembre de 2014

What´s the name of the game?

 Termina un año más y, aunque me rehuso a clickear en mi película de facebook, no puedo evitar hacer balances. 
 Creo que en el fondo en realidad estoy buscando maneras de suplantar a mi psicóloga, que decidió irse de vacaciones en las últimas semanas de un 2014 intenso. 
 ¿Balances? Algunas teorías fallidas, varios pares de zapatos, unas cuantas bikinis y algunos tapados. Bastantes citas fallidas, el pelo algo más largo y nuevas lentes de contacto. Demasiados posts, la aceptación de la lechuga y fruta en mi vida, dos libros enteros y como cinco por la mitad. 
 ¿Por qué tenemos la necesidad de hacer balances? Los cortes de año son construcciones humanas, los mayas o whoever lo crearon hace milenios y; por alguna creencia mágica, creemos que cuando el reloj da las 00 Hs. al final del 31 de Diciembre, todo puede cambiar. ¿Es realmente el 31 de Diciembre un portal de oportunidades? ¿No es simplemente un día más? El lunes hay que volver a trabajar, tomar un taural y limpiar la casa. ¿Qué es lo que cambia en un año?
 ¿Es especial? Sí, solemos estrenar un vestido y tomar champagne. Pero, ¿no podemos estrenar vestidos todos los meses? 
 Este año fue especial, creo que, contra todo pronóstico, mejoré mi estilo y dejé de llorar ante problemas técnicos de mi departamento. Seguí construyendo teorías, contra todo quorum, y dejandolas caer ante las interpretaciones super smart de alguien que me cobra demasiado caro solo para no darme la razón en nada. 
 Tal vez mi resolución de año nuevo tendría que ser dejar de construir teorías ante la fugaz aparición de cualquier tipo de statement. Pero tranzar con esa meta, sería como aseverar que voy a dejar de ir de shopping y, TODOS sabemos, que eso no va a pasar. Soy optimista, no mentirosa. 
 ¿Entonces? Entonces en vez de empezar este año nuevo prometiendo no construir teorías (no tolero bien la frustración), y fallando en el intento, voy a empezarlo con una nueva idea. 
 No sé qué tan nueva o innovadora sea, porque en realidad creo que la llegué a esbozar en algún momento...probablemente antes de llegar a mi fase de pseudo feminismo Kelly Clarkson´s style.
 Alguien me dijo una vez que la vida no se trata de estar preparado, a veces las cosas pasan y hay que saber aprovecharlas. Y, como yo lo entiendo, tiene razón. A veces, no necesitas un bolso, pero Isadora fabrica la cartera más cute del mundo llena de borlas flúo y, vos, simplemente tenés que tenerla. ¿Estabas buscando una cartera? No, definitivamente no, tenés 25, ¿por qué querrías otra? ¿Necesitabas un bolso incombinable lleno de adornos flúo? No, no pega con nada de lo que tenés. ¿Es lo que buscabas? No.¿Lo compraste? Duh, obvio. 
 Compraste el bolso, porque la vida a veces pone algo en tu camino que no necesitabas, pero que tenías que capitalizar. Y al bolso al principio le cuesta adaptarse a tu placard y tu paleta de colores pporque, seamos honestos, todo lo hippie chic es difícil de combinar con una colección interminable de pantalones estampados. ¿Cuál sería la primer reacción? Cambiarlo por un bolso de un solo color que se ajuste mejor a tu placard y tu momento (Si pensaron que iba a decir no comprarlo no me conocen). 
 Resumiendo. La vida, eventos, situaciones, bolsos, blabla. Creo que este año que empieza, necesito ser más consistente y transitar una sola teoría. Y es la teoría de que no puedo elegir qué pasa o cuándo pasa. La teoría de que tal vez  no controlo el juego y no estoy en constante control de todas sus fichas, a veces hay que dejar que alguien más haga su jugada. Lo cual significa que me espera un año más de terapia, porque soy una pésima perdedora y competidora empedernida. 
 Este bolso nuevo, no se ajusta a todo el repertorio de mi placard. No se ajusta a mi pantalón preferido y solo combina con camperas lisas. No obstante, logró que guarde las tres carteras de turno en "el mueble de las carteras". Y me gusta, me gustan sus detalles flúo, porque es diferente y divertido. Tal vez, contra la tendencia de la temporada, tengamos que ir en contra del matchy-matchy. 
 Seguramente, no se habían dado cuenta de TODO lo que podemos aprender de un bolso incombinable. El 2015 va a ser así, lleno de estampados que nadie vio juntos antes. Algo así como el Monopoly, donde las fichas no tienen sentido ni cohesión entre sí. Un zapato, anda con un dedal; ese tipo de juego es el que se va a jugar este año nuevo. Con un poco más de estilo, obvio...y la musicalización de Abba, por supuesto. 



martes, 2 de diciembre de 2014

Mi mente dice ten cuidado...

 Si mis instancias psíquicas pudieran convertirse en un videoclip, seguramente veríamos algo así: Clickear. Sería divertido, no voy a negarlo. Neuróticamente preocupante, pero entretenido. 
 Es literal, no puedo negar el resabio de la marca de Disney y Ricky Martin en mi; pero también simbólico. ¿Nunca aprehendieron estos diálogos internos? ¿Cómo algo tan ajeno, puede ser tan propio? Es ver a la disociación a los ojos. Y quien dice ojos, dice VHS de Hércules. 
 Empieza a preocuparme un poco esta posición defensiva cual mariscal de campo en junior high. Me pregunto si son las dos semanas sin terapia. Me intriga la conspiración mundial contra mi salud mental: Paros de subte, manifestaciones, catástrofes climáticas y la cana que encontré en mi pelo hoy a la mañana. 
 Y entonces empiezo a preguntarme sobre el proceso de selección de la vida real. Porque, para que un candidato cumpla con el perfil; tiene que haber una posición, una vacante, una búsqueda. Entonces pienso que, quizás, las aproximaciones sentimentales no se tratan de dos candidatos que matchean perfectamente. Primero tiene que haber una búsqueda abierta en el sistema. 
 Sin búsqueda, hasta el candidato perfecto va a quedarse afuera del proceso de selección. Sin vacante, no hay matching. 
 Y esto es lo que voy a plantearle a mi terapeuta el jueves: No se trata de impermeabilidad emocional o apatía, no se trata de recursos evasivos o falta de voluntad. No se trata de no haber pensado super outfits, no escuchar o no reirse de chistes sin sentido. Tampoco se trata de buscar todas las fallas ajenas o idealizar situaciones. Se trata de que no hay vacante, ¿ergo? No hay búsqueda que cerrar. 
 Seguramente mi interlocutor intente defenestrar otra de mis astutas y super convincentes teorías, con alguna pregunta disparadora como"¿Vos qué pensás?" (Pregunta donde reinserto mi teoría y me corro el pelo de hombro), o "La vida no es un proceso de selección" (Pregunta donde reinserto mi teoría con un ejemplo donde le demuestro que TODO es un proceso de selección, incluso su decisión de usar pantalones hippies); o, mi preferida, "¿Qué pensás que quiere el Otro de vos?". En esta última, como no puedo reinsertar la teoría, me refugio en Lacan y le digo que NO LO SE. 
 ¿Puede ser? ¿Puede ser que se libere una vacante y se encripte la posición? Y esos momentos a lo Chandler Bing, donde vemos todo lo que del otro no nos cierra, ¿Son normales? ¿ Es evasión, autopreservación o boludez? ¿Por qué todo es tan fácil para las princesas de Disney? Mismo sueño, mismo candidato con distinto color de pelo en cada peli, mismo final (aunque nunca sabemos cómo sigue). La vida sería más fácil siendo una princesa de Disney; salvo Mulán, porque ella tuvo que ir a la guerra y vestirse de hombre. 
 La vida, en muchos aspectos, es un proceso de selección. Yo hoy decido que no necesito las Hunter rojas (Por un mes más), que no voy a comer un Coffler entero y que mañana no voy a ir al gimnasio. Y decido que mi nueva teoría es 100% válida, ya sea por su carácter científico, o por el precepto de que mi mente dice que tenga cuidado..."porque no todo es maravilloso". Y ¿cómo discutir con un aparato tan excelentemente diseñado y protegido por pelo perfectamente humectado? ¿Cómo diferir con un diseño que intenta autopreservarse? Tal vez tendría que vender mis teorías, para pagar mi terapia. 


domingo, 16 de noviembre de 2014

Look at this heart shaped wreckage...

 No entiendo el concepto de domingo. Honestamente creo que nunca lo voy a entender, veintinueve años tendrían que haber alcanzado para desenmarañar el día más gris de la historia y desarticular el hechizo de su ocaso. 
 ¿Cómo puede haber gente que elija llamar Domingo a sus hijos? ¿Cómo pueden existir seres humanos que lo esperen con ansias para meditar entre frazadas? Gente que se casa, que se bautiza, que festeja cumpleaños. 
 No logro activar el último día de la semana. No puedo poner a funcionar ni un cuarto de neurona para combinar un short y una musculosa. Todo es triste los domingos, hasta el shopping. Piensen: No hay descuentos, no repusieron talles y la calle se llena de gente adulta tomando café y perros abandonados. 
 Y entonces pienso. Pienso que todos sabemos lo que es la depresión, porque todos vivimos algún domingo en la vida. Esa sensación de que el sol no atraviesa la piel, el placard está desordenado; ese momento donde entrás en un agujero plan free y el helado se derrite rápido. Los ravioles engordan tres veces más que cualquier otro día de la semana y el celular tiene menos señal. 
 "Tenés que hacer cosas que te llenen el alma". Los consejos ambiguos me confunden un poco. Bien podrían haberme dicho algo en ruso o jeringoso (No importa cuál sea mi CI, nunca voy a poder hablarlo), porque el concepto de alma es la teoría más random que existe en el mundo. ¿Qué hago cuando me dicen eso? Me compro mi cuarto swatch y me como un Cofler familiar. Pero, aparentemente, el alma no está en la muñeca o en el estómago. 
 ¿Dónde está el alma? Los filósofos hablan de pasiones, de sentimientos; básicamente de boludeces. Todos pensamos que está en el corazón y que se estimula a partir de una sensación extraña que nace en la boca del estómago pero, ¿dónde está? Porque eso bien podría ser taquicardia o hambre. 
 ¿Dónde NO está? No está en mi placard, o en los libros que voy cerrando. Estoy 57% segura que su sustituto está en Disney, pero implicaría vivir ahí 24 x 7. ¿Está en la filosofía de vida de "Comer, rezar, amar"?  ¿Está en algún punto de nuestra frente, como un tercer ojo?
 ¿Qué llena el alma? Sé que no es un reloj, pero creo que puede servir para pensar una analogía. Porque lo que llena el alma, es efímero. ¿Cómo llenar algo que está destinado a vaciarse? ¿Cómo mantener completo algo que está programado para descascararse?
 Porque el "alma", esa especie de aura interior que guarda la felicidad, no existe. O sí existe, pero existe como un cúmulo de marcas. Un cúmulo de "swatches" que entran y salen. 
 Si pudiéramos llenar el alma, nos quedaríamos sentados a vivir la felicidad. Pero no podemos. Somos sujetos barrados, estamos programados para estructurarnos a partir de una pérdida. Nos vamos constituyendo a partir de fantasmas. Un swatch, una cartera, un amor, un amigo, un triple fantoche. 
 Pero los fantasmas a veces se caen. El swatch se queda sin pila y el alfajor se termina. Y queda el "alma para llenar", queda una "falta".
 Llenar el alma es erigir un fantasma que nos deje funcionar. ¿Un hobby? ¿Un mantra? Pintar mandalas, esculpir en arcilla, armar barcos con fósforos, asirnos de una profesión, disfrazarnos, buscar un sobrenombre, admirar a alguien, aspirar a algo. Correr una maratón, ordenar el placard, contemplar pájaros, plantar un árbol. 
 Y los que odien el domingo, van a poder sentir algo de esta pérdida mítica. Sentir que termina un ciclo, y todo vuelve a empezar. Tratar de acordarse lo que hay por delante; armar al Yo, al personaje que tapona la falta. 
 Pero, honestamente, estoy confundida. No entiendo cómo se llena el alma. Soy muy mala pintando y las mandalas me parecen el concepto más tonto del mundo después del origami. Los pájaros que me gustan son los cóndores y no viven en Bs. As., mi ansiedad me hace regar de más las plantas y mi ropa no entra en el placard. 
 Yo creo que el problema principal en los consejos amiguísticos con tinte de carta astral de Horangel, es no empezar por definir las coordenadas del alma. Y si pudiera hablar con Horangel, le mostraría el desastre en forma de corazón que tenemos, y le preguntaría cómo se llena. ¿Cuántos swatch? ¿Cuántas carteras? ¿Qué hay que regalar? ¿Qué hay que construir? ¿Qué fruta hay que comer y que mascota hay que tener? ¿A dónde hay que viajar y a quién hay que besar? ¿Qué dicen las cartas del pronóstico de mi pelo? ¿Cicatricure está haciendo algo por mi piel? 
 Y tal vez pueda reemplazar terapia por un astrólogo que me visite mensualmente. Tal vez existe alguien que pueda leer este heart shaped wreckage como si fuera una borra de café. Y es que mi terapeuta sabe, que yo solo quiero saber el futuro; no importa cuan monótono o excitante sea. Porque sacarle al final su esencia, es sacarle al domingo su depresión y ver la falta a los ojos. No existe "Feliz Domingo", no hay viaje a Bariloche gratis que los levante, nos queda buscar un astrólogo.  

jueves, 30 de octubre de 2014

Let the broken pieces go.

 A veces me pregunto si es posible estar en conexión con uno mismo 24 x 7. Supongo que lo que cuestiono en el fondo es cómo es posible estar tan desconectado de uno. ¿Cómo llegamos a esos momentos?
 Es como cuando estás en plena clase de stretching, rodeada de viejas gimnastas y hombres con más flexibilidad que un flota flota y, en pleno estiramiento, conocés un músculo que ni sabías que existía. Tenemos más músculos, huesos y articulaciones de los que creemos. Tenemos más pelo del que podemos contar, más lunares de los que podemos ver y órganos que ni sabemos para qué están. ¿Para qué sirve el apéndice? ¿Cuántas células necesitamos? ¿Cuántos litros de sangre circulan por nosotros? ¿Por qué las uñas están donde están? ¿Necesito tantos músculos? No dudaría ni dos segundos en permutar algunos por carteras. 
 Nuestra cabeza no es diferente, después de todo está (des)conectada a un cuerpo. Tenemos más representaciones de las que podemos manejar concientemente, algunas tan guardadas que nunca tuvieron su propia escena. 
 Y, mientras estiro un músculo cuyo nombre no conozco, con  una cinta elástica que no sé para qué está y me pregunto cómo es posible convivir con algo que no sabía existía; pienso en la analogía entre este descubrimiento fisiológico y la mente (Y en un alfajor triple de dulce de leche). 
 Sé que es verdad, sé que la mente guarda "músculos" de los que no sabemos ¿Alguna vez dijeron algo que no planearon? No solo que no planearon, algo que no sabían pensaban, que no saben de dónde salió. Una de esas frases que pasan desapercibidas ante el público corriente, pero nos deja sorprendidos de nosotros mismos. Un festín para los psicólogos a nuestro alrededor; una sensación de que hablara alguien ajeno, mostrándonos algo de nosotros que no podemos ver a voluntad. 
 Llegamos al mundo sin conocernos. Miramos una mano y alguien nos dice lo que es, nos miramos al espejo y nos dicen nuestro nombre. Pero no terminamos de conocernos nunca. Tantos músculos y articulaciones que solamente sentimos si ejercitamos. 
 ¿Qué conocemos? Conocemos lo que sentimos, lo que nos muestran. No vemos toda la temporada de Ayres, conocemos lo que aparece en el Look Book. ¿Cómo vemos el depósito?
 Hay cosas de nosotros mismos, que nunca vamos a conocer. Nunca vamos a poder vernos la espalda, adentro de la oreja o el corazón. Lo vemos a través de la óptica de alguien/algo más. 
 Yo conozco la espalda de alguien que nunca va a poder verla, y esa persona conoce la espalda que yo nunca voy a poder mirar. Me pregunto entonces si siempre me va a faltar algo, que alguien más me puede dar. 
 Y mientras ejercito este "músculo" al que nunca le había prestado atención, del que no sé el nombre y el cual ni siquiera me molestaba; pienso. Pienso en lo que los otros dicen, sin saber que lo dicen; pienso en lo que debo decir, sin percatarme de esa parte de mi que trata de conectarse. Pienso en que quisiera entrar al depósito de Ayres porque el Look Book SS 2015 no me gustó tanto y quisiera ver qué más hay. Pienso en cómo es posible que existan músculos que no hacen ruido a nuestra existencia. 
 Nos vivimos centrando en lo que hace ruido, lo que molesta o no sale de escena. ¿Cómo puede ser que esté centrada en cicatrices de batallas que nadie ganó, en vez de prestar atención a estos "músculos" que todavía no marcaron el cuerpo?
 "¿Te acordás el otro día cuando dijiste ......?" "NO, ¿Yo dije eso?" "Sí. Más de una vez". Supongo que mañana le tendré que decir a mi cita semanal lo que descubrí. Descubrí que mis defensas maníacas me permitieron sobrevivir un "heart shaped wreckage", a costa de desconectarme de algunos "músculos". Pero, si stretching puede conectarme al cuerpo; debe haber algo que pueda conectarme al desorden de algunas piezas rotas, para dejarlas ir y conocer las piezas nuevas.
 Mientras tanto, me conformo con conocer la segunda parte de la temporada de Ayres y volverme una persona más flexible...metafóricamente hablando. Y miro este heart shaped wreckage que, como un músculo sin óxigeno, no sirve para nada. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Cada vez que pienso en vos...

 Esta semana volví a mi teoría sobre el amor. Mi terapeuta se ríe cada vez que la escucha, pero yo estoy 89% convencida de que es una decisión. De hecho, es más que una decisión personal, muchas veces se expone ante comités evaluadores. Bueno, quien dice comité evaluador, dice grupo de amigas alrededor de una botella de Campari. 
 No descarto la "magia" del amor y el momento en el que dos personas se conocen y se sienten atraídas. Tampoco descarto la multiplicidad de atracciones que unen a dos personas: Física, mental, complementaria, situacional, vudú o matrimonio arreglado en la infancia. Simplemente considero que hay una interacción de factores. 
 Por supuesto que existe la que saltea el comité evaluador o incluso el propio comité interno de su mente que analiza los riesgos y ventajas de la situación. Existen entonces las enamoradizas y las inenamorables (No existe, va a estar en mi diccionario). 
 Las enamoradizas no discriminan, van de rama en rama. Veinte años, treinta años, morenos, rubios, intelectuales, hippies, politólogos frustrados, ejecutivos, surfers. No hay un patrón, no hay un análisis, es puro sentimiento. Es como ir a una guerra medieval sin escudo o usar un vestido blanco y ropa interior flúo. Todo está expuesto constantemente, no hay mecanismos de autopreservación.
 No es que enamorarte en el subte no esté bueno. Es simplemente que hay que tener en cuenta que, si te enamoras en cada vagón, las chances de que camines al ocaso de la mano con esa persona al ritmo de una canción de Shania Twain son reducidas. Son reducidas porque la mala iluminación del subte y la falta de oxígeno nublan el juicio. 
 Las inenamorables son las que ni siquiera llegan al comité evaluador. Son las que buscan la reencarnación de Einstein en el cuerpo de Adam Levine, con el imperio de Donald Trump y el humor de Jim Carrey. It ain´t gonna happen. Sobre todo porque, si existe, ya se casó con Blake Lively. 
 Las inenamorables son herméticas, viven en la idealización. La idealización de ellas mismas y del otro, un otro que tenga todas las piezas en su lugar. Jim Carrey no debe ser gracioso todo el tiempo y hasta Adam puede perder su sex appeal a la mañana.  
 El error de las herméticas es que no van a la guerra medieval con un escudo, van con armadura. El segundo error es que, apuntar a lo idealizado, nos lleva a aspirar a nuestra propia idealización. Y no existe amor que valga maquillarse un domingo, NO EXISTE. 
 Entonces el enamoramiento es una decisión en tanto presupone optar por un nivel de apertura y compromiso con lo que se cruza ante nosotros. Supone optar, o no, por dar oportunidades a las opciones que se nos cruzan. 
 ¿Y el comité evaluador? Una vez que superaste la charla interna de tus instancias psíquicas y decidiste que estás ante una buena oportunidad, el comité aporta consejos a las decisiones. Creo que es prueba empírica de que somos seres sociales, partidarios de la vida en tribu. No hay un brujo que sabe sobre todo (We wish), pero hay espacios compartidos donde nuestros análisis personales se despliegan ante nuestros pares en salas de chat y juntadas en un balcón con fernet y la "OH La La". 
 Es como cuando jugámos al Monopoly, nos queda un billete de 500 y tenemos que decidir si compramos 10 casitas o esperamos una mejor oportunidad. Todo está sobre un tablero. 
 Las inenamorables no compran ni propiedades, y las enamoradizas se funden plantando una casita en cada adquisición. 
 Vivimos de decisiones y nos apoyamos en consejos. Decidimos levantarnos, qué ponernos, cómo peinarnos y qué comer. Decidimos qué leer, qué escribir y dónde ir. No importa qué tan influenciados por las normas sociales estemos, apegarnos nos hace ser portadores de decisiones. Pero nos apoyamos en consejos, para atenuar consecuencias. No decidimos qué sentir todo el tiempo; pero el amor, para mí, no es sentimiento puro, no es un disparo al corazón que no caduca. 
 Y me pregunto si soy enamoradiza, inenamorable o un intermedio. Me pregunto si eso también es una decisión. Pero cada vez que pienso en distintas situaciones, "fue amor". Aunque "podría haberlo hecho mejor"...y eso también es una decisión. 


´Cuz I got all the things I want to say...

 Cambió el mes, cambió mi edad y me pregunto si cambié yo también. Pero mi ausencia de este espacio es independiente a cambiar o no hacerlo. 
 "¿Alguna vez probaste escribir una carta?". "Te aclaro que NO pienso mandar ninguna carta". "No tenés que mandarla si no querés, pero hay cosas que no estás diciendo". "No me sale decirlo". "Probá". (Silencio de ultratumba, mientras miro sus zapatos hippie style). 
 Y así transcurrí un mes, tratando de escribir en otro lugar. Un Word, un cuaderno viejo, una servilleta. El block de notas de mi celular, la tablet, en el lienzo de mi cabeza al que poco lugar le queda. 
 ¿Alguna vez sintieron que tenían todo lo que quieren decir desparramado por ahí? Tenés tu pollera de lentejuelas, tu camisa estampada de seda con leones, zapatos con tres colores diferentes, un collar con apliques, aros y cuatro pulseras. Querés usar todo, y no podés usar nada. No hay manera de combinar todo eso junto, no hay forma de que no sea demasiado. Tenés todo adelante y no se te cae una pizca de creatividad para hacerlo funcionar. 
 Darle una tarea a un boceto de obsesivo compulsivo es complicado cuando el resultado le es inalcanzable. ¿Consecuencia? Tres borradores con retazos de lo que uno quiere decir y nada nuevo. 
 Y es que a veces me pregunto si la palabra no tiene un límite. El límite de poder expresarlo todo, de poder transmitir lo que la motoriza. 
 Soy excelente escribiendo cartas. Soy de la generación "Cris Morena", escribir canciones que rimen y cartas en hojas perfumadas está entre mis mejores virtudes. Puedo lograr que las palabras más duras se escondan entre puntos y comas, para que el otro sienta un halago atrás de un reproche.
 Me pregunto si el error es la contención ante el miedo a desestructurarse. "Vos te movés como si nada te faltara". Me faltan cosas, me falta el Swatch cobre, un masajista full time y el nuevo CD de Taylor Swift. Me falta sueño y amor por las frutas. Pero no, aparentemente lo que me falta es mostrarme vulnerable ante la falta. 
 Y en mi ímpetu por superar el clisé al que las mujeres fuimos ancladas, esa idea de que necesitamos del otro y somos más vulnerables; me volví, irónicamente, dependiente a una ilusión de completud que no hace más que mostrarme que la cristalización de lo que no decimos estanca. 
 Entonces, una carta. Prueba 1) Una carta poética de las que guardas para tus nietos, sobre una historia suave a lo "Dear John". Prueba 2) Una carta inmemorable, con excelente puntuación y repeticiones de argumentos quemados, algunos chistes y una firma. Prueba 3) Una carta mal puntuada, con poco proceso secundario, donde los retazos de lo que no quise decir se plasman en un papel que nadie va a leer. De esas cartas que tendrían que transformarse en canción de Christina Aguilera o Cher, con un video clip donde alguien destroza la casa de alguien más. 
 Las mujeres tendríamos que ser más simples. Tenemos tantas cosas a nuestro favor: podemos usar accesorios, cambiar nuestro color de pelo sin prejuicios, pintarnos las uñas y votar. Podemos usar pantalones Y vestidos. Solo nos falta conquistar el terreno de la Play Station para dominar el mundo. Me pregunto si ese día seremos menos analíticas y podremos sustituir las películas de Jane Austin por horas de juego reparatorio. 
 Alguien una vez me escribió "Cosas que necesito decirte para no sentirme mal". Yo no puedo ni siquiera escribir cosas que necesito decirle al verdulero, mucho menos lo que me hizo mal. 
 De alguna manera tengo todo lo que quiero decir...parte dicho, parte en mi cabeza, parte en el cuerpo, en un blog, en canciones, tweets y sueños que no llego a registrar; parte está estacionada en mi placard, otra en mis accesorios y en un groupon de masajes. Tengo todo lo que quiero decir en la punta de los dedos...But nothing´s coming out. 
 "¿Escribiste la carta?" "Tengo todo lo que quiero decir, pero nada está saliendo".




lunes, 29 de septiembre de 2014

Fade into you...

 En la vorágine de mis lunes que empiezan 6.30 AM, no puedo dejar ir mi hiperconexión. Y, mientras corría de una punta a la otra de la ciudad, mis oídos captaron una frase que grabé como si fuera oro. Dos amigas en la mesa de un bar, café de por medio: "Vos tenés que hacer lo que te haga bien".
 Y no sé por qué captó mi atención. Claramente no fue por tratarse de una revelación; creo más bien que fue porque es algo que alguna vez me dijeron, que alguna vez dije y que alguna vez todas diremos. 
 No creo que sea un consejo sabio, creo más bien que es una frase que alguna persona escribió en un lugar recóndito del mundo para algún chocolatín de los que traen mensajes proféticos. 
 No necesito saber de qué hablaban estas dos amigas. Lo sé. Hablaban de alguna de esas encrucijadas donde no tenés idea de cuál es la respuesta correcta para el otro. Porque ¿Qué es lo que te hace bien? ¿Qué le hace bien al otro? ¿Hablaban de trabajo? ¿Hablaban de familia? ¿Hablaban de amor? ¿Qué es lo que nos hace bien?
 Si no hubiera estado, como siempre, tan apurada por llegar a algún lugar; me habría sentado ahí. Y después de un silencio introspectivo, les habría confesado lo que a veces no nos animamos a decir: "Vos tenés que hacer lo que te haga bien, el problema es que no sabés qué es". Porque si lo supieras, no estarías buscando la respuesta en el otro y, sobre todo, no estarías recibiendo esta frase. Porque ¿cómo sabés qué te hace bien? 
 Y no es que no podamos saber nunca cuando algo es bueno para nosotros; pero cuando buscamos la respuesta en una frase de chocolate Felfort, es porque lo que está bien no nos convence, y lo que queremos nos puede llegar a hacer mal. 
 Hace algunas semanas me di cuenta de que estaba leyendo mal algunos procesos. Pensé que tramitar era ver qué marcas los sucesos dejan en nosotros, para darme cuenta de que es al revés. No estaba preguntándome qué es el Otro para mí, estaba preguntándome qué fui yo para Él, qué quería. Mi cabeza reproduce el grafo del deseo de Lacan y lo llena de anotaciones. Y, por "anotaciones"; me refiero a signos de pregunta, corazones y algunos dibujitos. 
 ¿Qué le hace bien a una extraña en un bar un lunes? ¿Cómo llegás a un bar un lunes, a la situación donde la pregunta que no podés contestarte a vos misma se pronuncie en palabras de alguien más?
 Y supe lo que pasaba, porque somos más simples de lo que pensamos que somos. Supe que estaba en esas situaciones donde lo que quería hacer le iba a hacer tan mal, como no hacerlo. Como cuando querés comprar el blazer de Uma, sin que tu tarjeta sangre doce cuotas de 300$.
 No podemos salirnos del grafo del deseo, donde inevitablemente subyace la pregunta que nos mueve: ¿Qué me quiere el Otro? Y no sabemos qué nos  hace bien, porque no hay respuesta; más que las que nos inventamos para anticiparnos al cuestionamiento. 
 Me quiere vestida de Rapsodia, me quiere más inteligente, me quiere graciosa, me quiere con mejor piel. Me quiere bilingue, me quiere más joven, me quiere bien. Me quiere peinada, menos celosa, fanática de Messi. Me quiere capaz de prender el fuego para el asado, sin PMS, con pase libre los sábados. Y usamos tarjetas de crédito, leemos, nos envolvemos en cicatricure; usamos agua termal, leemos diarios extranjeros, nos subimos a tacos de diez centímetros, miramos partidos de la NBA. Todo para una pregunta que resuena, sin escucharse, más que en el fondo de una historia. 
 Me pregunto si de ahí nace el stalkeo virtual. Esta incesante tarea de averiguar cómo me quiere el otro, qué quiere de uno, hasta que uno desaparece ahí donde no se ve. 
 Y pienso. Pienso que lo mágico de las estructuras, es la posibilidad de permutar los personajes de los casilleros. Porque si el Otro fuera siempre encarnado por la misma "persona", desapareceríamos...sin posibilidad de saber dónde termina y dónde empezamos. "I would just fade into you".
 Pienso. Pienso que el día que conocí el grafo del deseo, supe que me iba a traer problemas. No entenderlo, fue lo de menos. 


lunes, 15 de septiembre de 2014

I don't need to hang on to heartbreak...

 Espero mi videncia gratuita online al ritmo de una canción de Celine Dion. Y elegí una canción que, junto con una sensación interna que me invade, se retroalimenta con mi pensamiento extrañamente positivo para el inicio de una semana que empezó a las 6 AM. Sentimiento todavía más extraño si consideramos que mi sesión de más de una hora de terapia incluyó una analogía sobre el espejo de la madrastra de Blancanieves y la confesión a mi terapeuta de que, cuando digo alguna maldad y ella hace caras, me siento juzgada. ¿Dónde voy a decir maldades crudas si no es en el lugar donde pago semanalmente? 
 Pero todo esto no importa. Juzgada o no, con ojeras o sin ojeras; mi espíritu está encendido esta semana. Me pregunto si es por la proximidad de mi cumpleaños, por el olor a primavera o porque hoy no tuve frizz en el pelo. Me pregunto si es por todo el ejercicio que estoy haciendo, por los regalos que me compré o por todas las velas que alguna abuela encendió por mi en algún lugar de Buenos Aires. 
 Temo que esta sea otra de esas sensaciones que dura tres días pero, honestamente, no me importa. Siento como si estuviera por recibir un regalo. Bueno, técnicamente lo sé, porque faltan quince días para mi aniversario natalicio. Pero, más allá de eso, hoy me levanté sabiendo que algo está por llegar. 
 Y sí, el cumbia ninja wannabe del colectivo a las 6.45 de la mañana opacó un poco mi esperanza. Pero no me dejo confundir fácil, es más que un guiño en un bus o un cincuentón que me deja pasar en el subte para tratar de darme charla. Es más que un reloj o un blazer bordado de Rapsodia. 
 Es Celine Dion, hablando metafóricamente. Porque cuando les dije que la esperanza es nuestro mal, me refería a la esperanza cristalizada en la proyección de nuestra propia película mental, encarnada en nuestras fantasías. Nuestro mal no es la esperanza, son las falsas esperanzas que nacen de recuerdos caprichosos. 
 "Mi corazón tiene que aprender a olvidar". Esa es la frase que me repito mientras como mi Danette diario y tomo nota de "When Harry met Sally". Porque básicamente descubrí la receta a varias de nuestras charlas. No se trata de anular la esperanza,  no se trata de no pensar. Y no, tampoco se trata de comprar el blazer de Rapsodia (Por ahora). Se trata de tener esperanza, pero genérica. 
 Es la industrialización de la esperanza. Es la muerte de los laboratorios que ponen etiquetas, es no pedir un ibuevanol o ibupirac; es consumir ibuprofeno. Es tapar la mira, para ampliar el panorama. No se trata de la lámpara, se trata de la luz...No se trata de una persona, se trata de "alguien", sin nombre. 
 No sé si son los "veinti" que se acercan, las gotas de lavanda en mi horno de barro o una epifanía del horóscopo que finalmente me dió una frase con la cual trabajar; pero creo que puedo estar acercándome a ese momento donde Celine Dion se siente orgullosa de esta fan que tiene solo uno de sus cd´s (rayado) y se sabe una canción y media (contando la de la Bella y La Bestia). 
 El tiempo pasa las hojas y, no sabemos cuándo, pero el amor nos encuentra. Y esta es la parte donde me alejo de Kung Fu Panda o Miyagi porque se acabó la esencia de la lavanda, y le aclaro al destino -> Que no venga en forma de plantar un árbol o la sonrisa de un anciano; que venga del bueno porque no leí tanto horóscopo y pagué tanta terapia para descubrir colores en el viento o ser feliz por una hoja que vuela en la montaña; no soy Pocahontas. 
 Volviendo a nuestro eje, "Love is on the way", o eso me prometió Celine. Ella lo siente, yo lo siento, nosotras lo sentimos. Dudo mucho que venga en alas de ángeles, Celine puede ser algo sentimental; pero no dudo que, si logramos desanclar la esperanza, nos encuentre. "Love is on the way" si no nos aferramos al corazón roto. Y no hay que esperarlo, hay que recibirlo (en el blazer de Rapsodia).

domingo, 14 de septiembre de 2014

Yo soy tu mal.

 ¿Cómo elegimos no esperar algo? "Por las dudas no esperes nada", "No te ilusiones", "MENTALIZATE". 
 Termino mi chocolate con maní de la tarde, miro con ojos en blanco el grupo de whatsapp en mi celular que regurgita consejos ideales y pienso en las frases de mis amigas.  Al mismo tiempo me pregunto cómo llegué a estos domingos de short y cacao, cómo llegó chocolate a la pared blanca y si me peiné hoy. Y me recuerdo a mi misma que, los domingos, vale todo (menos joggings). 
 Les pregunto a mis amigas desde cuándo creemos que controlamos lo que pensamos, lo que sentimos o lo que esperamos: "No nos mintamos MÁS...me mentalizo, pero no dominamos esa jungla de deseos que se esconde en algún lugar bajo litros de productos Elvive y Kerastase". 
 "No es mentirse, es asumir que no va a pasar y no dejar dudas para después no sufrir...ANULAR LA ESPERANZA". Y, aunque valoro los consejos de mis compañeras de género, e incluso las considero super sabias; en esta ocasión debemos agree to disagree. Porque convencerme de que no estoy añorando lo que estoy esperando, es intelectualizar. Y, aún cuando piense que vencí la esperanza y no estoy esperando lo que estoy reproduciendo en mi mente incesantemente; va a llegar el momento inevitable en el que la realidad me confronte con eso que aparentemente no tengo que pensar.
 ¿Anulamos la esperanza? No, negamos el deseo. Yo no puedo anular; mi mente se prepara constantemente para situaciones que pueden, o no, resultar de la manera que imagino. ¿Está bien? No, porque las situaciones no siempre se desarrollan como las deseamos. Y supongo que es eso lo que mis amigas quieren evitar, la desilusión de no poder poner en práctica los tantos escenarios que vamos ideando en nuestras cabezas. 
 Pero ¿ a quién engañamos? Yo no puedo elegir qué espero, de quién o cuándo. Con suerte puedo elegir lo que quiero para mi cumpleaños y, últimamente, ni siquiera eso. ¿Cómo elegimos no esperar algo? ¿Por qué hay que dejar de esperar? ¿Para no sufrir? Es irónico, considerando que el sufrimiento es un sentimiento inevitable para la raza humana. Sufrimos cuando se muere el hamster, cuando pierde Boca y cuando se rompe un collar; cuando el que querés no te quiere, te caes de la bici o te hacés un tatuaje. Desde la óptica de la desilusión, no tendríamos que aferrarnos a nada. Y sin embargo, henos aquí, aferrados a todo. 
 Nos convencemos, no elegimos. Nos convencemos, no elegimos qué pensar. Nos obligamos a focalizar la mente en algo más, creyendo que disponemos libremente de la energía que embebe nuestro pensamiento. Pero no mandamos, no somos gobernantes de nuestra mente en todo su territorio. Basta con pensar en los sueños, para saber que hay cosas que nos son propias y ajenas a la vez. 
 No mandamos en nuestra propia mente. Y así es que, cuando pierdo mi eje por unos minutos y algo me vuelve a traer a mi, me doy cuenta que estoy vagando por donde no tengo que pisar. Es como cuando en el boliche se te acerca un potro y para cuando le quisiste decir que "no", ya van bailando su tercer canción. Hay cosas que no podemos controlar. 
 No podemos controlar ciertas cosas y, aún así, en nuestro espíritu de grupo de autoayuda nos queremos autoconvencer de que tenemos el control. Creemos que tenemos el "poder de Grayskull". Pero chicas, si tuviéramos el poder de He-Man, si realmente tuviéramos EL PODER de la situación, yo no estaría escribiendo este blog, ustedes no estarían leyéndolo y no habría largas charlas a la luz de docenas de medialunas de manteca. No habría notas de voz en llanto, diarios íntimos, compras compulsivas o tarjetas de crédito, no existirían rondas de tequila, no habría que ir a terapia y seríamos felices con una sola cartera. 
 No tenemos el poder. No tenemos el poder de Grasyskull, del horóscopo, del subte o de la moda, No tenemos el poder de controlar cuánto chocolate o bizcocitos de grasa comemos, MUCHO MENOS tenemos el control sobre lo que pensamos o esperamos. Y no sé si nos controla alguna instancia psíquica como el inconciente, Voldemort o Luke Skywalker; no sé si nos controla la televisión o nuestra vida está configurada a lo Truman Show, si nos lavaron el cerebro los pequeños ponnies o Disney arruinó nuestra única chance de vidas emocionalmente sanas. Lo único que sé es que hay pensamientos y esperanzas que no manejamos, y eso nos convierte en seres vulnerables. Y hay alguna instancia psíquica en mi cabeza que, cuando intento no pensar en lo que mis amigas piensan que no tendría que pensar, se ríe y me da la razón...porque sabe que manda y tararea muy suave, "Ahora mando yo, y yo soy tu mal". 
 No es mi mal porque tenga que pensar, es mi mal porque no podemos anular la esperanza. Y es la esperanza la que manda por sobre la razón. Es mi mal porque sé que lo que pienso no va a pasar, pero ese día no voy a poder evitar esperarlo...Y ese es mi mal. 




sábado, 6 de septiembre de 2014

Can´t stop, won´t stop movin´

 Después de vivir algunos meses en la calma que antecede al huracán, llegué al movimiento. Y pasé de una resonancia magnética del cerebro a un pase anual en Megatlon. Porque mi mente funciona así, a todo o nada. 
 A veces creo que la fuerte conexión entre cabeza y cuerpo, puede convertirse en una relación jerárquica algo tiránica. El cuerpo puede apagar la mente, y  la mente puede marcar el cuerpo. Y la desconexión entre los dos pilares de nuestra existencia, desemboca en un caudal de baja energía que nos deja tiradas viendo capítulos viejos de "90210". 
 Yo me muevo a todo o nada. Y puede ser peligroso a veces; sobre todo cuando uno se embarca en proyectos donde, "todo", es imposible. Si no vas a ser Celine Dion, no hagas canto, si no vas a ser Manu Ginobili no juegues basket y si no vas a ser Carolina Herrera no diseñes ropa. No importa cuánto invierta en mi flexibilidad mental, mi superyó volvió a hablar. ¿Resultado? Pase anual en una red de gimnasios con clases ilimitadas. 
 Y, desde atrás, este Yo que se cree super va marcando a fuego un mensaje: Abdominales de acero y flexibilidad de Nacha Guevara. Pero ¿cómo convence a un yo que tiene alma de obesa y un resabio de trastorno alimentario? Fácil: Podés usar un top fucsia y esas zapatillas que compraste al pedo. ¿Entonces? Me levanto un sábado a las 8 de la mañana; me lavo la cara y me ato el pelo, que ya roza el largo indígena, lo más alto que puedo. Y me pregunto, ¿qué hace la gente cuando hace ejercicio? Compra agua, entonces compro agua y camino al gimnasio. 
 Despiertos están: los que vuelven del boliche, los que barren las veredas y yo. ¿Casi despiertos? Los homeless que duermen en cajeros y la que supo ser mi galería preferida. ¿Dormidos? Los felices. 
 Llego a una de las clases que elegí. Para mi sorpresa, la profesora tiene la edad de mi abuela y la onda de una super estrella. Cuatro viejas, una cuarentona, un potro y yo. Pensé que me iba a poder lucir con lo que queda de flexibilidad de mi época de gimnasta, pero para mi sorpresa el ejército de personas mayores está más entrenado que De María. Y pienso: Ok, me hacen quedar mal con el potro y ni siquiera tengo maquillaje ¿Entonces? Renuncio al potro y me concentro en mis abdominales. 
 Dos horas y media de clases después, con el alma en mi casa y más tonificada que nunca, habiendo renunciado al potro porque mi pelo no está donde tiene que estar; emprendo la retirada orgullosa de mi misma. Porque, aunque no fue mi primer día en la red y ya hice aparatos, no solo me desperté un SABADO, SOLA y FUI, sino que ENCIMA no compré nada en mi recorrido de cuatro cuadras por Avenida Santa Fe. 
 Y sí, sé que no compré nada porque los locales estaban cerrados. Pero a la vuelta estaban abiertos y solo paré en dos vidrieras. No solo eso, sino que la bulímica que nunca fui me insistía en comer dos alfajores triples o un chancho...hasta se conformaba con un tostado de Mac Donald´s; PERO tomé yogurt bebible. Y cualquier persona que me conozca sabe que el yogurt le pisa los pies al kiwi y el tomate entero en mi lista de "cosas que me hacen escupir". Y sí, tardé media hora reloj en tomar media taza de yogurt sin gusto, pero lo hice. 
 Y no sé qué tanto pueda mantener estas rutinas en mi vida. Por lo pronto mi Super Yo tiene un reloj que marca 12 meses. Doce meses y la esperanza de llegar a los 70 años con la piel de Nacha Guevara y la tonicidad de Iron Man. 
 Sea como sea, no voy a perder mi esencia. Las patitas de jamón y queso siguen en la base de mi pirámide nutricional, aún cuando tengan que convivir con lechuga. Voy a seguir comiendo un paquete de bizcochos de arroz gallo oro cada dos días y nunca voy a renunciar al charlotte. La única diferencia es que lo voy a hacer en mi mejor top turquesa (el cual no tengo y tendría que conseguir). 
 Y, mientras mi vida se encauza hacia el día en el que me den mi propio reality que compita con el de las Kardashian, tendré que conciliarme con la idea de la vida sana para seguir sosteniendo este esqueleto de metro setenta. 
 Mucha gente no me tuvo fé en mi firma de contrato por doce meses. Mi terapeuta, amigos y hasta creo que la comercial que me vendió el plan. "Hater´s gonna hate"...los cambios, son movimiento. Y yo me sigo moviendo, literal y simbólicamente. 
 Y algún día, tal vez en el verano, voy a tener un bronceado que brille como el sol y más flexibilidad que las septuagenarias, mi pelo va a quedarse en su lugar, y no voy a tener que renunciar al potro. No me juzguen, todas necesitamos algún tipo de incentivo a las 8 am de un sábado.  

lunes, 18 de agosto de 2014

Say my name, say my name...

 Uno de los primeros textos de Lacan que leí, hablaba de los nombres. Y, aunque probablemente no lo entendí bien, siempre lo recuerdo. 
 Estuve pensando sobre mi nombre en la voz de alguien más; sobre los significantes, esas marcas que nos preexisten. Y nos preexisten, porque alguien nos pensó antes de existir. Y aún después de materializarnos, nos siguen haciendo existir, porque alguien nos nombra. 
 Nos nombramos y marcamos constantemente. Nos marcamos también en el amor. ¿Por qué nos marcamos? "Gorilita", "Gordo", "Bicho", "Tuti", "Amor", "Bebi", "Chino" "Chancho". Las marcas nos dan un lugar, si quieren, en el lenguaje...pero también en esta realidad que construimos día a día. 
 Existir antes de existir, es la posibilidad misma de subjetivarse para mi. Pero ¿qué pasa cuando el que nos marca no está más? ¿Dónde está John L Cook, Sail o EF? ¿Dónde van las marcas que no se nombran más? O, mejor preguntado ¿Qué pasa con las marcas que alguien no nombra más? ¿Dónde vamos cuando no nos nombran? ¿Cuándo se cierra la cicatriz que me dejó el piercing del ombligo? 
 Donde no hay palabras, para mi hay angustia. Y lo que desaparece de la boca del otro, no desaparece en uno. Es como esos sellos invisibles a la luz corriente, que brillan fluorescentes a la luz violeta. Como el fibrón transparente del boliche que se hace ver en la oscuridad. 
 Un significante, es lo que otro  no es. Y ¿cuando no está el otro? No es. Pero, cuando el otro está y no lo nombra, quema. 
 Es difícil acordarse cómo éramos antes de ser nombrados. Cómo éramos antes de que KSK hiciera la mejor ropa de fiesta, o Jazmin nos diera los mejores jeans. ¿Cómo eran antes de que les pusieran un sobrenombre que las definiera? 
 Las marcas personalizan y, cuando se llaman al silencio, despersonalizan. Me pregunto si esta es una oportunidad de reinvención. Pensé en ser rubia, volver al flequillo, usar jean con jean (En tonos iguales obvio), emigrar o aprender a cocinar. Pensé en marcarme yo misma, un tatuaje tal vez...pero lo único que se me ocurrió fue una letra y desistí. 
 Encontré mis cuadernos fucsia con más de veinte canciones y descubrí que esto ya pasó alguna vez. Fueron veinte canciones contra noventa posts, música mata blog supongo. 
 Y pienso, pienso que es el lenguaje el culpable. Si pudiéramos no necesitar hablar, no nos enredaríamos así. Esta necesidad de que diga mi nombre y reavive una marca. Esa necesidad de que el otro aparezca en un texto, una foto, una señal de humo. Esta necesidad que me hace sentir un vampiro, que necesita la invitación del dueño de casa para entrar. 
 El nombre, el apodo, la marca...nos pone en relación al otro. Cuando una historia acaba, en la retirada perdemos lugares; no perdemos las marcas. Y si las pensamos como tatuajes, queda la cirugía láser o tatuar algo encima. Pero, no importa que tan diestro sea el tatuador, siempre vas a ver lo que está abajo...
 ¿Por qué necesito que diga mi nombre? Porque es lo que me hace lo que soy...y hace que las demás, no puedan ser yo. Necesito que diga mi nombre para acomodarme simbólicamente en este caos de ideas. Necesitamos que digan nuestro nombre, para que todo caiga en su lugar. "Say my name, say my name". 
 Y si no lo dicen, que no lo digan...Porque si Beyoncé sobrevivió, no tenemos de qué preocuparnos (espero). 

sábado, 9 de agosto de 2014

You can´t push a river...you can´t make me fall.

¿Por qué quiero el reloj Samsung que conecta con mi Galaxy si: A) No puedo correr más de una cuadra sin morir de un bronco espasmo, B) NUNCA iría a un boliche con esa deformidad escondida entre mi tribu de pulseras doradas y C) Agendo solamente un tercio de mis reuniones y reminders?
Supongo que es por la misma razón por la que tengo un par de zapatillas Nike para correr y varias remeras y carteras iguales en distintos colores. Marketing y una pizca de ansiedad que muere en una pequeña compulsión.
Y es que cuando veo la propaganda del reloj, me SUPER imagino corriendo por los bosques de Palermo o patinando por el Rosedal. Mi colita de pelo larga zarandeándose al ritmo del trote en un top fucsia y calzas de running (que también tendría que comprar para matchear el nuevo accesorio);  y Maroon 5 sonando en mi I pod, mientras quemo la grasa que no tengo y tonifico mis “músculos”. De solo pensar esta escena, ya me siento tonificada.
¿Por qué nos mentimos? “Voy a RE correr, ¿para qué voy a gastar mil pesos en zapatillas que no voy a usar? No soy tonta, duh!”. ¿Resultado? Usé las zapatillas dos veces para ir al supermercado. Lo peor de todo es que elegí colores estridentes que no combinan con nada de mi placard, por lo que si quisiera ir a correr, necesitaría realmente ese top fucsia. Y sé lo que están pensando, la respuesta es “no”, hacer ejercicio en un outfit que no combine es ganar salud física y matar el alma; por lo que usar cualquier ropa el día que (no) voy a correr no es una opción para mí.
Esto es como esa vez que empecé gimnasia artística, mamá me compró tres mallas y dejé a los seis meses. Y estoy bastante segura de que a todas nos pasa, aún a las que piensan que no. Abran sus placards de cualquier área de la casa; va a haber algún sombrero, pañuelo, saca cutículas o máquina de hacer pan que nunca usaron. Alguna minipimer o hasta un molde para hacer muffins; una manzana que murió en la heladera o un libro de filosofía que no empezaron porque descubrieron que leer más difícil, no nos hace más inteligentes, es simplemente más difícil.
Y hoy en uno de mis tantos chats grupales, se generó una conversación ante la confesión de “Necesito una cita”. La conversación incluyó frases como “yo también”, “chongo”, “ya estoy en pijama”; omitió frases como “no tengo comida en la heladera”, “agoté mi little black book” y “¿y si me compro un perro?”; terminó con la conclusión de que  “necesitamos irnos de viaje”.
Pero entonces me pregunto, ¿necesitamos una cita? ¿No puede existir la posibilidad de que, y estoy pensando off the top of my head, la cita sea como el reloj Samsung? ¿Que sea como las zapatillas, el top fucsia o la minipimer? ¿Por qué todo parte de la ilusión de una necesidad?
Juro que no soy una loser, pero la semana fue agitada y hoy cursé todo el día; así que opté por un sábado loser. Mis amigas y yo vimos “Sex and the city the movie DOS”, en red…Bueno, en red es una forma de decir, la realidad pasó por otro chat: “Estoy viendo Sex and the City”, “Yo también”…”Quiero que me pase eso” “Yo también…(la parte de viajar gratis en primera y montar camellos con ropa de diseñador; no la parte de ir a la cárcel o chaparte un ex en el desierto). Como sea, las secuelas de cualquier película suelen ser para loser days, pero ese no es el punto. El punto es que de toda situación estimulante generamos una necesidad. Porque ahora creemos que necesitamos viajar a Abudabí para broncearnos y sentirnos super poderosas.
No chicas. Basta. No al reloj, no al top fucsia, no a Abudabí. Montar un camello debe ser lo peor que te pasó en la vida; deben tener olor a chivados, te transpiran la ropa, escupen y dudo que la incomodidad de la joroba nos deje andar con glamour. El reloj futurista es la versión adulta de esa moda de 1992 donde nos colgábamos un collar de hilo negro en el cuello del que colgaban chupetes de plástico, o las gargantillas de 1999; las zapatillas con taco del ´97 o las botas texanas del 2004.
Basta de fantasías pseudo Carrie Bradshaw. No porque no te puedas cruzar un ex en Abudabí, eso puede pasar totalmente; sino porque no te lo vas a chapar, no vas a estar bronceada y tu marido no te va a regalar un diamante para reforzar tu compromiso. Lo más probable es que hayas dormido mal, estés cerca de un maxi kiosco y tengas la primera muestra de orina en una bolsa porque estás yendo a hacerte un análisis de rutina.
Basta por favor publicidad, propagandas, televisión. Tengo dos televisores en un departamento de un ambiente y medio…Las chances de terminar con este reloj Samsung en mi muñeca son altas, porque la carne es débil, aunque la mente sea astuta. Pero creo que vale la pena intentar resistir la tentación… porque creo que tengo razón, las necesidades nacen de una ilusión innecesaria. No necesito ese reloj, NO LO NECESITO.

Así que chau reloj super inteligente para corer y ver notificaciones o contestar llamadas, chau reloj que no combina con mi ropa y es muy grande para una muñeca que puedo abrazar entre mi menique y dedo gordo, chau. No podés empujar un río y no podés hacerme caer…después de todo, sos un reloj digital y "this love don´t feel so right".

domingo, 3 de agosto de 2014

Vives esperando un corazón extraño que venga aquí.

 Hoy me desperté con mucho frizz en el cuarto que mi mamá mantiene intacto para mí, con una canción del 2000 en mi cabeza. Me levanté cantando esa canción de Alex Ubago que una amiga había grabado en un cd para mí, en esa época donde todas estrenábamos el último grito de la tecnología: Las grabadoras de Compact Disc.
 Mientras me lavaba los dientes y analizaba el estado de mi pelo frente al espejo con esa melodía en repeat en mi cabeza, me pregunté el por qué del recuerdo. Porque no estuve escuchando música retro, mucho menos me crucé con ese cd que ya ni sé dónde está. Tampoco me encontré con mi amiga, y no estuve sintiéndome nostálgica. 
 Y es que cuando una canción emerge de la nada en nuestra mente, yo creo que siempre hay que preguntarnos por qué. No aparece la canción entera, suele aparecer un segmento de la letra, de la música, de lo que quiere evocar. Es como el recuerdo disparador en terapia; no emerge lo que quiere hacerse escuchar, emerge la punta del iceberg, para que tiremos de ese retazo cual hilo y lleguemos a la costura.
 "Es todo lo que pido por ser feliz, ¿qué pides tú?". WTF, ni siquiera sabía que me acordaba las letras de Alex Ubago, ni su nombre recordaba, emergió de lo más profundo de mi preconciente. Mucho menos sé qué es lo que pido por ser felíz, así que claramente mi mente apuntaba a sí misma.
 Y entonces busqué la canción, cual Sherlock Holmes me ví en la necesidad de investigar qué estaba tratando de decirme a mi misma. " ¿Qué pides tú? Que vives esperando un corazón extraño que venga aquí". Ok, entendí. Entendí gracias a mi capacidad de adosar a la letra pensamientos sueltos que lograron completar un panorama. 
 ¿Pueden relacionarse con eso? A veces cuando aparece un extraño, ¿no se preguntan qué papel puede llegar a cumplir en sus vidas? Si no lo hacen, lucky you, saben subirse al destino sin esa sensación de ansiedad que causa la incertidumbre.
 Y me pregunto si de esto se trata lo que algunas personas nos dicen, cuando plantean la necesidad de aprender a estar solas. Esa insistencia que yo freno con mi teoría de que somos seres sociales, que hasta en nuestra cabeza hablamos con pluralidad de otros cuando pensamos. 
 Estoy tratando de cambiar algunas cosas, de ser agente de mi propia evolución a una versión que visualizo cual Terminator, pero más fashion. Empecé con la limpieza de uno de mis placards; logrando reducirlo en algunos kilos re ropa, a base de no pensar dos veces en las prendas que no sobrevivieron el descarte, simplemente dejarlas ir. 
 Dejé ir calzas, sweaters, tapados y remeras que hace tiempo sobrevivían las limpiezas a base de la típica frase "Algún día lo voy a usar" o "Está nuevo, lo usé una vez". Dejé escapar botas, zapatos y mocasines que nunca me acompañaron a pasear; o que simplemente no reflejan lo que soy hoy. Colores que ya no combinan con mi color de pelo y texturas que necesito perder. 
 Y es que cuando un lugar está tan lleno, respirar es difícil. ¿Algún día les pasó? Contemplar una situación abrumadora, donde la falta de espacio no las deja pensar. Necesito hacer lugar, no para lo nuevo, para mí. 
 Y me falta, me falta un segundo round con dos placards y empezar de cero con otro. Me falta animarme a abrir cajones donde hay cosas que me hacen acordar canciones extrañas, o personajes MIA (Missing in action).
 Es irónico considerando que en Diciembre llega un pedido bastante grande que va a volver a sacarme espacio y aire. Pero supongo que es un trabajo de por vida. Nos llenamos con lo que creemos necesitar, lo disfrutamos y; eventualmente, necesitamos limpiar, rever, seguir. 
 Cuando pueden dejar ir algo de eso que las hace pesadas, tienen que estar orgullosas. Orgullosas de dejar ir algo que ya no necesitan, pero que puede hacer feliz a alguien más. Alguien más va a disfrutar de mis botas Sarkany, mi tapado cuadrillé o mi sacón verde oliva; de mis remeras de Ayres o esa pollera hindú que ya no pega conmigo. Los mocasines marrones símil Oliver Twist, el chaleco gris que tanto quise o los pañuelos con brillos de Isadora. 
 Y me pregunto si alguien más está dejando ir algo que yo voy a disfrutar. Tal vez es un error, tal vez debería disfrutar simplemente de este nuevo espacio y aire; o entender que este es un proceso que recién empieza, porque todavía tengo que dejar ir algunas Converse y un chaleco de piel azul eléctrico que nunca sé con qué usar. 
 ¿Cuántas cosas dejamos ir? ¿Es perder posible solamente si nos generamos la ilusión de que algo más va a tomar el lugar de lo que se va?
 "Vives esperando un corazón extraño que venga aquí y saque de tu cuerpo y tu alma lo mejor de tí". Puede ser, estoy esperando algo que, más que extraño, prefiero llamar "nuevo". Y ya entendí. Ya entendí que no va a venir en una bolsa de Rapsodia... Y, hasta que llegue, entendí que tengo que ser mi propio agente de cambio...y empecé limpiando el placard, no ordenando; perdiendo. Odio perder, pero no se me ocurre otra forma de ganar. 
 Si Gollum no hubiera perdido el anillo, Frodo no podría haber ido a Mordor. Y si Cenicienta no hubiera perdido un zapato de cristal, no habría ido al baile. Yo perdí unos kilos de ropa, no sé qué voy a ganar...en el peor de los casos, gané perchas.

miércoles, 30 de julio de 2014

I don´t wanna talk, I wanna kiss and make up.

 Hace un tiempo alguien cuestionó esa necesidad de llenar todo de palabras, de darle un sentido a absolutamente cualquier hecho y sobrecargar los escenarios de significantes. Y honestamente, tiene razón. ¿Por qué tenemos que analizar todo? A veces está bueno no hablar sobre algunas cosas.
 "Estaría bueno que habláramos". Puede ser, o no. También podemos no hablar, después de todo a veces las palabras se acaban y necesitan resurgir de los hechos. 
 ¿Y si no hablamos tanto? ¿ Y si no teorizamos tanto sobre todo? Manejo más teorías que carteras últimamente. La teoría de contar números para bajar la ansiedad, la del plazo de dos meses para que "nazca" el amor, la idea de que si abre los ojos cuando te besa no te quiere, la teoría de no mezclar azul marino y negro, o la de que todas las Jennifer son fáciles. La concepción de que si leí el whatsapp y no contesté antes de los 5 minutos no me interesas; la cosmovisión ajena de que si un hombre y una mujer son amigos, indefectiblemente uno está enamorado del otro, o no se pueden enamorar. La aseveración de que lo salado no es desayuno, y lo dulce no es cena. ¿ Y si no teorizamos?
 A veces las invitaciones a hablar, sirven de excusa para no hablar. Y tras esa invitación siempre hay una fantasía de concretar hechos, y por hechos léase no solo una caricia, puede ser una cachetada. 
 No quiero hablar, y eso me dice últimamente mi actividad onírica. Bueno, eso me dice a mí; a mi psicóloga le dice otra cosa. Pero ésto último es porque ella tiene el poder freudiano de unir dos sueños y tres frases en una explicación que quiebra la lápida de mi personalidad, la cual yo creía ya cristalizada. 
 "No sé qué le diría, es una sensación poco clara que roza un par de ideas y algunos impulsos". Y entonces dejo dispararse por ósmosis esta idea a varios escenarios, porque no tengo ganas de explicarle o decirle nada a nadie. 
 ¿No sería más fácil todo así? Ahorrarnos palabras y ser seres de nuestros impulsos. Que no haga falta hablar, simplemente besar y arreglar las cosas. O no arreglar nada.
 No tener que hablar, no tener que explicarle a mi vecino que canta para el orto y nunca va a llegar al estrellato, por más Master Tune que inunde el mundo. No tener que explicarle, entrar a su depto y patear su máquina de karaoke que vibra al ritmo de "Perfume" de Britney. No tener que explicarle a alguien por qué un día caminamos, al otro nos arrastramos y al siguiente volamos.
 Pero el lunes voy a tener que contarle este sueño a mi terapeuta, y sé lo que me va devolver. Me va a ayudar a darme cuenta que las estructuras que funcionan como la mía, viven los impulsos con culpa. Y yo voy a preguntarme por qué un aparato mental tan sofisticado insiste en desfigurar deseos por la noche, que planea castigar por la mañana.
 Lo único que me gusta de los sueños, es que me muestran cosas de las que no me percaté en la vigilia. Y llevan mi atención a personajes que se escaparon de mi radar. Lo que no me gusta, es que arruinan mi sueño de belleza y no me dan soluciones. 
 ¿Resultado? Mails que confirman shipments de ropa para el verano argentino. Porque no quiero hablar, y ese es el único impulso que puedo vivir con un quantum coherente de culpa masoquista.
 La adolescencia es esa etapa nefasta para cualquier ser humano. Mucha hormona, poco estilo, demasiado llanto. Pero tiene esa magia impulsiva donde podíamos actuar, sin tanta recriminación. Besar a tres en una noche, sin que se convierta en prostitución. Desenamorarte en una semana y reinventarte en tres días. 
 En ese sentido, sería bueno ser un poco más adolescente. No perder tiempo, cuando no querés hablar y querés besar o simplemente existir en un mismo espacio físico. Ser más físico, menos mental...porque algunas cosas; son físicas, aún cuando hagan estragos en la mente cual pintura rupestre en una cueva. 
 "I don´t wanna talk, I wanna kiss and make up". Bueno, y hablar un poquito cuando hay que respirar. 



lunes, 28 de julio de 2014

Now you are standing just an inch from my face,,,

"A mi me parece que ustedes están demasiado juntos, para estar separados".

 Hoy me levanté pensando que no me importa nada Masterchef. No sé qué es, no lo vi y entra en mi lista de cosas que no voy a ver... como Forest Gump. Son esas etiquetas que inundan la web y hacen que uno se sienta un outcast, como no saberte la letra de la canción de moda. 
 Y mientras pienso esto, me doy cuenta que estoy congelada. Y reflexiono sobre cómo, mientras más tiempo pasa una encerrado, más se congela. Entonces agarro el control remoto de una de las pocas cosas que podemos controlar y ¿saben qué? Shame on me, el aire estaba en "frío". 
 Me congelo, porque sin querer cambié el aire acondicionado de "frío" a "calor". Y me pregunto si cuando nos "congelamos" en otro sentido, no tiene que ver también con algún error de cálculo personal. 
 "Qué tarada, puse el aire en frío, con razón tenía piel de gallina". Frase que traslado a lo personal, cuando pienso que puse el ojo donde no puse la bala. Porque es una misma la que apunta a las situaciones. "Qué tarada, puse el ojo y no puse la bala". Con razón me quedé embelesada en circunstancias ajenas cual escena de telenovela. 
 Bueno, hoy paso de frío a calor; y saco la mira de donde rebotan municiones. Porque hay que aprender a dejar de apuntar a chalecos antibala. Es como enamorarte de un gay, querer cambiar el color de piel o despertarte sin frizz. Son cosas que solo Michael Jackson pudo lograr...y mi vida, de Michael, solo tiene Thriller.
 Y mientras imagino campos de batalla, porque el terreno sentimental es eso, un campo de batalla; pienso en Cupido otra vez. Un Cupido que dejó el arco y flecha, y usa un calibre 32.  Uno pensaría que el Invierno es temporada baja para esta especie de enano alado en pañales, pero parece no descansar. El problema es que no solo dejó el arco, también dejó el amor...y lo cambió por acercamientos pedorros de boliche.
 No entiendo las estrategias últimamente...y aunando comentarios y teorías de pares situacionales, hago agua en algunos puntos, y luz en otros. Entonces llego a "la estrategia masculina de boliche".
 Escena: Estás bailando, te das vuelta y (él) está a una pulgada de tu cara. Y me pregunto si en el imaginario social de su género eso funciona, porque honestamente el feedback que recibo (y que doy) es el mismo: Invasión de espacio físico y aliento muy cerca de mi cara (ughh).
 Opciones: A) Bailás sutilmente para atrás y desaparecés con gracia. B) Te hacés la que viste a alguien y te vas. C) Hablás con tus amigas. D) Sin sutilezas, bailas para atrás y movés la cabeza al ritmo de "No" (it ain´t gonna happen). D) (Mi preferida) Mueca de asco, le das vuelta la cara y cerrás la ronda. 
 Y estas estrategias físicas siguen. Es más que su cara a una pulgada de la tuya, son abrazos poco discretos, manos en caderas y frases que si se materializaran, serían aceite usado de Mac Donald´s.
 Pero ¿saben qué? No hace falta hacer mucho trabajo de campo para entender por qué estas tácticas siguen en el campo de batalla. ESTÁN RESULTANDO. ¿Por qué? Por lo que llamamos "minusas". Sí, esta especie está mal acostumbrando a un género que tiene las cosas muy fáciles. 
 Charla de baño: (Chica borracha, vestido del largo de un top de Barbie) "Me hago pis". (Yo) "Todas...cruzá las piernas que esta fila es más lenta que liquidación de Jazmín Chebar". Y entonces me empieza a contar su vida, entre tropezones e intentos de llevarse la pierna derecha a la cabeza cual contorsionista (Cross my heart) "Me apreté a uno del trabajo". (¿A uno?) "Boluda (ya eramos íntimas) ¿lo pensaste bien? El lunes lo tenés que ver...". "Sí". "¿Lo pensaste sobria, aparte de borracha?"...Entramos, me la encuentro de nuevo en el espejo, le hago un halago falso sobre su pelo rojo crayón Trabi y le deseo suerte cuando la realidad post boliche golpee su puerta.
 OBVIO que nos van a poner la cara a una pulgada de la cara, con la idea de que ni siquiera necesitan decirnos cosas lindas y coherentes. OBVIO que nos van a acercar de la cintura al ritmo de Nene Malo y OBVIO que no nos van a llamar. Si el pelo de crayón trabi está elongando en el baño y no piensa las consecuencias.
 ¿Saben cuál es la esencia del deseo? (Psicoanalistas abstenerse). Es la falta, un vacío que se va corriendo. Es poder posponer algo, hacerlo esperar...conocerlo. 
 La esencia del boliche es usar un short de sus Nenucos y elongar en la puerta del baño, dejar que les respiren en la cara o les midan la cintura. Lo expeditivo y fugaz viene en forma de "minusa".
 La esencia de la calidad, está en la retirada estratégica. Porque cuando te paras a una pulgada de mi cara, no te puedo ni mirar y no te pude ni desear. Por suerte  cuando "estás parado a una pulgada de mi cara, I know exactly how to shake you up". 
 Me gustaría decirles que podemos enfrentar fuego contra fuego, pero esto no es un video de Ricky Martin, y no quiero que terminen toqueteadas en algún boliche, como tampoco quiero ratificar esta estrategia pedorra del sexo opuesto. Cuando las minusas dominen la noche, yo voy a abrazarme a mi tapado de piel y retirarme con dignidad...Porque a una pulgada de mi cara, solo quiero cosas de calidad.

martes, 22 de julio de 2014

Solo tus canciones me parece escuchar...

 Cuando era chica escribía canciones de todo lo que me pasaba. Canciones sobre no querer hacer la tarea, sobre el chico que me gustaba, sobre pelearme con amigas o lo que le iba a pedir a los Reyes Magos. Y lo hice hasta hace algunos años, porque para mí escribir siempre fue una forma de tramitar y cristalizar a la vez.
 A  veces no sé cómo sentirme en el caos, y entonces escucho música. ¿Les pasó alguna vez? Creo que ya lo había expresado, esa idea de tener una canción para cada momento.
 Pero es más que ponerse en contacto con lo que uno siente, a veces es ponerse en contacto con el deseo de un estado futuro. 
 Cuando no sé cómo explicarle a mi psicóloga qué me pasa, a veces uso analogías o referencias musicales. Suelo traducirlas, porque todavía no llegamos a esa conexión donde me permito hablarle un tercio en castellano, un tercio en inglés y el otro en mi propio idioma. 
 "Deseo y temo a la vez, ese momento en el que llegue a sentirme como Carrie Underwood en su canción Good in Goodbye". Y entonces tuve que explicarle de qué hablaba, porque aparentemente soy la única argentina en contacto con esta artista country.
 Me gusta la música country, porque es un género que suele tener letras con mucha historia. Estos autores encuentran la forma de que una historia entre en ocho estrofas y tres notas. Es un poco como la vida, que entra en unos años y tres sentimientos.
 Y le cuento sobre otras historias, que en su momento quemaban con una actualidad que se grababa en una sensación de "para siempre" y, hoy, son  lindos recuerdos. ¿No podemos empatizar todas con eso? Piensen en el primer chico que les rompió el corazón. Ese chico con el que soñaban vivir en el campo y con el que pensaban que ser adultos era tener 30 años (que eran sinónimo de tener 50 cuando teníamos 15). Finito, acabado=heartbroken. ¿Resultado? Desolación insalvable que asumieron iba a ser su compañía eterna. ¿Y hoy? Es un contacto en facebook, o un extraño en la vereda..."Y hoy me importa una mierda".
 Entonces le cuento la historia de Carrie Underwood. Que, para ser honesta, me pone un poco nostálgica, pero también esperanzada. Porque cuando ella canta sobre el "Good" en "Goodbye", cuenta desde el futuro, lo que uno no ve en el presente.
 Lo bueno del adiós, se ve en el tiempo. Y Carrie se cruza, como ex en el Alto Palermo, con alguien en South Dakota en un restaurant de su pueblo (Algo así como Lions en el nuestro, o El cuartito en Capital). Y ve cómo el tiempo hizo que una historia se convirtiera en dos. Porque el tiempo pasa para todos, y en las bifurcaciones nuevas cosas se construyen. Y, según esta cantante, el dolor deja lugar a la nostalgia mezclada con la sensación de que cuando un proyecto cae, otro se erige...y las despedidas a veces son necesarias. Eso es "Good in Goodbye". Bueno, eso adornado con que el otro está feliz con una hija y ella es una super estrella diosa con un super novio super estrella.
 "¿Cuándo pasa eso?". No lo de la super estrella, lo de ver el "good" en "goodbye". Escucho esa canción sabiendo que algún día va a pasar eso. Porque seamos honestas, todas tenemos un prontuario que respalda empíricamente esta canción. 
 "Yo quiero adelantar el tiempo y llegar a eso, que hablemos nuevas cosas, que me preocupe si me sale un granito o se me rompe una cartera. Pensar a dónde me voy a ir de vacaciones y no olvidarme de comprar pilas para el control remoto".
 La música refleja nuestro estado de ánimo, porque nuestro ánimo controla nuestro Ipod. Me pregunto si podemos alterarlo artificialmente conectándonos directamente a Lady Gaga, pero estoy 86% segura de que va a ser un experimento fallido.
 Tengo miedo de cristalizar demasiadas canciones en una historia. Eso significaría tener que renovar mi discografía íntegra cuando haya llegado al momento que decidí llamar "Carrie Underwood State", o "lo bueno en el adiós". 
 Y me pregunto: ¿Cómo es el proceso de duelo de los  hombres? Porque en mi fantasía es juntarse con los amigos a comer picada e intercalar algunos momentos de silencio con anécdotas de Maradona. O darse una palmada en la espalda que dé paso a una serie de gastadas interminable. Pero ¿Y cuando están solos? ¿Escuchan canciones tirados en la cama? ¿Escriben canciones? ¿Lloran o esbozan un puchero? ¿Piden consejos a los amigos antes de mandar un e mail? ¿Chequean conexiones a Whatsapp? 
 "Nosotras tenemos que ocuparnos de lo que te pasa a vos". Bueno sí, pero yo quiero saber qué hacen los demás. Porque, seamos honestas con nosotras mismas y no seamos tontas; si funciona, hay que copiarlo. La imitación de conductas superiores es clave en la supervivencia. ¿O el infante no empieza a aprender por imitación? Piaget nivel inicial.
 Escucho canciones, escucho canciones y escucho canciones y "no encuentro escritas las soluciones"...."mojan (el) recuerdo, y después se van". Y no "vuelven hacia atrás", yo vuelvo hacia atrás.
 Y es que así es la vida para nosotras hasta que descifremos esa forma más evolucionada del duelo...repetir, tramitar hasta que "Good in goodbye". 
 ¿Cuántas canciones más voy a gastar? Porque ya llegué a Daniela Herrero, no queda mucho resto.


lunes, 21 de julio de 2014

I could fight sick revenge...but that´s not who Iam.

"Vos te angustiás y te obsesionás".

 De un lado maleza, y del otro el pasto verde flúo, brillante como nunca lo vieron. Eso es la histeria como yo la entiendo, la fantasía de que el (la) otro (a) fluoresce (la inventé, CLARAMENTE).
 "¿Qué sentís?" "Estoy triste, pero en forma de bronca. Me da bronca". 
 Y le explico que aunque yo sé y ella sabe que la fantasía del pasto celestial en el otro jardín no es más que eso, una fantasía con tinte de obsesión, no puedo salirme de ese círculo neurótico. Y quedo cual Dora pensando que ese parque donde la bronca se disemina existe, capturada en una imagen que uno mismo construye. 
 Supe pensar que la bronca nace de ella misma. Y en un mundo perfecto que roza lo arcaico e infantil, se extingue con un poco de ácido en el verde flúo. Ácido de lado, análoga sería la escena del video donde Kelly Clarkson corta toda la ropa del vestidor de su ex...Aunque en este caso no hay vestidores, hay playstations, en el mejor de los casos.
 Pero ¿de qué serviría? Porque honestamente prefiero quedar atrapada en la mirada al verde esperanza, antes que rodeada de maleza. Si despedazo la ropa del vestidor...me quedo sin ropa.
 Hace doce meses que pienso en algo que tengo que contarle a mi psicóloga de esta historia, eso que no le conté a nadie. Hace doce meses que me "olvido", solamente para acordarme cuando estoy en la puerta despidiéndome de ella. Pero hoy, mientras acomodaba mi vestido de terciopelo negro en el cuero, mientras respiraba entre las primeras tres lágrimas y medio sollozo que dejo que visiten su consultorio, mientras repetía incesantemente que oscilo entre la tristeza y la bronca; se lo conté. No importa qué...se me "escapó".
 Y pienso. Pienso que es irónico. Es irónico que algo que fue tan importante por su contenido hace un año y dos meses, hoy sea relevante por su silencio y no por su historia. Entonces me doy cuenta que la bronca no nace de ella misma. Nace de la falta de lugar, nace de la palabra no dicha.
 "Vos ahorraste muchas palabras, y no solamente para vos". Es verdad. Nos ahorré palabras. Lo cual es más que irónico, considerando que suelen sobrarme en escenarios ajenos. Pero en mi necesidad de control, me callé la boca e hice lo que mejor hago. Dí direcciones, me saqué el pelo de la cara con un movimiento brusco de "acá no pasó nada", cerré con llave y agrandé mi placard.
 "Tengo un poquito de ganas de hacerle mal, un poquito...poquitito, creo". ¿Les pasó alguna vez? Yo con la verbalización de ese deseo, me dejé caer. Porque no tengo ganas de hacerle mal a nadie. El peor mal que puedo hacer es matar arañas, y solamente porque no puedo dormir si sé que siguen en la habitación. 
 Cuando era chica, rompí las piernas del Ken de mi hermana sin querer (cross my heart). Cuando lo descubrió, le dí mi Ken para aplicar la ley del Talión...Porque pensaba "ojo por ojo". Ella rompió las piernas del único novio de Barbie que nos quedaba. ¿Qué descubrí? Ojo por ojo, nos quedamos ciegas...o sin Ken. Barbie salió un año con Kenes que iban en zapatos como si fueran sillas de ruedas.
 Me callé, y estuvo mal. Porque lo que guardamos al fondo del placard, no desaparece mágicamente. Lo no dicho siempre pugna por expresarse...en el cuerpo, en los resúmenes de nuestras tarjetas, entre líneas. Y empuja hasta que se hace palabra. 
 "Vos te angustiás y te obsesionás". ¿No nos pasa a todas? Nos obsesionamos con el verde esperanza, por la angustia de la maleza, por ese germen de deseo de hacerle "un poquitito mal", de pisar todo el pasto. Porque sí, a veces pisaría todo el pasto flúo hasta que no quede nada. ¿O hasta la uniformidad de la maleza? 
 Y hasta que descifremos cómo sembrar en lo árido, les presto mi reflexión del día: La venganza, no es quien soy...y VISA no ara la tierra, pero ayuda.
 Y eventualmente les contaré, si las palabras atenúan las tendencias...aunque estén fuera de tiempo, y lugar.


Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...