domingo, 25 de mayo de 2014

No me voy a morir.

 Tengo un nuevo hábito que, seguramente, sea la envidia y fantasía de toda anoréxica y el miedo de algún futuro médico en mi vida (porque esto no puede ser bueno para el colesterol).
 Escena: Lays y cualquier tipo de queso untable: Cremon, queso chedar, Finlandia. Y no hablamos del paquete de Lays que trae ocho papas fritas, hablamos del paquete tamaño familiar. Hablamos de ese envoltorio para el que hay que arremangarse y de ese hábito para el que claramente hay que atarse el pelo lo más alto que se pueda.
 Y mientras me hundo en esta especie de ritual que claramente roza la disfunción alimentaria, me pregunto qué estoy haciendo realmente. Porque no soy la clase de persona que come cuando se angustia, podríamos decir que supe ser el caso contrario a ese escenario. Yo no como; ordeno compulsivamente, escucho una canción en repeat 38 veces seguidas y me cambio de outfit tres veces al día. Armo mi agenda dejando 7 hs al día para dormir, catalogo mis cosas y me hago baños de crema; no como sin sentido.
 Aparentemente mi aparato psíquico no tiene en cuenta la inflación a la hora de desarrollar nuevos mecanismos evitativos. No sabe que las Lays familiares salen más de 40$, y desconoce el presupuesto que se necesita para duplicar un placard en un año. No lo sabe, porque sino asignaría mi tiempo a la escritura compulsiva de poemas o a coleccionar hojas que se caen de los árboles.
 Tengo un aparato psíquico altamente capitalista y derrochador. Así y todo no puedo odiarlo. A veces me sorprende su capacidad de resiliencia; y si lograr que se organice y salga adelante cuesta algunos paquetes de papas fritas y acceso ilimitado a coca light, entonces supongo que es el precio que me toca pagar.
 ¿Alguna vez tuvieron la sensación de que en su cabeza coexisten una serie de ideas o impulsos contrarios entre sí? Creo que de lo que hablo en realidad es de esa parte más impulsiva de uno en contraposición a un aspecto más conservador que nos hace saber que a veces es mejor pensar antes de hacer.
 La parte impulsiva en mí siempre le gana al sector de mi cabeza que vota por esperar y analizar. Y, de alguna manera, el sector conservador termina siempre consolando al impulso con explicaciones sobre por qué las cosas no salieron como uno esperaba. 
 Alguien me preguntó hace poco cómo escribo este blog. La realidad es que simplemente lo escribo...y creo que lo hago sobre esa dinámica de consuelo entre lo que me impulsa y lo que me retrae. Una sola cosa se mantiene estable cuando me siento a redactar, no sé si se habrán dado cuenta. Los títulos son canciones que escucho mientras tipeo y que, de alguna manera,  se relacionan con la esencia de lo que quiero transmitir. 
 Este fin de semana no hice absolutamente nada. Viví ocho días de tos intensa y en el fondo sentía la necesidad de descansar mimetizada con un vegetal. Sobreviví a base de delivery de comida china y pizza, y salí una sola vez a la luz del día para darme cuenta de que afuera hacía calor. ¿Cómo puede ser que adentro de nuestras casas haga frío, cuando afuera hace calor? Puede ser, así como puede ser que nosotros interpretemos algo que nada tiene que ver con lo que en realidad le pasa al otro.
 Pensé que necesitaba hacer "nada". Supuse que lo que quería era estar conmigo misma ( y mi amante: Netflix). Pero en el ocaso del domingo, me doy cuenta que era una mentira de la parte conservadora de mi cerebro hacia su parte impulsiva. Creo que en realidad necesitaba estar tranquila para esperar algo. Esperé y nada pasó. ¿Será por eso lo de las Lays?
 Freud siempre hablaba del timing, ese esperar el momento adecuado para que las palabras surtan efecto. Yo tengo muy buen timing en la vida ajena, muy mal timing en la mía. Me cuesta mucho esperar y eso dificulta la coordinación de mi persona y los tiempos ajenos. 
 Me gustaría ser psíquica, no psicóloga. Me gustaría ser menos impulsiva y un poco más paciente. Me gustaría que esto que me pasa con las Lays no se convierta en un ritual. Porque no estoy comiendo papas fritas, estoy frenando mis impulsos con calorías que solo pueden dirigirme a piel grasa. No estoy comiendo Lays, estoy evitando aceptar que tengo que esperar a merced de alguien más. 
 Y sé que no me voy a morir porque sea domingo a las 8 de la noche pero, en la dicotomía de las fuerzas que gobiernan mi pensamiento, a veces me traiciona el corazón y termino esperando imposibles. Y no, no me voy a morir y "nada va a cambiar solo porque no estás aquí", excepto tal vez mis hábitos alimenticios, un par de cuadros y yo.

sábado, 24 de mayo de 2014

Closer than I´d like to be.

 Empecé a escribir tres posts. Diferentes días, diferentes momentos, diferentes ideas. En todos me quedé por la mitad.
 Y mientras facebook me bombardea con frases enlatadas donde el Papa dice que todo lo que pasa es porque Dios tiene preparado algo "mejor" para mí, que no tengo que poner la llave de mi felicidad en el bolsillo de otra persona o que tengo que dejar ir lo que se quiso ir; me doy cuenta de que estoy atrapada en miradas ajenas. 
 Me pregunto por qué decimos que sentimos con el corazón. Porque yo la ansiedad, la anticipación y la angustia las siento en la boca del estómago, y las transfiero a la billetera. Del corazón lo único que siento son latidos, en caso de que acerque la mano o corra dos cuadras (lo cual no suele ocurrir).  
 Me pregunto también cuántas veces late el corazón en un minuto, en un día, en un mes y en un año. Este año para mi tuvo 365 días que mido en más de diez pantalones, tres pares de botas, cinco pares de zapatos, nueve sweaters,  tres blazers y no sé cuántas camisas. ¿Cuántos latidos son? No lo sé, pero creo que algunos los perdí en el camino y los compensé con collares.
 Cuando me dicen que alguien tiene algo mejor preparado para mí, e intentan que me aferre a eso en vez de pensar qué es lo que yo quiero, cuento accesorios. Y cuando me reenvían frases sobre darle la "llave de mi felicidad" a alguien más, me pregunto de qué llave están hablando. Entonces me acuerdo de la Barbie gimnasta fallada que me regaló Papa Noel en 1990, esa Barbie que vino sin NINGUN elemento para el gimnasio. Porque yo no sé qué es eso de la llave.
 Trecientos sesenta y cinco días. Qué raro es escribir los números con letras. Hace una semana contaba trescientos cincuenta y ocho días  y estaba por acariciar un año de soltería y convicción, o trescientos cincuenta y cinco días de no llorar por absolutamente nada. Pero resulta que, tal vez, mi psicóloga tiene razón y no puedo ritualizar y establecer parámetros de todo en mi vida.
 Mi plan anual no funcionó. Hice todo lo que tenía que hacer: Compré todo lo que tenía que comprar; leí la mitad de tres libros y vi algunas películas. Salí en muchas dates, me corté el pelo cada dos meses, me demaquillé todos los días y nunca traicioné al agua termal. Recé algunas veces antes de acostarme, doné ropa y ayudé a tres ciegos y una vieja a cruzar la calle. No mentí ni una sola vez, di muchos consejos gratis y no cambié NINGUN regalo de cumpleaños; NINGUNO. 
 Mi plan no funcionó, porque aparentemente me equivoqué y los "Serendipity" moments existen. Serendipity: movida extraña del destino que derrumba planes anuales. 
 Ok, no quiero asustarlas, pero tengo una tía abuela vidente (somos una familia muy rica en diversidad). Creo que este antecedente, junto con mi herencia gitana y mucha lectura de Harry Potter y adicción a Sabrina La bruja adolescente; hacen que a veces tenga una serie de premoniciones. ¿Qué quiere decir esto? A veces me levanto y sé que algo especial va a pasar. No soy tan buena, supongo que los genes vienen muy mitigados por los años y porque hoy la tecnología hace que prescindamos de este tipo de cosas; pero un 32,5% de las veces tengo razón.
 Y en el día trescientos cincuenta y ocho me pasó. Me levanté y supe que la cuenta iba a volver atrás. Y hoy 365 es igual a 7, y una semana es igual a quince meses en mi cabeza. Y estos números se mezclan con cosas nuevas que también siento. Y entonces pienso: A) Soy muy buena con los números para ser psicóloga. B) Tengo que dejar de comprar botas después de cada Serendipity moment que me cruza con reminiscencias del pasado o me voy a fundir y C) Los tiempos en la vida real son mucho más prolongados que en Hollywood donde todo se resuelve en 160 minutos.
 Parte de mi piensa que puedo resolver la confusión entre el pasado y el presente como cuando tenias 16 años: Dos tequilas y un amigo. Pero la parte que se acerca a los 30 sabe que solamente puedo resolverlo con terapia, un par de tarjetas de crédito menos y un poco más de decisión.
 Voy a dejar de contar días y no voy a tener más premoniciones a lo "The mentalist". Pensé que si contaba las semanas y las cosas, contaba lejanía...pero veo que estoy más cerca de lo que me gustaría estar. Y como dice mi cantante favorita "I remember", así que en vano conté tantas cosas. Creo que simplemente, tengo que dejar que las cosas pasen...sin un plan. 







domingo, 11 de mayo de 2014

No tengo miedo de explotar

 ¿Nunca se preguntaron quién nos devuelve las horas que malgastamos viendo películas que no cumplen con nuestras expectativas? La respuesta es "nadie". Nadie: ni Netflix, ni HBO ni, mucho menos, Telefé.
 Hace mucho que me cuesta mantener mi motivación a lo largo de una película entera. Usualmente hago varias cosas a la vez. "Veo" la peli, me pinto las uñas y chateo; o "veo" la peli, hablo por teléfono y ordeno el placard. Otras "veo" la peli, cocino y hago la lista del super. Si me cuesta destinar el 100% de mi atención a una peli, se imaginarán lo que me pasa con los libros. 
 Este domingo encontré una película que captó mi atención. Y, mientras la veía, no sentí la necesidad de hablar por teléfono, cocinar bizcochuelo o leer una revista. Esto último me hizo pensar. 
 ¿Por qué había perdido la capacidad de poder destinar toda mi atención a una sola actividad? ¿Será por miedo a la defraudación? Creo que sí. Porque de alguna manera me convencí de que si gasto dos horas en una historia que no cumple mis expectativas, entonces no me queda nada. Pero, si además de participar de esa historia, hablo por teléfono, leo cuántas calorías tiene el alfajor milka o posteo en este blog; entonces la desilusión de una historia que no cumple mis expectativas puede ser mitigada. Porque al final del día, esta sobreviviente no desperdició su tiempo, sino que lo distribuyó.
 Hoy descubro que el multitasking es un problema. Es una competencia laboral altamente codiciada, pero un problema para las historias reales. Porque a la hora de ver una película, activar mi capacidad de hacer distintas actividades a la vez, significa no sumergirme en la trama. Entonces uno termina con retazos de una historia difícil de interpretar. Pasás de un polizón pobre en un barco al Titanic hundido; de Sara Jessica abandonada en el altar, al perdón de Big. Y las tramas tienen tan poca consistencia, que tu atención se coarta aún más. 
 Bueno, se acabó. Hoy fue el día en el que presté atención a una película que nunca antes había visto. No sé qué fue primero, si la gallina o el huevo, las calzas o el vestido bobo. No sé si empecé a prestar atención porque lo necesitaba, o si lo necesité porque a esta historia había que escucharla.
 No era una película especial o innovadora, no había detalles trascendentales o protagonistas modelos, tampoco lecciones de vida. Básicamente era una historia de amor, llena de desencuentros subidos sobre casualidades imposibles de encontrar en la vida real. 
 Supongo que lo que llamó mi atención fue el espíritu de este largometraje. La idea o la sensación de que ante determinados escenarios uno tiene que abandonar la simultaneidad de tareas para sumergirse en una historia. 
 Entonces, siendo que es domingo y llueve; me habilito a pecar de espiritual, cursi o grasa, y se me ocurre que tal vez es así como distinguimos que algo se está moviendo. Es cuando perdemos la capacidad de multitask que tenemos que "preocuparnos". ¿Por qué? Porque nuestra cabeza está monopolizando nuestra energía en alguna fantasía. ¿Cómo nos damos cuenta? Fácil, te tildas cuando te estás pintando las uñas y tu mano termina teñida de bordo, estás sirviendo agua y de repente te mojas la mano porque no paraste en el límite del vaso...o, en mi caso, comer un alfajor y mirar una peli al mismo tiempo es un desafío.
 Tal vez es por este monopolio de libido sobre una sola idea, por la que los niveles de ansiedad crecen y cometemos los usuales errores de los que les hablé la vez pasada. Hablamos de la dinámica del deseo en su máxima expresión. Porque, como yo lo entiendo, el deseo nace de esta idea de que algo nos falta; cuando no convive con ninguna ilusión, se vive como nostalgia....y cuando visualiza alguien o algo que capta su atención, se activa como una revolución. 
 Aprender a que la nostalgia puede ser parte del deseo, es el camino a poder prestar atención a una peli entera, a sumergirse en alguna historia nueva. Porque cuando compro carteras, me pruebo un jean o veo collares; no estoy pensando en el día que tengan que ir a una bolsa de donación. Cuando me corto el pelo, sé que es porque es la única manera de que crezca más sano y fuerte. Porque, tal vez, hay que vivir pensando que "no importa lo que pueda pasar" y no tener miedo de explotar...o explorar.  
 

viernes, 9 de mayo de 2014

Don´t go wasting your emotions.

 Creo que finalmente lo logré. Superé a Reik. Mis amigas van a estar felices, hasta que descubran que lo único que hice fue cambiar a esta boy band por Abba.
 Y mientras limpio mi corriente sanguínea de la cerveza de las 8 de la tarde, contemplo una montaña de ropa que logró acumularse muy a mi pesar en esta semana eterna y escucho hits de antaño.
 De lunes a viernes no conté cinco días, conté años luz. Empiezo a pensar que los fines de semana excesivamente largos tendrían que estar acompañados de un período de adaptación a la rutina.  Hablo de algo así como una vuelta a la realidad paulatina. Se me ocurre que una buena solución sería un lunes part time, un miércoles libre, o recesos de varios días eternos (Como verano del 98).
 Porque pasar de cuatro días de ocio a cinco días de trabajo intenso es algo así como una tortura. Es casi imposible acordarse las claves de los sistemas, cuando apenas si te acordás tu nombre o cómo atarte los cordones. 
 Los findes largos son regresivos. Regresamos a esa época donde nuestra única preocupación era el plan de la noche o que hubiera snacks en la alacena. Regresamos al pijama hasta las 12 pm, a poder ver "Intrusos" o escuchar "Da para darse".  Y yo, regreso a Abba.
 En este momento particular, Abba para mí canaliza varias aristas de la actualidad. Para poder conectar con la idea, tienen que dejar de lado las coreografías espásticas y la clara tendencia swinger de este grupo. Porque estos suecos, suizos, amish, o lo que sea que sean; logran canalizar puntos claves de lo cotidiano.
 Sí, una vez más hablamos de "crushes". Hablamos de esa necesidad que tenemos cuando conocemos a alguien que capta nuestra atención de que el otro deposite todo en uno.
 En este punto particular del trayecto me gustaría centrarme en el inicio del enamoramiento. ¿Por qué? Porque es un momento crucial de cualquier tipo de panorama futuro, y porque las mujeres solemos cometer algunos errores estadísticamente comprobados (Tomé una muestra representativa del género para mis estudios, promised).
 Entonces, esta es la situación: Conocen a un chico + les gusta = CRUSH. Y es en este instante donde entra Abba. Es en esa sensación de ansiedad avasalladora que hace que sientan la necesidad de que esta nueva, llamésmola "meta", se materialice.
 ¿Entonces? Cometemos el primer error. En nuestra cabeza suenan remix de canciones de autonomía o girl power y usamos todo lo que tenemos de entrada. Nuestro mejor pantalón, nuestra mejor batida de pestañas y nuestras frases más inteligentes. 
 Pero ¿saben qué? Lamento ser reiterativa, pero esta estrategia es otra falla de fábrica que trae la generación Disney consigo. Porque les recuerdo que la entrada triunfal de Cenicienta termina con una calabaza rota, tres ratones y harapos.
 El resto de los errores son deformaciones del primero que me gusta llamar "La entrada triunfal". Involucran stalkeo, hacerse las que saben de fútbol y son del mismo cuadro que él, fingir que comparten gustos musicales, religión o ideologías políticas. Abarcan encuentros "casuales" en los lugares frecuentes de sus crushes, creer que pueden entender Platón o mensajes de whatsapp sin sentido. También pretender que es lógico y natural estrenar una remera cada vez que lo ven, dejar de usar tacos porque es más bajo y reírse de CADA UNO de sus chistes (nadie es tan gracioso).
 Y no me malinterpreten. No se trata de no tomar control o ser pasivas. Porque en el 2014 todos sabemos que el tiempo, sin ser plata, es valioso. 
 Se trata de lograr aminorar la ansiedad, para poder captar al otro desde un lugar menos omnipresente. Se trata de no fundirse en Zara, de aceptar que a veces tu pelo no va a estar perfecto y que no vas a tener tiempo de batir incesantemente las pestañas. Se trata de aceptar que él tampoco es lindo todos los días, que algunos o muchos de sus chistes pueden llegar a ser mediocres y no nació con tu don de combinar estampados y colores.
 Porque si logran aminorar la ansiedad y centrarse en ustedes mismas, aceptar que a veces les puede salir un orzuelo y que usar tacos es un derecho aún cuando haya hombres que queden más bajos que ustedes; entonces van a haber vencido los errores científicamente comprobados en mi estudio de casos.  
 Y es que si algo aprendí es a no desperdiciar mis emociones y no repetir errores. No sé si fueron las horas de escuchar Abba en mi adolescencia, o el arduo trabajo de campo con mis amigas; pero sé que no hay que confundir la atracción con devoción.
 "Don´t go wasting your emotions, lay all your love on me". 


martes, 6 de mayo de 2014

Ahora mi destino soy yo.

 Hace un año empezaba mi Blog preguntándome qué pensaba un hombre y llenando esos vacíos con teorías sobre el sistema de audio.    Supongo que en realidad empezaba con una proyección de mis propias dudas. Y es que preguntarme lo que pensaba el otro, era una forma de no indagar en lo que pensaba yo.
 Y pasé todas las etapas de un duelo un tanto ciclotímico que se erguía sobre los resúmenes de mis tarjetas de crédito y un par de revistas paparazzi, una canción de Shakira en repeat y la guerra abierta de los cueritos del baño contra mi persona. Mi psicóloga opinó en su momento que era la negación de la angustia, yo prefiero pensar que fue el piloto automático de la autoconservación.
 Y es que no creo entender a Lacan, porque justamente no entiendo el vacío de la angustia. A veces me pregunto por qué tenemos la necesidad de elaborar las pérdidas que nosotros mismos elegimos. Pero, siendo ejemplo en carne propia del bajo éxito de Jazmin Chebar en los cierres de historias, lo acepto. Acepto que hay que elaborar, para poder seguir.  
 Me cuesta no proyectar intentos reparatorios en historias ajenas. A veces deseo que para los demás nada termine, porque puedo identificarme con ese lugar donde perdemos parte de nuestra identidad. Es ese deseo femenino de que las relaciones ajenas funcionen. Porque si Carrie y Big pueden estar juntos, todos los demás podemos solucionar nuestros problemas románticos.
 Pero no es verdad. A veces las cosas tienen que terminar. Los auges se acaban, como las vinchas de flores o el color block. 
 Tengo que aprender a tolerar los finales ajenos. Esa es mi lección de Mayo 2014.
 Mi lección 2013 fue aprender a no ser taxativa. A  veces no hay "si" o "no", hay "depende" o "puede ser". Y sí, si medís 2 metros por ahí puedas lograr que unos pescadores sean fashion. O puede ser que exista alguien en el mundo que pueda salir agraciada del uso de musculosas manga "camionero".
 Lo bueno de pensar no taxativamente, es que uno empieza a ver nuevos panoramas. Y cuando las historias ajenas acaban; podemos pensar que hay solución, que es temporal, o que es mejor. Pero, por sobre todo, podemos saber que nunca es todo o nada. 
 Veo las cosas desde afuera. Si lloro, lloro por mí, porque se me cayó la banda ancha. Si compro, compro por mi, porque nunca voy a tener suficientes sweaters. Si cambio las cosas de lugar, lo hago por mí, porque me aburro rápido. 
 El mundo necesita gente que vea las situaciones desde afuera. Es una etapa transicional de sabiduría ajena al amor, donde uno funciona como Yoda de la gente que recién entra en el proceso de "breaking up is hard to do". Funciona como una especie de círculo de AA (alcohólicos anónimos), donde los recuperados apadrinan a los nuevos del grupo...pero sin alcohol (bueno, sin  consumo compulsivo), con algunas cajas de milka y un conocimiento exhaustivo de los días de descuento de los bancos.
 Es una etapa transicional donde uno se da cuenta de que el otro a veces es una escala en el mapa. 
 Y mientras acompaño otras caídas, pienso en este nuevo rumbo que tengo y me alegro porque "ahora mi destino soy yo". Aunque..."ahora", llevó un año.

jueves, 1 de mayo de 2014

We remember to forget...

 Ayer fue un día nefasto. Bueno, tendría que definir el término "nefasto" y me imagino que, dentro de los parámetros que manejo últimamente, les va a costar identificarse.
 Tuve que ir a la guardia, porque esta especie de virus que me acecha parece no querer dejarme en paz. Entonces perdí dos horas de mi vida en una clínica mal decorada, para que me recetaran refrianex y descanso. No sería tan trágico, si no fuera por el hecho de que podría haber estado disfrutando del 35% de descuento en KSK u ordenando mi placard que pide a gritos organización. Actividades que encuentro mucho más terapéuticas que el Refrianex.
 En fin; volví a casa y pedí comida china para me, myself and I. Siguiendo mi regla de "Solo se come en la cama si la enfermedad es terminal o te funciona menos del 33% del cerebro", cené en el living. Cenar en el living significa no tener netflix, lo que me llevó a ver "Guapas".
 Ahí estábamos: mis arrollados primavera, mi cabeza y yo; cuando llegó la escena que intuyo llamó la atención de muchas de las mujeres viendo el programa. 
 Básicamente este grupo de amigas hablaba de cómo estamos "diseñados" para ser infelices, por el efecto del amor no correspondido o complicado. Personalmente creo que la idea de que estemos diseñadas para la infelicidad es patética y me habría gustado participar de esa cena. ¿Por qué? Porque todas tenían brushing perfecto, había vino y una charla donde el género completo tiene algo que aportar.
 Últimamente pienso que las relaciones son como la tecnología. Es un terreno de constantes avances que requiere de adaptación. En el 2003 usábamos Nokia con tres pixeles y una sola función, hoy usamos smart phones que saben hacer más cosas que nosotros. 
 A lo que voy es a que mi teléfono puede hacer mil cosas. Está "diseñado"  hasta para decirme si un cuadro está torcido, traducirme de chino a castellano o resolver mis problemas existenciales.  ¿Para qué lo uso yo? Para chatear por whatsapp y ver instagram. 
 Entonces me pregunto: ¿Está mi teléfono destinado a volar bajo o soy yo la que no entiende para qué está diseñado? 
 A veces nos aferramos tanto a nuestra estructura que se repite sin cesar, que no vemos el potencial de las situaciones. Y pienso que tal vez no estamos diseñadas para sufrir, sino que estamos empeñadas en repetir. 
 Repetimos outfits, repetimos peinados y frases armadas. Repetimos canciones, películas y chicos. Repetimos malos hábitos, acechos y postres. Repetimos boliches, penas y carteras. Repetimos, repetimos, repetimos.
 No estamos diseñadas para sufrir, estamos configuradas para repetir. Y eso es peor que un diseño, es una decisión. 
 Lo curioso de las cosas que se repiten, es que suelen tener un significado. Y es cuando uno advierte la reiteración, que puede hacer algo con eso. Porque si somos honestas, no todas sufren. Es mentira que uno siempre quiere lo que no puede tener, o al que quiere a alguien más. 
 El amor no es mágico, siempre empieza con una elección. Tal vez lo que hay que preguntarse es por qué nuestro diseño nos lleva a elegir a quién elegimos. ¿No será que más que diseñadas para sufrir, queremos fracasar?
 Tal vez es más fácil elegir mal y saber desde el principio que el éxito está fuera del juego. Es más fácil que desilusionarse por no alcanzar una meta. 
 A veces nos olvidamos que las relaciones se tratan de eso, de estar dispuestos a perder y sufrir. Porque aún en una relación idílica se sufre. Se sufre cuando se está separado, cuando se está enfermo, cuando no se puede alcanzar todo lo que uno quiere. Nos olvidamos que para saber lo que es sentir regocijo, también hay que sentir sufrimiento. A veces hay que conocer las dos caras de una misma moneda, pero "we remember to forget".

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...