domingo, 11 de mayo de 2014

No tengo miedo de explotar

 ¿Nunca se preguntaron quién nos devuelve las horas que malgastamos viendo películas que no cumplen con nuestras expectativas? La respuesta es "nadie". Nadie: ni Netflix, ni HBO ni, mucho menos, Telefé.
 Hace mucho que me cuesta mantener mi motivación a lo largo de una película entera. Usualmente hago varias cosas a la vez. "Veo" la peli, me pinto las uñas y chateo; o "veo" la peli, hablo por teléfono y ordeno el placard. Otras "veo" la peli, cocino y hago la lista del super. Si me cuesta destinar el 100% de mi atención a una peli, se imaginarán lo que me pasa con los libros. 
 Este domingo encontré una película que captó mi atención. Y, mientras la veía, no sentí la necesidad de hablar por teléfono, cocinar bizcochuelo o leer una revista. Esto último me hizo pensar. 
 ¿Por qué había perdido la capacidad de poder destinar toda mi atención a una sola actividad? ¿Será por miedo a la defraudación? Creo que sí. Porque de alguna manera me convencí de que si gasto dos horas en una historia que no cumple mis expectativas, entonces no me queda nada. Pero, si además de participar de esa historia, hablo por teléfono, leo cuántas calorías tiene el alfajor milka o posteo en este blog; entonces la desilusión de una historia que no cumple mis expectativas puede ser mitigada. Porque al final del día, esta sobreviviente no desperdició su tiempo, sino que lo distribuyó.
 Hoy descubro que el multitasking es un problema. Es una competencia laboral altamente codiciada, pero un problema para las historias reales. Porque a la hora de ver una película, activar mi capacidad de hacer distintas actividades a la vez, significa no sumergirme en la trama. Entonces uno termina con retazos de una historia difícil de interpretar. Pasás de un polizón pobre en un barco al Titanic hundido; de Sara Jessica abandonada en el altar, al perdón de Big. Y las tramas tienen tan poca consistencia, que tu atención se coarta aún más. 
 Bueno, se acabó. Hoy fue el día en el que presté atención a una película que nunca antes había visto. No sé qué fue primero, si la gallina o el huevo, las calzas o el vestido bobo. No sé si empecé a prestar atención porque lo necesitaba, o si lo necesité porque a esta historia había que escucharla.
 No era una película especial o innovadora, no había detalles trascendentales o protagonistas modelos, tampoco lecciones de vida. Básicamente era una historia de amor, llena de desencuentros subidos sobre casualidades imposibles de encontrar en la vida real. 
 Supongo que lo que llamó mi atención fue el espíritu de este largometraje. La idea o la sensación de que ante determinados escenarios uno tiene que abandonar la simultaneidad de tareas para sumergirse en una historia. 
 Entonces, siendo que es domingo y llueve; me habilito a pecar de espiritual, cursi o grasa, y se me ocurre que tal vez es así como distinguimos que algo se está moviendo. Es cuando perdemos la capacidad de multitask que tenemos que "preocuparnos". ¿Por qué? Porque nuestra cabeza está monopolizando nuestra energía en alguna fantasía. ¿Cómo nos damos cuenta? Fácil, te tildas cuando te estás pintando las uñas y tu mano termina teñida de bordo, estás sirviendo agua y de repente te mojas la mano porque no paraste en el límite del vaso...o, en mi caso, comer un alfajor y mirar una peli al mismo tiempo es un desafío.
 Tal vez es por este monopolio de libido sobre una sola idea, por la que los niveles de ansiedad crecen y cometemos los usuales errores de los que les hablé la vez pasada. Hablamos de la dinámica del deseo en su máxima expresión. Porque, como yo lo entiendo, el deseo nace de esta idea de que algo nos falta; cuando no convive con ninguna ilusión, se vive como nostalgia....y cuando visualiza alguien o algo que capta su atención, se activa como una revolución. 
 Aprender a que la nostalgia puede ser parte del deseo, es el camino a poder prestar atención a una peli entera, a sumergirse en alguna historia nueva. Porque cuando compro carteras, me pruebo un jean o veo collares; no estoy pensando en el día que tengan que ir a una bolsa de donación. Cuando me corto el pelo, sé que es porque es la única manera de que crezca más sano y fuerte. Porque, tal vez, hay que vivir pensando que "no importa lo que pueda pasar" y no tener miedo de explotar...o explorar.  
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...