domingo, 25 de mayo de 2014

No me voy a morir.

 Tengo un nuevo hábito que, seguramente, sea la envidia y fantasía de toda anoréxica y el miedo de algún futuro médico en mi vida (porque esto no puede ser bueno para el colesterol).
 Escena: Lays y cualquier tipo de queso untable: Cremon, queso chedar, Finlandia. Y no hablamos del paquete de Lays que trae ocho papas fritas, hablamos del paquete tamaño familiar. Hablamos de ese envoltorio para el que hay que arremangarse y de ese hábito para el que claramente hay que atarse el pelo lo más alto que se pueda.
 Y mientras me hundo en esta especie de ritual que claramente roza la disfunción alimentaria, me pregunto qué estoy haciendo realmente. Porque no soy la clase de persona que come cuando se angustia, podríamos decir que supe ser el caso contrario a ese escenario. Yo no como; ordeno compulsivamente, escucho una canción en repeat 38 veces seguidas y me cambio de outfit tres veces al día. Armo mi agenda dejando 7 hs al día para dormir, catalogo mis cosas y me hago baños de crema; no como sin sentido.
 Aparentemente mi aparato psíquico no tiene en cuenta la inflación a la hora de desarrollar nuevos mecanismos evitativos. No sabe que las Lays familiares salen más de 40$, y desconoce el presupuesto que se necesita para duplicar un placard en un año. No lo sabe, porque sino asignaría mi tiempo a la escritura compulsiva de poemas o a coleccionar hojas que se caen de los árboles.
 Tengo un aparato psíquico altamente capitalista y derrochador. Así y todo no puedo odiarlo. A veces me sorprende su capacidad de resiliencia; y si lograr que se organice y salga adelante cuesta algunos paquetes de papas fritas y acceso ilimitado a coca light, entonces supongo que es el precio que me toca pagar.
 ¿Alguna vez tuvieron la sensación de que en su cabeza coexisten una serie de ideas o impulsos contrarios entre sí? Creo que de lo que hablo en realidad es de esa parte más impulsiva de uno en contraposición a un aspecto más conservador que nos hace saber que a veces es mejor pensar antes de hacer.
 La parte impulsiva en mí siempre le gana al sector de mi cabeza que vota por esperar y analizar. Y, de alguna manera, el sector conservador termina siempre consolando al impulso con explicaciones sobre por qué las cosas no salieron como uno esperaba. 
 Alguien me preguntó hace poco cómo escribo este blog. La realidad es que simplemente lo escribo...y creo que lo hago sobre esa dinámica de consuelo entre lo que me impulsa y lo que me retrae. Una sola cosa se mantiene estable cuando me siento a redactar, no sé si se habrán dado cuenta. Los títulos son canciones que escucho mientras tipeo y que, de alguna manera,  se relacionan con la esencia de lo que quiero transmitir. 
 Este fin de semana no hice absolutamente nada. Viví ocho días de tos intensa y en el fondo sentía la necesidad de descansar mimetizada con un vegetal. Sobreviví a base de delivery de comida china y pizza, y salí una sola vez a la luz del día para darme cuenta de que afuera hacía calor. ¿Cómo puede ser que adentro de nuestras casas haga frío, cuando afuera hace calor? Puede ser, así como puede ser que nosotros interpretemos algo que nada tiene que ver con lo que en realidad le pasa al otro.
 Pensé que necesitaba hacer "nada". Supuse que lo que quería era estar conmigo misma ( y mi amante: Netflix). Pero en el ocaso del domingo, me doy cuenta que era una mentira de la parte conservadora de mi cerebro hacia su parte impulsiva. Creo que en realidad necesitaba estar tranquila para esperar algo. Esperé y nada pasó. ¿Será por eso lo de las Lays?
 Freud siempre hablaba del timing, ese esperar el momento adecuado para que las palabras surtan efecto. Yo tengo muy buen timing en la vida ajena, muy mal timing en la mía. Me cuesta mucho esperar y eso dificulta la coordinación de mi persona y los tiempos ajenos. 
 Me gustaría ser psíquica, no psicóloga. Me gustaría ser menos impulsiva y un poco más paciente. Me gustaría que esto que me pasa con las Lays no se convierta en un ritual. Porque no estoy comiendo papas fritas, estoy frenando mis impulsos con calorías que solo pueden dirigirme a piel grasa. No estoy comiendo Lays, estoy evitando aceptar que tengo que esperar a merced de alguien más. 
 Y sé que no me voy a morir porque sea domingo a las 8 de la noche pero, en la dicotomía de las fuerzas que gobiernan mi pensamiento, a veces me traiciona el corazón y termino esperando imposibles. Y no, no me voy a morir y "nada va a cambiar solo porque no estás aquí", excepto tal vez mis hábitos alimenticios, un par de cuadros y yo.

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