domingo, 27 de abril de 2014

Pretty woman walking down the street.

 El resfrio es un gran desafío para cualquier "odiador" de domingo. 
 Tu nariz y vos se disocian completamente, tu piel blanco fantasma desentona con el rojo del sector nasal y, a pesar del rodete gigante, sabés que el frizz de tu pelo se triplicó a la enésima potencia por el roce con la almohada.
 El sistema respiratorio colapsa como la Vaio ante algún virus que llegó con un cd pirateado. ¿Y entonces? Entonces busco planes para no sucumbir a este estado que, combinado con el tinte de domingo, es un cóctel fatal.
 Ayer me juré a mi misma que el resfrío era un estado mental que podía vencer con dos bayaspirinas, un ibuprofeno 600 y un buen outfit. Me equivoqué. Nunca llegué a la puerta del boliche y defraudé mi status de soltera. Aunque, por otro lado, me consuelo pensando que en realidad solo aporté un poco a mi ticket al cielo que hoy está en negativo. Porque ir a bailar con la peste de la temporada, significaría esparcirla por la ciudad. Ergo: hice una obra de bien por nuestra sociedad.
 Hoy me desperté con una porción muy reducida de mi cerebro en funcionamiento y con una heladera carente de coca light o cualquier otro tipo de insumos, excepto por kit kats y queso rallado.
 Supongo que ser soltera significa ser lo suficientemente fuerte como para salir del envoltorio pseudo gusano de seda que nos provee nuestro plumón, e ir al super enfermas.
 Llegué al super sin plan y sin cerebro activo, lo que hizo que comprara desde patitas de jamón y queso hasta tres alfajores terrabusi y stock de coca light para abastecer Invernalia por el resto de las temporadas de Game of Thrones.
 Volví a casa, mezclé dulce y salado, dulce y salado on and on; y vegeté. Vegeté porque estoy enferma. Y, mientras vegetaba, me miré los pies cubiertos por mis medias con estampado camuflado de combate y pensé: "No puedo estar combinada todo el tiempo". 
 Estar enfermo es como estar en duelo, es un cortocircuito donde tu cerebro no te da el margen de vuelo necesario como para combinar. Y así terminás con medias de combate abrazada a una bolsa de kit kats, rodeada de una PC, tu celular y una tablet; mientras tu tele reproduce non stop capítulos de Beverly Hills 90210.
 Y no estamos hablando de 90210 el remake, estamos hablando de Beverly Hills the original, de 1989 all over again. 
 Una temporada de Beverly, un alfajor, tres kit kats, dos hamburguesas y tres galletitas pepas. Un pantalón que compré online y llega dentro de 15 días, dos horas viendo el catálogo de Deluxe, tres tés y un capítulo de "50 sombras más oscuras". Cuatro chats abiertos que me conectan con el mundo exterior, dos paquetes de pañuelos y una caja de Bayaspirina C.
 Eso fue mi domingo. Siento que tuvo 430 horas. Es como si hubiera nacido en esta cama y estuviera resfriada desde 1989 cuando Aaron Spelling ideó Beverly Hills 90210. 
 Esa es un poco la magia de estos estados leprosos. Al cabo de un par de horas uno siente que nació de esta manera. En realidad es lo que pasa con todos los estados. Como cuando la que no cree en el amor se enamora y se olvida de su época de grinch; o Julia Roberts conoce a Richard Gere y olvida que era una "mujer de la vida".
 Lo cual me lleva a este momento: 21 Hs., un 3% de mi cerebro se reactivó y me dijo: "Pretty Woman". Es domingo y mi cerebro me lleva a Julia Roberts en "Mujer Bonita". 
 Primero me asusté porque temí que, mientras siga atravesando esta especie de estados, mi mente va a seguir aferrándose a estrategias poco productivas. Pero mientras más avanzo en la película, más me doy cuenta de lo mucho que podemos aprender de Julia Roberts las solteras: 1) La prostitución NO es la solución. 2) Si usás vinilo en los pies y tenés permanente, no podés comprar en Rodeo Drive. 3) Richard Gere es la clase de hombre que tienen que buscar, porque si puede rescatar a una prostituta de la zona roja de Los Angeles y enamorarse, tranquilamente puede cuidar a una resfriada.

viernes, 18 de abril de 2014

Afín a mi signo del zodiaco.

 El otro día, en medio de mi sesión semanal de cordura, tuve una revelación...o algo así. Soy una "intelectualizadora". 
 Empecé como de costumbre, chequeando el outfit de mi psicóloga y tirando estratégicamente mi cartera en el lugar de siempre. Sin resignar hábitos: me pinté los labios, acomodé los almohadones en su lugar, respiré hondo y arranqué nuestra "charla".
 "No tengo nada que contar".
 Es increíble cómo los terapeutas pueden convertir nuestra "nada" en una sesión que supera la hora reloj. Creo que a esta altura mi psicóloga sabe bien que mi neurosis va a la intelectualización como honey to the bee, porque últimamente noto que todos nuestros encuentros empiezan conmigo predicando alguna "gran verdad" de la vida, y terminan conmigo pisando o desarmando esa epifanía.
 Tiemblo por el día en que esta profesional de la salud mental quiera que piense por qué mi cartera va a la izquierda y necesito pintarme la boca antes de empezar. Mientras tanto reflexiono sobre nuestras juntadas...o transacciones.
 "Contame otra vez tu teoría sobre el amor", dice. Y le explico. Le explico que podemos ayudar al destino y eso, para mi, es elegir. Le explico que Cupido no vive en un boliche y que no te enamoras de verdad con una sola mirada. No estamos en un capítulo de "Celeste, siempre Celeste", estamos en CABA, en el 2014. 
 Pero también le explico que no soy tonta o desesperanzada del amor. Simplemente pienso que, en un principio, antes de que siquiera nazca; podemos manupularlo sutilmente, un poco. 
 Porque esto es lo que opino: Si alguien se me acerca, y me dice que vive en Tierra del Fuego y que en tres días vuelve al fin del mundo, para qué sufrir? No estamos en una novela de Andrea del Boca, lo más probable es que nunca se adapten a la vida del otro lado del universo.
 Cuando le cuento estas cosas a mi psicóloga, para mi , todo tiene sentido. Es como si me diera a mi misma la pócima contra la posibilidad de que algo pudiera fallar. 
 Saben cuánto dura el sentido? Tres minutos y medio. Bastan dos preguntas para desbaratar mis artilugios contra el posible desamor. 
  Entre preguntas, me hace pasear por los prospectos que me interesaron, me interesan o me interesarán. Y en el paseo me doy cuenta que la línea D no llega a ninguna de sus casas, no son estereotipos de Ken, Disney no es su lugar preferido en el mundo y Freud no puede ni empezar a rozarlos. 
 Me pregunto por qué nos gusta lo que nos gusta. Para mi las personas son incógnitas y no hay nada más lindo que conocer a alguien más; poder pensar lo que es, en función de donde viene. Creo que es en ese proceso que entendemos por qué el otro nos gusta. A veces son puntos en común, otras son puntos complementarios, a veces incompatibilidades o algo reparatorio. 
 Y es que la mente es un poco como el zodíaco. Excepto que en vez de 12 signos, hay infinidad de personalidades. Tantas personalidades, como seres existen.
 Sería fácil pensar que el éxito depende de la compatibilidad de los signos. Libra con Escorpio, Libra con Acuario, Libra con Capricornio. Pero la compatibilidad de la gente, depende de la capacidad de conocerse y hacer que las historias funcionen. De esa ilusión de que el otro tiene lo que nos falta, ilusión que alimenta el deseo de entenderse y complementarse. 
 Sea como sea, no tomen todo esto al pie de la letra. Aparentemente soy una "intelectualizadora". Y probablemente mi psiquis esté intelectualizando otra vez porque el hombre casi perfecto no es afin a mi signo del zodíaco y claramente no nació en año bisiesto. 
  


miércoles, 16 de abril de 2014

California King bed

 Admiro a la gente que duerme en el medio de la cama. Esa gente que se adapta rápido a las situaciones y se expande en todo el espacio en cuestión de instantes. 
 Aunque, si tengo que ser honesta, los admiro por un lado y me preocupan por otro. Son el estereotipo de persona que te despierta con una brazada a las 3 AM cuando intentan adueñarse del terreno frazadístico.
 A veces me gustaría dormir en forma de cruz y ocupar todo el espacio. No sé por qué. Supongo que es porque sería adueñarme de lo que es mio. 
 Seis meses dormí de "mi lado" de la cama. Dejé la otra mitad inmaculada, como si no fuera mía. 
 Un día me desperté y se me ocurrió la loca idea de que, si no usaba los dos lados, la cama se iba a desequilibrar. Como si 48 kilos pudieran hacer diferencia en los resortes de un colchón...
 ¿Entonces? Migré al lado contrario de la cama. Migré y me dí cuenta de que era mejor. Mejor visión panorámica del placard y acceso al living, mejor luz y distancia óptima del aire.
 Pero últimamente siento que es lo mismo. No importa de qué lado de la cama me acomode, siempre dejo un lugar.
 Sería patético confesar que a veces pongo los almohadones decorativos en el espacio vacío, así que me lo ahorro. A veces dejo los controles remotos o los auriculares que pretendieron conectarme a un soundtrack que hoy va mutando.
 Sea como sea, queda un lugar. Y me pregunto por qué dejamos siempre un lugar. Con almohadones, o sin almohadones; no podemos ocupar todo el espacio. Supongo que la cama no es como el placard.
 Pero, aunque siempre quede espacio; en la medida en que el tiempo pasa, siento que este lugar se encoge. Es como cuando volvemos a un lugar que de chicos nos parecía enorme, y en la distancia nos damos cuenta de que no era tan grande. (Salvo el Unicenter, que debe ser el único lugar en la tierra que crece por minuto).
 Hoy me desperté y me di cuenta de un par de cosas. 1) Mi pelo está un poco fuera de control, 2) Este va a ser un invierno de estampados, 3) Es hora de dormir en el medio de la cama.
 Y también decidí que puedo vivir sin algunas reglas. Mantengo la nave madre: Dorado y plateado no se mezclan; levanto otras reglas: Si la línea D no llega a la casa de un hombre, puedo darle una oportunidad; y tal vez (TAL VEZ), a veces no podamos elegir quién captura nuestra atención.
 Esta cama que hace un año parecía eterna, hoy no parece tan grande. Me pregunto si algún día me va a parecer chica, como mi placard.
 In this California King bed...we are 10.000 miles apart.

domingo, 13 de abril de 2014

Tell me I´m a screwed up mess.

 Odio los cambios bruscos de temperatura. En realidad odio todos los cambios abruptos para los que no estamos mentalmente preparados. 
 Supongo que me gusta tener tiempo para planear. El tiempo hace a las estrategias, a la reorganización del placard, a la adecuación al cambio, a la sutileza en el ingreso a nuevos escenarios.
 A casi un año del inicio de este blog y del reingreso a las pistas; vuelve a acercarse el invierno y este año decidí cambiar a Jazmin Chebar por una tele smart. 
 Me pareció una movida inteligente, hasta que en el medio de una date me dí cuenta de que todo lo que quería hacer era estar viendo Netflix. Y entonces me percaté de que mi versión 2014 puede resultar un tanto peligrosa.
 Pienso en dating y me da cansancio. Trato de explicarle a mi psicóloga que volver a conocer a alguien es como cambiar de terapeuta. La idea de contarle a alguien tu historia y que sepa de dónde venís me deja exhausta. No llego a las mariposas, las salteo y llego al "que estés bien". 
 "Las historias siempre son distintas y los terapeutas también, nunca empezás del mismo punto de partida". La miro con mi mejor cara de whatever para explicarle cuál es mi punto de partida hoy. 
 Mi comienzo parte de esta nueva teoría de que el amor es una construcción y que no dura para siempre, entonces me pregunto para qué empezar algo que se basa en una irrealidad con fecha de caducidad.
 Así el 2014 me encuentra en la posición más defensiva de mis 28 años. Pero en el fondo sé que esto es solo un momento conjugado con el ingreso de las smart tv´s en mi vida. Porque revisando mi autobiografía e historias ajenas, sé que la experiencia se trata de lo que uno está listo para vivir.
 No estoy lista para el frío, me falta un poco de grasa y elegir un tapado preferido todavía. Tal vez tampoco esté lista para alguien más en este momento y por eso nada capte mi atención.
 Y entre sobredosis de kit kats y canciones de Kelly Clarkson en repeat, recurro al horóscopo. Porque hace un año cuando no sabía dónde estaba parada, la idea de que nuestras vidas estuvieran pautadas por las estrellas me reconfortaba y me ahorraba algo de responsabilidad.
 Resulta que mi horóscopo 2014 es GENIAL. No voy a descubrir una estrella, inventar un color o ganar la quiniela; pero tras una amistad sutil voy a encontrar el amor a fines de Mayo. Previo a esto aparentemente hay bastante frustración y Noviembre va a ser complicado. Pero mi energía es tan buena que el año va a ser un éxito.
 Otro horóscopo, otra profecía autocumplidora. Me pregunto si el éxito de la astrología, radica en su sutileza y en la existencia de solteras al pedo alrededor del mundo. Solteras que después de leer nuestro "destino", estamos esperando que la luna en Géminis forme trígono con Marte en Libra en Mayo. Y también me pregunto qué significa trígono y cómo me visto para ese momento.
 No estaba preparada para el frío el año pasado y no estoy preparada para el frío este año. No estaba preparada para los rumores de pasillo del pasado y sigo sin saber cómo peinarme para las eventualidades del duelo y las novedades que reflejan que la vida sigue para todos.
 En los duelos todos decimos siempre lo mismo...que estamos genial y mejor que nunca; que ganamos, más de lo que perdimos. Yo quisiera que a veces me digan la verdad: Que vamos para adelante y a veces para atrás. Y que, cuando voy para atrás, teorizo sobre el amor y me compro un smart; soy un lío. Tell me I´m a screwed up mess.

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...