lunes, 30 de enero de 2017

Con mi memoria de Elefante...

 Nunca hablo con nadie de lo que escribo. Los que leen son muy silenciosos, respetuosos. Casi como si acariciaran esa parte de mi que late procesando mientras tipea. Como cuando vemos un animal éxotico de lejos y no nos acercamos, por si se esconde. Pero no todo lo exótico, es sigiloso. Pienso, por ejemplo, en un Elefante. A veces me siento así, Elefante.
 "Mi amiga leyó Kamikaze y lloró. Yo también lo leí. Nunca me pasó, pero lo sentí".
 Y yo pienso, en eso nuestro que el otro puede aprehender. Porque Kamikaze; aún siendo un momento muy mío, es algo que compartimos. Es ese proceso colectivo, que yo también viví de otros. Es esa idea de Freud de que nos conectamos a pasiones que nos destruyen, porque nos hacen vivir también. Es aprender a elongar hacia nuevos lugares. Es aceptar que a veces necesitamos aferrarnos un ratito, pero también es aprender a soltar para encontrar algo nuevo.
 A vos que no te conozco e invertiste una lágrima, a mi amiga que sufre al lado del celu y a la chica que me crucé triste en el subte comiendo papas fritas; quisiera contarles algo más. El "antes", de ser kamikaze.
 Hace muchos años, leí "Funes el memorioso". No soy fan de Borges, probablemente no lo habría leído si no hubiera habido un examen por detrás. Y, sin embargo, muchísimo tiempo después sigo recordándolo. 
 ¿Cómo hacer para olvidar "con mi memoria de Elefante"? Esa era mi pregunta antes, mucho antes de kamikaze. ¿Cómo hacer para no sentir? ¿Cómo flotar para aprender a nadar?
 Y en un proceso muy único e inevitable, aprendí que hay que tropezar mil veces, por cada paso hacia adelante. 
 Me acuerdo el color de la mochila que estrené en primer grado, la combinación de un diario íntimo que ya no uso y un par de frases en alemán que no me llevaron a ningún lado en Berlín. La primera vez que me dijeron que me querían, mi primer beso y con quién me senté el primer día de facu. Qué tenía puesto el día que me sentí volver kamikaze y la primera vez que mi mamá me llevó a una peluquería. Soy así, me acuerdo. Grabo sin cesar. Soy así.
 ¿Cómo hacer para olvidar "con mi memoria de Elefante"? Qué pregunta tonta y recurrente. Si solo hubiera sabido que, los Elefantes, no olvidamos. No se puede aprender, si se olvida. 
 Antes de ser kamikazes, flotamos. Pero no flotamos en la nada. Flotamos en esa memoria elefantística, recuperando el afecto de los recuerdos. Es un proceso afectivo, nos "afectamos", en todo sentido. 
 ¿Cómo hacer para olvidar "con mi memoria de Elefante"? Recordando. Contradictorio que, para olvidar, haya que recordar. Pero la única forma de desafectarse, es volver a pasar por donde el afecto se aferró. 
 A vos que no te conozco e invertiste una lágrima. ¿Cómo vas a hacer para olvidar con tu memoria de Elefante? Recuperando el afecto, eso tuyo que está ahí en algún lugar de otro. En esa lágrima que le regalaste a este Blog. 
 El Otro en vos. Una espina, diez espinas, cien espinas. No te preocupes. ¿O no es más que gruesa la piel del Elefante? Doscientas espinas y algunas más, hasta que dejes de contar. Hasta que, del otro lado, veas las marcas por atrás. ¿O no es eso lo que somos? ¿Un todo hecho de marcas del otro? Es tan gruesa la piel de este animal exótico.
  Y te voy a contar, mientras te secas esa lágrima; qué pasó mientras flotaba en ese mar abierto. Cuando dejé de llorar, porque no me quería arrugar. Cuando descubrí que necesitaba flotar un ratito con un cuerpo que se sentía de dos toneladas, que no es lo mismo que paralizarse. Mientras me sacaba las espinas. Algunas yo y otras, otros.
 Dejé de recordar y empecé a reconstruir. Me dejé afectar, por mi memoria de Elefante. Porque necesitaba recuperar todo ese afecto, que me mantenía a flote. Me acordé que hay una parte que no está marcada, ese marfil muy nuestro. 
 Hoy, en esta versión que excede un momento, en este ser kamikaze; aprendo que mi memoria es lo que me ayudó a nadar. Y es que, si no pudiera atravesar lo que me hizo mal, lo que me hizo bien; lo que quisiera no repetir y lo que quisiera buscar. ¿Sería kamikaze? 
 En esta versión, con marcas aceptadas y lo que me hace muy yo en el marfil; aceptando que, por cada paso que doy, tropiezo mil veces...y está bien. En esta versión donde sé que puedo nadar, aún cuando a veces necesite pesar dos toneladas. En mi versión de Elefante, le doy gracias a mi memoria; aún cuando a veces pueda ser mi karma. 
 ¿Cómo hacer para olvidar "con mi memoria de Elefante"? Acordándome, reconociéndome en cada paso que doy hacia un nuevo lugar. 
 ¿Cómo vas a hacer para olvidar con tu memoria de Elefante? Sintiendo. Entendiendo que necesitás pesar dos toneladas a veces. Todos pesamos toneladas en algún momento de nuestras vidas. Es el peso de los recuerdos, es el precio de afectarse. 
 No podemos olvidar. Los Elefantes no olvidan, recuperan el afecto. Afecto para nuevos recuerdos, para seguir tropezando. Y es que eso es lo perfecto de tener memoria de Elefante, siempre hay lugar para más. 














Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...