lunes, 21 de marzo de 2016

It´s OK...I can sleep at night.

 "Ella es la clase de mujer que entra a un local, y sabe lo que quiere. Lo agarra, lo prueba, lo paga, lo lleva. Así te describo yo". Y, en la frase más superficial y atinada de mi año, me siento vacía y halagada a la vez. 
 Pero es verdad. Soy expeditiva en el shopping, no como ensalada y sé lo que quiero cuando lo veo. Siempre tengo un plan B, doy opciones de colores y, si no me gusta, lo cambio. Me doy cuenta entonces: Soy presa cruda de la frustración de los compradores indecisos. 
 "Lo agarra, lo prueba, lo paga, lo lleva". Si solo eso funcionara fuera del mundo de Visa y MasterCard.  
 "Sé lo que quiero hacer, pero me abro a debate y dejo que veten mi moción. Necesito que me habilites opciones. Estoy en el local y sé lo que quiero; pero un día no está mi talle, el otro no anda el posnet y después quieren que espere al día de las 12 cuotas". 
 Y es que me guío por el folleto que todavía no escribí: "Cómo comprar en Miami sin morir en el intento". A) Si lo ves y no te encanta, dejalo. B) Lo mirás y te ves usándolo, sale menos de 20 dólares y combina con dos items de tu placard, llevalo. C) Te encandila y sabés que no vas a poder dormir pensando en que lo dejaste en una percha para que alguien más lo use; pagalo  hasta 100 dólares. 
 ¿Cómo llevar estas enseñanzas de vida a los vínculos de carne y hueso? "A" queda igual, es como ese cardiólogo que no paraba de hablar de sus convenciones. Lo ves, no te encanta, lo dejas. "B" es la asignación semanal con  fecha de caducidad. Pero "C", ¿Cómo queda "C"?
 "Ese es el problema. Cuando yo sé lo que quiero, mi mente elucubra hasta cuando duermo. ¿Estoy muy orientada a objetivos?".  Y ella no sabe de lo que hablo, porque no psicoanaliza por competencias. Damn it. 
 "Bueno, salgo de la corpo y te explico. Recibo un mensaje a la 1 AM y duermo como un ángel. Me invitan a salir con SIETE días de anticipación, y ni siquiera pienso en qué me voy a poner. Me preguntan qué estoy haciendo y les digo la verdad: Estoy en short y remera comiendo mi tercera Tita. ¿Sabes por qué? Porque ellos en el local, no son lo que yo me quiero llevar". 
 Ella comprueba por qué no estamos ni cerca de terminar este análisis milenario y yo me pregunto dos cosas. A) ¿Estoy comiendo demasiadas Titas? B) ¿Estoy siendo "eclipsada" por un jogging disfrazado de lentejuelas?
 Me abro a debate, dejo que veten mi moción y me pregunto si me estoy equivocando. Me pregunto si estoy ante un caso de "Sweater Mono" versión 2016. 
 Corría el año 2012, pleno local de Paula Cahen D´anvers; ahí estábamos los dos: El sweater mono y yo. Había algo en el abrigo que no me super convencía, pero sabía que no iba a poder dormir si nos separábamos. Abrí el mono a moción de un tercero y así nació su nombre. "Pareces un mono". 
 ¿Por qué dejé ir al sweater mono? Cumplía la regla "C" de mi folleto de cómo no morir en el intento. Estamos en el 2016 y sigo pensando en todos los outfits de los que podría ser parte. Me abrí a debate, y perdí mi esencia. Me dejé asesorar por alguien que tenía más de un jogging, y me perdí a mi.
 Pero ¿Es este un caso de abrigo de simio o es una jogginet camuflada? ¿Es una A o una C en el folleto?¿Estoy por cometer un nuevo error?
 "Me parece que el mensaje de la 1AM lo merecías", dice ella cambiando de tema. "Sí, definitivamente. Pero ¿por qué no me importa? ¿Por qué pude dormir a la noche? ¿Por qué está todo bien? Es un Sweater Mono L". 
 "Está ganando tiempo V. ¿Para qué? No sabemos. Vos usá tu tiempo, no lo guardes". Compruebo una vez más que esta mujer es muy inteligente para mi neurosis. Pero, tiene razón. Cenicienta tuvo que ponerse algo para ir al baile, no esperó a que Kosiuko se dignara a traer su talle.  
 Es desencuentro, tras desencuentro. Dejé ir al que podría haber sido mi sweater preferido por mucho tiempo allá lejos en el 2012 y estuvo bien, pude dormir. Mal al principio, pero pude. 
 Me suelto el pelo y agarro mi cartera. Acaricio al intento de caniche toy que me acompaña al consultorio cada sesión y me paro. Me paro pensando en si el destino de este sweater es otro golpe en mi puerta dentro de cuatro meses. Pero me voy sabiendo que está bien, porque puedo dormir a la noche. 







domingo, 20 de marzo de 2016

The best you never had.



 "Karma: Generalmente el karma se interpreta como una «ley» cósmica de retribución, o de causa y efecto". Gracias Wikipedia. 
 Estuve todo el día pensando en el karma. En el imaginario social; suele relacionarse con recibir lo que damos, como si todo volviera. Lo cual implica que estoy condenada porque, si el contador empezó a correr en sala verde cuando rechacé el bon o bon de ese chico, o en séptimo grado cuando rompí la carta de aquél otro en su cara; nada bueno está en camino.
 ¿Funciona así? ¿Tiene razón Justin Timberlake? ¿Lo que va, vuelve? Porque quiero dejar asentado que de mi parte fueron muchos tapados a caridad, y nada de eso volvió todavía. 
 Estuve un rato largo sentada, preguntándome si fui, o no, rechazada sutilmente por alguien. Estuve un rato largo sentada, solo para darme cuenta de que estoy en un ciclo sin fin. ¿Por qué? Porque hace semanas que yo rechazo sutilmente a alguien más. ¿Es esto el karma?
 Empecé la semana armonizada, pudiendo ponerle un freno a una situación que me controlaba. Coraje, texto, paz, almohada. Libre de pensamientos y dispuesta a dormir, mi celular nuevo lanzó un sonido desconocido para mi. Era el sonido del pasado, de un mensaje que llegó algunos meses tarde. No lo contesté y simplemente me dormí pensando que mis caminos tendrían que tener un cartel advirtiendo a los neuróticos del planeta que yo "Los lunes voy a terapia". 
 Entonces; alguien no me contesta a mi, yo no le contesto a alguien más y evado a otro. ¿Es eso el karma? ¿Se me destiñó mi remera preferida por criticar el sweater de llama del chico hippie? ¿Dormí mal toda la semana por desearle insomnio a alguien más? ¿Me salió un granito por desear el pelo de Jennifer Lopez?
 Y entramos en el círculo del karma. No me encanté hace dos años, y me intrigo hoy. Desapareciste hace cuatro meses, y resucitás un lunes a la 1 AM. Me buscaste por un mes, y de repente somos amigos virtuales. Te escribo los domingos, y no puedo decirte que sí a ninguna salida ningún día. Solo falta que me invite a salir mi amor imposible de los 17 años para realmente creer que, esto, es el karma. 
 ¿Es karma o desencuentros? ¿Apretamos pausa porque todos estamos en duda sobre si el círculo va a caer donde esperamos? ¿Es karma o indecisión? ¿Nos retrasamos porque lo complicado es más fácil?
 Y en el postergar, nos perdemos de saber si esto es lo mejor que podríamos tener. Nos sometemos emocionalmente a esta regla cósmica de las vueltas de la vida. 
 Así es como un lunes a la 1 AM, después de intentar resolver una no historia ya de por sí bastante compleja, tengo que escuchar a mi celular disparar un agudo del pasado. Y esperando abrir una Sale Alert de Hunter rojas, encontrarme con una declaración de madrugada de alguien que llega algo tarde a escena. 
 ¿Así funciona el karma? ¿Como historias que se desenvuelven en temporalidades paralelas? Y saturada de estímulos por un día, me río y apago mi celular. Lo apago por esas decisiones que llegan muy tarde, por esos mensajes que son tan poco claros y porque, ni siquiera, se trata de venganza. Se trata de no hacernos sentir mal, cuando sabemos que esto podría ser lo mejor que nunca tuvimos. Se trata de que simplemente ya no me importa contestar. 
 Y me pregunto si el karma va a actuar también en esta historia que me ocupa. Si alguien más va a darse cuenta de que, tal vez, somos lo mejor que nunca vamos a tener, por retrasarnos. ¿No los pone tristes? Nos dejamos pasar, nos marcamos, sin saber si somos lo mejor que nunca vamos a tener. Y empiezo a preguntarme, si vamos a vivir para lamentarlo.
  Tal vez, ni siquiera se trata de karma. Por ahí es simplemente aceptar que no somos causa del efecto que buscamos, en el momento que lo queremos.




miércoles, 16 de marzo de 2016

¿Con quién se queda el perro?

 Hace dos semanas charlé con mi psicóloga sobre esas sensaciones que experimentamos a veces fuera de lugar. Esos momentos donde nos angustia alguna pequeñez de alguien que recién conocemos, hacemos planteos fuera de lugar o nos ponemos contentos en dimensiones no congruentes con los hechos.
 Extraños te mandan un mensaje de texto y te late el corazón, ni siquiera pasaste por Zara y sentis adrenalina. Se cancela un encuentro y comés una bolsa entera de M&M´s, vas a la peluquería o llenás un carrito de H&M online. Sensaciones fuera de lugar y dimensión.
 Son sensaciones que desconocemos en los acontecimientos y no sabemos de dónde vienen. Y sé que no me pasa solo a mi. ¿Cuántas veces se enojó con ustedes alguien por algo explicable y totalmente injustificado? ¿Cuántas otras se pusieron mal por algo que les dijo una persona que apenas están descifrando si les importa?
 En el 2014 me crucé con un ex novio de antaño. Ahí iba yo, con mis auriculares fucsia y mi pollera estampada, caminando por Avenida Santa Fe. Llegando a la esquina, él me tocó el hombro. Personaje salido de mi inconciente, ya adulto, padre de familia, gerente en alguna empresa. Charla de cinco minutos, cerrada con el clásico "Qué lindo verte, que estés muy bien". Cada uno a su camino. 
 Salía yo de una relación larga y estaba en alguno de los mil quinientos pasos de la rehabilitación emocional de una historia de casi siete años de construcción. Y, en el paso 584; me di cuenta de que con este personaje del pasado, en una Avenida sumamente transitada, nos habíamos vuelto extraños muy cordiales. Volví a ponerme los auriculares y empecé a pensar que no sentía nada. 
 No sentía nada por alguien que, en algún momento me había hecho sentir algo. "¿Esto me va a pasar también en algún momento con esta historia?", le pregunté en ese momento a mi psicoanalista. "No lo sé, es una historia diferente...y larga".
 Dos años después de ese encuentro, pienso que tampoco siento nada por aquél intento de "The Notebook" de la vida real. Sí, sueño con Rottweilers y me sé alguna canción de Cerati, sin embargo la emoción dejó lugar solo a identificaciones del otro. ¿Dónde están los sentimientos?
 Pero la semana pasada estuve pensando. Estuve pensando sobre esas sensaciones fuera de lugar. ¿De dónde vienen? ¿Vienen de esos intentos de historias? ¿Se vuelven a editar esos momentos que nos movilizaron, por estos que nos mueven ahora? 
 Este es el precio de ser extraños muy cordiales. Otros terminan siendo objeto de nuestras emociones huérfanas. Se trata de entender que, a veces, el otro no nos está hablando a nosotros. Y ahí nace el "No sos vos, soy yo". Claramente, soy yo. 
 Entonces pienso: "¿Con quién se queda el perro?". Él se va, vos te vas; ¿qué pasa con las emociones?  Yo me quedé los muebles, él los vasos; yo me quedé dueña del placard, él recuperó la potestad de su auto. 
 Pero ¿Qué pasa con las emociones? Porque las historias que fueron, se vuelven a editar, pero ya fueron. No hay nada más importante, que los personajes actuales que mueven y vuelven a mover los sentimientos que se separaron de esas historias. 
 "No se enojó conmigo, se enojó con algo más. Y yo no me abracé a una almohada por él, me abracé por algo más". Lo que vive en el inconciente, no sabe de tiempos, simplemente vive ahí tratando de hacerse escuchar, hablándole a otro, de otro. No puede enraizarse en cualquier lado, se desliza sutilmente por mecanismos astutos en la realidad. 
 A veces nos cruzamos con personajes especiales, que mueven nuestra cabeza. Vaciaste de emociones personajes caducos, para movilizarte por nuevas figuritas. Estos encuentros son oportunidades, de entender mejor de dónde vienen esas sensaciones que aparecen "fuera de lugar". Son también oportunidades, de construir nuevas. 
 Pero si él se va, y vos te vas; ¿con quién se quedan estos sentimientos desprendidos e ilegibles? Empiezo a pensar que elaborar historias, se trata de construir nuevas. Tal vez tenga que ver con querer leer estos sentimientos salvajes de las partes y obligarlos a reconectarse, para transformarse. 
 Pero si él se va, y vos te vas, ¿con quién se queda el perro?







lunes, 14 de marzo de 2016

Si sobrevivir, fue como morir.

 Los lunes se tratan de supervivencia, salvo dos excepciones. A) Estás de vacaciones, B) Es tu cumple. No estaría siendo el caso, por lo que básicamente me dediqué a transitarlo. 
 Me tocó compartir muchos silencios a la mañana con un extraño. Los silencios no son mi fuerte, así que me dediqué a hacer bastantes preguntas. Veintidós años de matrimonio, tres hijos, un perro, una casa, caminatas en la isla y un velero. 
 Le cambié café y mi cara de dormida a este desconocido, por su historia de amor. 
 "No había celular, no había internet, no había nada. Por las vueltas de la vida me tocó atender el teléfono". Hablaron por un año, cada vez más y más. No le había visto la cara, pero sabía que quería conocerla. Dejaron de hablar por un año, y un día la fue a buscar a su trabajo. Buscó un teléfono público y la llamó. "Estoy abajo, parado adelante de mi Peugeot gris". 
 Me contó que ella se quedó muda en el teléfono. Y una historia de amor, nació del silencio de un teléfono público en pleno microcentro. 
 Le di las gracias por contarme la historia, quedando como una psicótica que recolecta retazos de amor ajeno. Pero alegró mi día. Porque este extraño del amor, sin darse cuenta, me hizo dar cuenta que las ganas alcanzan para muchas cosas. 
 Porque digo; corría 1994, el chico no tenía celular, no había Facebook, no podías googlear el CUIT de la empresa y ni siquiera había research previo para saber si la mujer era linda. Si eso no es jugarse con todo a lo Cris Morena, entonces ¿qué es?
 Soy la psicótica que le dio las gracias, por el simple hecho de que ya no existe gente como él. La vida en la tecnología se trata de exceso de oferta y baja demanda; de malentendidos, de distorsiones y dilatación. Se trata de preconceptos sobre el otro y sus reacciones. Pensé que no había nada, ni siquiera las ganas, y él me demostró que hay gente especial. 
 No, no las estoy incitando a recolectar monedas y buscar un público. Entiendo que no hay más, que es imposible conseguir esa cantidad de fichas y que nadie se sabe ningún número de teléfono de memoria. 
 Pero ¿no es lindo? Saber que hay seres que viven historias reales, mientras nosotros armamos outfits en Pinterest. Él se toma una semana de vacaciones en su aniversario, mientras nosotros miramos el teléfono público. Hace el desayuno a la mañana para que ella duerma, cuando yo como una Tita mientras me maquillo. 
 Hoy mientras me peinaba pensaba en que este día no iba a ser de lo mejor. Soñé con un Rottweiler en mi departamento. Un perro que pesa más que yo y mi persona, en un inmueble que araña los dos ambientes. Dos razas con el peor timing de la historia. 
 Pasé al momento de ponerme rimmel en las pestañas y empecé a preguntarme. ¿Son cortas mis pestañas? ¿Está bien desayunar Titas? ¿Por qué sueño con perros asesinos? ¿Qué me quiere decir mi inconciente? ¿Estoy volviéndome loca? 
 No tardé mucho en entender el sueño. Hubo un "Rottweiler" en este departamento. Es difícil vivir en un espacio apretado con un animal diferente. Pero no es eso lo que aprendí de esa historia. Aprendí que las cosas no funcionan cuando ni siquiera están las ganas. 
 "Cuando me levanté pensé en los Rottweilers del mundo. Me hice una trenza y miré mi pelo. Me acordé que sobrevivir, fue como morir para mi. Sobrevivir implica dejar todo estático, como una foto en una galería. Pero el señor extraño con el que no quería pasar mi mañana, me hizo darme cuenta de que hay historias donde uno hace más que sobrevivir". 
 Sí, tuve un momento de sabiduría Jedi en plena terapia. "Lo que él (extraño) hizo, fue motivado por las ganas y el interés. A veces la conquista, vence a la neurosis". Aparentemente mi terapeuta siempre tiene que darle una vuelta a mis reflexiones.
 Me saturo de información que excede mis defensas. Me suelto el pelo y me pongo mi poncho. Paso un mechón de pelo al lado derecho de mi cabeza y agarro mi cartera. "Para mi sobrevivir, fue como morir. Este esbozo situacional me hace acordar al Rottweiler. Y hasta que llegue mi teléfono público, yo sigo en modo supervivencia". 
 Y así es como funciona la terapia. El inconciente se abre y se cierra eternamente. Avanzamos y retrocedemos, solamente nos encontramos si hay intención. Sino, no queda nada, ni siquiera las ganas. 





lunes, 7 de marzo de 2016

You call it love, but still you hate me.

 Últimamente me pregunto cómo algo que te hace sentir bien, puede hacerte también sentir mal. Son las contradicciones de la vida diaria las que rompen la homeostasis que fantásticamente construimos. 
 Comer un kilo de helado puede acercarte al paraíso, pero también a un ataque al hígado. Dormir 12 horas corridas puede reponerte del cansancio, pero también puede darte la peor contractura de tu vida. Renovar tu placard puede hacerte sentir plena por un micro segundo, pero también puede dejarte en bancarrota. 
 "¿Qué es la homeostasis?", me pregunta inocentemente. Como si no me diera cuenta que tiene anotada mi palabra preferida en el cuaderno que lleva mi nombre. ¿No aprobó Biología de 4° grado? Me suelto el pelo y me subo la pollera hasta las rodillas, me adelanto en el diván...e invento.
 "La homeostasis, para mi..." (Siempre es muy importante agregar el "para mi" en estas situaciones) "...es el equilibrio interior. Es el control de lo que te atraviesa. Imaginate un estante lleno de sweaters ordenados por tipo de mangas y color. Ahora imaginate un terremoto y que todo se desordena. ESO es el quiebre de la homeostasis".
 Entonces le explico. Le explico lo fácil que fue transitar dos años con un estante ordenado. Lo simple de rodearme de estímulos que no quisieran alterar eso. Y lo aburrido de vivir sin temblores, sabiendo dónde está cada tipo de sweater.
 El amor para mi, es el terremoto que rompe la homeostasis. Pensé que podía rodearme de ordenadores compulsivos que respetaran cada cosa en su lugar; como si uno pudiera ser dueño del placard. Pero no puedo, eso solo funciona en un esquema de jueves. 
 Me ato el pelo y vuelvo mi espalda contra la pared, después de una confesión digna de Jane Austen. Ella deletrea la palabra "amor" en su librito, porque aparentemente es la primera vez que nos permito nombrarla. 
 Como si las margaritas del viernes hubieran hecho efecto hoy lunes, sigo con mis confesiones: "Hablo de la doble cara del amor. Me abracé a una almohada, no sé si entendés. ¿Qué hago abrazándome a una almohada? Faltaba Celine Dion cantando acapella nada más". Y nos reímos porque, si no nos reímos de estas situaciones, ¿qué nos queda?
  El tema es que, no importa qué tanto te esmeres en mantener ordenado el estante, es imposible. Podés ser una compulsiva de la categorización, un acoplado hermético o estar en el nivel 84 de meditación; pero sigue siendo imposible. Los sismos, son inevitables. No hay nada que puedas hacer, para salvarte. 
 De la calma al terremoto. Del placard ordenado, a un conventillo de blazers apilado en mi cama. De la coca light, a 3 litros de agua mineral. De una mini torre de toblerones, a una pera. Me desconozco. 
 "En el (en)amor(amiento) es imposible no sentirse mal. Esto es una orquesta de los hilos de nuestras neurosis. Suena bien y mal al mismo tiempo. No lo entiendo, y eso que tengo muy buen oído. ¿Me voy? ¿Me quedo? ¿Canto? ¿Me callo? Vos decís que es interés, yo digo que me odia un poquito".
 Aparentemente soy el tipo de persona que quiere intelectualizar todo, y en este terreno del desorden estoy en jaque. No hay pollera, sweater o canción de Celine que guíen mi camino. 
 De la calma al terremoto, y nos desconocemos. Nos malinterpretamos, nos desencontramos, nos perdemos. El (en)amor(amiento) nos ama, pero también nos odia en sus contradicciones. 
 Y, por más que tratemos, el terremoto tiene lo que quiere. Le gana a los jueves, le gana a nuestras convicciones de whatsapp, le gana a nuestra regla de los lunes. Hace que, de alguna forma, el desorden de nuestros estantes, nos re-ordene. Menos mal que exilié algunos sweaters de mi placard. 










miércoles, 2 de marzo de 2016

What do you mean?

 "Es el primero al que le ponés nombre, sin que te lo pregunte". ¿Qué quiere decir eso? Señal de peligro donde ni la había notado. 
 En tres años nunca había notado que no pongo nombre a los hombres en mis sesiones de terapia. "Fernetero, Casamiento, Zafari, Psicoanalista, Religioso, El Economista, El de las telas, El viejo". 
 OK. Aparentemente mi circuito terapéutico es un capítulo del "Código Da Vinci" donde cifro todos los personajes. Entonces, cuando alguien tiene el nombre que figura en su DNI, cobra algún valor agregado que lo hace cotizar en bolsa. 
 Inspiro, me elevo en el diván, ato todo el pelo en un rodete XL en mi coronilla, miro la pared, la miro a ella. Y le pregunto. "¿Qué querés decir? Se llama X. Pero mirá que sí le puse apodos, solamente que a vos te dije su nombre real". 
 En realidad, ni importa lo que quiso decir, porque lo dijo. Ya no hay vuelta atrás en mi mente. Soy una apodadora. 
 Y entonces pienso retrospectivamente. ¿Cuándo dejé de llamar a las personas por su nombre? O, peor aún ¿cuándo lo trasladé también a las historias de mis amigos? Soy una apodadora. 
 Si tienen nombres lindos, ¿por qué los circunscribo a nicknames? ¿Es un mecanismo de defensa? ¿Es desinterés? ¿Es por confidencialidad de la información? ¿Es por boba?
 "Bueno, pensemos qué significa que este personaje tenga su nombre de verdad". 
 ¿Por qué le pago a alguien para que me haga pensar? Tendría que estar pagando a una vidente que arme el rompecabezas de mi neurosis. Pero no, yo pago al que lee el significado de que un personaje entre en el libro con su nombre real y me hace maquinar tres días seguidos. 
 "No puedo pensar. Decímelo". "Nos vemos la semana que viene Victoria". Me suelto el pelo y me voy. 
 Entonces; soy una apodadora, pero llevé a alguien sin disfraz a plena terapia. Mi psiquis me hace cuestionar por qué apodo; pero, en realidad, tendría que estar preguntándome por qué a este personaje no lo apodé. 
 No lo apodé porque es una incógnita, Porque para apodar, tengo que poder reducirlo a algo y no puedo. No lo apodé porque es como los pantalones pescadores. No entiendo cómo usarlos, no entiendo qué quieren transmitir o decir. No entiendo sus pretensiones en el mundo de la moda. No estoy segura de que me gusten, o de que no me gusten. Aparecen cuando no los espero, y no hay en ningún lado cuando los busco. 
 ¿Saben qué pasa con este tipo de pantalones? Estos pantalones sin etiqueta, tan difíciles de rastrear, tan poco favorables visualmente para piernas que no miden dos metros; nos hacen hacer cosas. Y de repente estás en plena calle Santa Fe, preguntando en Fujimoda cuándo van a estar en tu talle. Estás buscándolos por Flores, haciendo una campaña de investigación en Mercado Libre o recorriendo ferias. 
 Cortás jeans de etiqueta, los tratás de achicar con lavados, doblas tres veces la botamanga; pero no es lo mismo. No es como todo el resto del placard, no te deja dormir tranquila a la noche. Y te preguntás qué quieren de vos estos pantalones que ni siquiera estás segura de poder usar con estilo. 
 No lo apodo porque no lo entiendo. Es una  incógnita. No entiendo qué quiere de mi, no entiendo qué no quiere de mi, ni siquiera me acuerdo su cara y no sé cómo camina. No sé qué opina de la coca light, no sé si mata arañas, si entiende Lacan, si sabe nadar o si puede estacionar. No sé si sabe las reglas gramaticales, si ronca, si canta en la ducha o si es capaz de tolerar al menos una canción de mi etapa Justin Bieber. No sé si escucha música en el subte, si es un roba sábanas, si sabe combinar colores o si es capaz de cocinar sin tomate. 
 No lo apodo porque es un pescador. Esa va a ser mi respuesta en mi próxima sesión de terapia. Tenía un apodo, y lo perdió cuando me desconcertó. Ahora no sé cómo apodarlo, porque no lo entiendo. Entonces lo llamo por su nombre. Supongo que, eventualmente, su nombre dirá mucho más que mis apodos. 
 Lo increíble de todo esto, es que no creo que se juegue solo en mis escenarios. Debe haber miles de apodos resonando en consultorios ajenos. Algunos deben hasta ser para nosotros. Y, en algún lugar del mundo, en algún momento; seguramente también visite nuestro nombre propio esos lugares. Porque ustedes también son el pescador para alguien más. 















Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...