lunes, 7 de marzo de 2016

You call it love, but still you hate me.

 Últimamente me pregunto cómo algo que te hace sentir bien, puede hacerte también sentir mal. Son las contradicciones de la vida diaria las que rompen la homeostasis que fantásticamente construimos. 
 Comer un kilo de helado puede acercarte al paraíso, pero también a un ataque al hígado. Dormir 12 horas corridas puede reponerte del cansancio, pero también puede darte la peor contractura de tu vida. Renovar tu placard puede hacerte sentir plena por un micro segundo, pero también puede dejarte en bancarrota. 
 "¿Qué es la homeostasis?", me pregunta inocentemente. Como si no me diera cuenta que tiene anotada mi palabra preferida en el cuaderno que lleva mi nombre. ¿No aprobó Biología de 4° grado? Me suelto el pelo y me subo la pollera hasta las rodillas, me adelanto en el diván...e invento.
 "La homeostasis, para mi..." (Siempre es muy importante agregar el "para mi" en estas situaciones) "...es el equilibrio interior. Es el control de lo que te atraviesa. Imaginate un estante lleno de sweaters ordenados por tipo de mangas y color. Ahora imaginate un terremoto y que todo se desordena. ESO es el quiebre de la homeostasis".
 Entonces le explico. Le explico lo fácil que fue transitar dos años con un estante ordenado. Lo simple de rodearme de estímulos que no quisieran alterar eso. Y lo aburrido de vivir sin temblores, sabiendo dónde está cada tipo de sweater.
 El amor para mi, es el terremoto que rompe la homeostasis. Pensé que podía rodearme de ordenadores compulsivos que respetaran cada cosa en su lugar; como si uno pudiera ser dueño del placard. Pero no puedo, eso solo funciona en un esquema de jueves. 
 Me ato el pelo y vuelvo mi espalda contra la pared, después de una confesión digna de Jane Austen. Ella deletrea la palabra "amor" en su librito, porque aparentemente es la primera vez que nos permito nombrarla. 
 Como si las margaritas del viernes hubieran hecho efecto hoy lunes, sigo con mis confesiones: "Hablo de la doble cara del amor. Me abracé a una almohada, no sé si entendés. ¿Qué hago abrazándome a una almohada? Faltaba Celine Dion cantando acapella nada más". Y nos reímos porque, si no nos reímos de estas situaciones, ¿qué nos queda?
  El tema es que, no importa qué tanto te esmeres en mantener ordenado el estante, es imposible. Podés ser una compulsiva de la categorización, un acoplado hermético o estar en el nivel 84 de meditación; pero sigue siendo imposible. Los sismos, son inevitables. No hay nada que puedas hacer, para salvarte. 
 De la calma al terremoto. Del placard ordenado, a un conventillo de blazers apilado en mi cama. De la coca light, a 3 litros de agua mineral. De una mini torre de toblerones, a una pera. Me desconozco. 
 "En el (en)amor(amiento) es imposible no sentirse mal. Esto es una orquesta de los hilos de nuestras neurosis. Suena bien y mal al mismo tiempo. No lo entiendo, y eso que tengo muy buen oído. ¿Me voy? ¿Me quedo? ¿Canto? ¿Me callo? Vos decís que es interés, yo digo que me odia un poquito".
 Aparentemente soy el tipo de persona que quiere intelectualizar todo, y en este terreno del desorden estoy en jaque. No hay pollera, sweater o canción de Celine que guíen mi camino. 
 De la calma al terremoto, y nos desconocemos. Nos malinterpretamos, nos desencontramos, nos perdemos. El (en)amor(amiento) nos ama, pero también nos odia en sus contradicciones. 
 Y, por más que tratemos, el terremoto tiene lo que quiere. Le gana a los jueves, le gana a nuestras convicciones de whatsapp, le gana a nuestra regla de los lunes. Hace que, de alguna forma, el desorden de nuestros estantes, nos re-ordene. Menos mal que exilié algunos sweaters de mi placard. 










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