miércoles, 2 de marzo de 2016

What do you mean?

 "Es el primero al que le ponés nombre, sin que te lo pregunte". ¿Qué quiere decir eso? Señal de peligro donde ni la había notado. 
 En tres años nunca había notado que no pongo nombre a los hombres en mis sesiones de terapia. "Fernetero, Casamiento, Zafari, Psicoanalista, Religioso, El Economista, El de las telas, El viejo". 
 OK. Aparentemente mi circuito terapéutico es un capítulo del "Código Da Vinci" donde cifro todos los personajes. Entonces, cuando alguien tiene el nombre que figura en su DNI, cobra algún valor agregado que lo hace cotizar en bolsa. 
 Inspiro, me elevo en el diván, ato todo el pelo en un rodete XL en mi coronilla, miro la pared, la miro a ella. Y le pregunto. "¿Qué querés decir? Se llama X. Pero mirá que sí le puse apodos, solamente que a vos te dije su nombre real". 
 En realidad, ni importa lo que quiso decir, porque lo dijo. Ya no hay vuelta atrás en mi mente. Soy una apodadora. 
 Y entonces pienso retrospectivamente. ¿Cuándo dejé de llamar a las personas por su nombre? O, peor aún ¿cuándo lo trasladé también a las historias de mis amigos? Soy una apodadora. 
 Si tienen nombres lindos, ¿por qué los circunscribo a nicknames? ¿Es un mecanismo de defensa? ¿Es desinterés? ¿Es por confidencialidad de la información? ¿Es por boba?
 "Bueno, pensemos qué significa que este personaje tenga su nombre de verdad". 
 ¿Por qué le pago a alguien para que me haga pensar? Tendría que estar pagando a una vidente que arme el rompecabezas de mi neurosis. Pero no, yo pago al que lee el significado de que un personaje entre en el libro con su nombre real y me hace maquinar tres días seguidos. 
 "No puedo pensar. Decímelo". "Nos vemos la semana que viene Victoria". Me suelto el pelo y me voy. 
 Entonces; soy una apodadora, pero llevé a alguien sin disfraz a plena terapia. Mi psiquis me hace cuestionar por qué apodo; pero, en realidad, tendría que estar preguntándome por qué a este personaje no lo apodé. 
 No lo apodé porque es una incógnita, Porque para apodar, tengo que poder reducirlo a algo y no puedo. No lo apodé porque es como los pantalones pescadores. No entiendo cómo usarlos, no entiendo qué quieren transmitir o decir. No entiendo sus pretensiones en el mundo de la moda. No estoy segura de que me gusten, o de que no me gusten. Aparecen cuando no los espero, y no hay en ningún lado cuando los busco. 
 ¿Saben qué pasa con este tipo de pantalones? Estos pantalones sin etiqueta, tan difíciles de rastrear, tan poco favorables visualmente para piernas que no miden dos metros; nos hacen hacer cosas. Y de repente estás en plena calle Santa Fe, preguntando en Fujimoda cuándo van a estar en tu talle. Estás buscándolos por Flores, haciendo una campaña de investigación en Mercado Libre o recorriendo ferias. 
 Cortás jeans de etiqueta, los tratás de achicar con lavados, doblas tres veces la botamanga; pero no es lo mismo. No es como todo el resto del placard, no te deja dormir tranquila a la noche. Y te preguntás qué quieren de vos estos pantalones que ni siquiera estás segura de poder usar con estilo. 
 No lo apodo porque no lo entiendo. Es una  incógnita. No entiendo qué quiere de mi, no entiendo qué no quiere de mi, ni siquiera me acuerdo su cara y no sé cómo camina. No sé qué opina de la coca light, no sé si mata arañas, si entiende Lacan, si sabe nadar o si puede estacionar. No sé si sabe las reglas gramaticales, si ronca, si canta en la ducha o si es capaz de tolerar al menos una canción de mi etapa Justin Bieber. No sé si escucha música en el subte, si es un roba sábanas, si sabe combinar colores o si es capaz de cocinar sin tomate. 
 No lo apodo porque es un pescador. Esa va a ser mi respuesta en mi próxima sesión de terapia. Tenía un apodo, y lo perdió cuando me desconcertó. Ahora no sé cómo apodarlo, porque no lo entiendo. Entonces lo llamo por su nombre. Supongo que, eventualmente, su nombre dirá mucho más que mis apodos. 
 Lo increíble de todo esto, es que no creo que se juegue solo en mis escenarios. Debe haber miles de apodos resonando en consultorios ajenos. Algunos deben hasta ser para nosotros. Y, en algún lugar del mundo, en algún momento; seguramente también visite nuestro nombre propio esos lugares. Porque ustedes también son el pescador para alguien más. 















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...