miércoles, 29 de octubre de 2014

´Cuz I got all the things I want to say...

 Cambió el mes, cambió mi edad y me pregunto si cambié yo también. Pero mi ausencia de este espacio es independiente a cambiar o no hacerlo. 
 "¿Alguna vez probaste escribir una carta?". "Te aclaro que NO pienso mandar ninguna carta". "No tenés que mandarla si no querés, pero hay cosas que no estás diciendo". "No me sale decirlo". "Probá". (Silencio de ultratumba, mientras miro sus zapatos hippie style). 
 Y así transcurrí un mes, tratando de escribir en otro lugar. Un Word, un cuaderno viejo, una servilleta. El block de notas de mi celular, la tablet, en el lienzo de mi cabeza al que poco lugar le queda. 
 ¿Alguna vez sintieron que tenían todo lo que quieren decir desparramado por ahí? Tenés tu pollera de lentejuelas, tu camisa estampada de seda con leones, zapatos con tres colores diferentes, un collar con apliques, aros y cuatro pulseras. Querés usar todo, y no podés usar nada. No hay manera de combinar todo eso junto, no hay forma de que no sea demasiado. Tenés todo adelante y no se te cae una pizca de creatividad para hacerlo funcionar. 
 Darle una tarea a un boceto de obsesivo compulsivo es complicado cuando el resultado le es inalcanzable. ¿Consecuencia? Tres borradores con retazos de lo que uno quiere decir y nada nuevo. 
 Y es que a veces me pregunto si la palabra no tiene un límite. El límite de poder expresarlo todo, de poder transmitir lo que la motoriza. 
 Soy excelente escribiendo cartas. Soy de la generación "Cris Morena", escribir canciones que rimen y cartas en hojas perfumadas está entre mis mejores virtudes. Puedo lograr que las palabras más duras se escondan entre puntos y comas, para que el otro sienta un halago atrás de un reproche.
 Me pregunto si el error es la contención ante el miedo a desestructurarse. "Vos te movés como si nada te faltara". Me faltan cosas, me falta el Swatch cobre, un masajista full time y el nuevo CD de Taylor Swift. Me falta sueño y amor por las frutas. Pero no, aparentemente lo que me falta es mostrarme vulnerable ante la falta. 
 Y en mi ímpetu por superar el clisé al que las mujeres fuimos ancladas, esa idea de que necesitamos del otro y somos más vulnerables; me volví, irónicamente, dependiente a una ilusión de completud que no hace más que mostrarme que la cristalización de lo que no decimos estanca. 
 Entonces, una carta. Prueba 1) Una carta poética de las que guardas para tus nietos, sobre una historia suave a lo "Dear John". Prueba 2) Una carta inmemorable, con excelente puntuación y repeticiones de argumentos quemados, algunos chistes y una firma. Prueba 3) Una carta mal puntuada, con poco proceso secundario, donde los retazos de lo que no quise decir se plasman en un papel que nadie va a leer. De esas cartas que tendrían que transformarse en canción de Christina Aguilera o Cher, con un video clip donde alguien destroza la casa de alguien más. 
 Las mujeres tendríamos que ser más simples. Tenemos tantas cosas a nuestro favor: podemos usar accesorios, cambiar nuestro color de pelo sin prejuicios, pintarnos las uñas y votar. Podemos usar pantalones Y vestidos. Solo nos falta conquistar el terreno de la Play Station para dominar el mundo. Me pregunto si ese día seremos menos analíticas y podremos sustituir las películas de Jane Austin por horas de juego reparatorio. 
 Alguien una vez me escribió "Cosas que necesito decirte para no sentirme mal". Yo no puedo ni siquiera escribir cosas que necesito decirle al verdulero, mucho menos lo que me hizo mal. 
 De alguna manera tengo todo lo que quiero decir...parte dicho, parte en mi cabeza, parte en el cuerpo, en un blog, en canciones, tweets y sueños que no llego a registrar; parte está estacionada en mi placard, otra en mis accesorios y en un groupon de masajes. Tengo todo lo que quiero decir en la punta de los dedos...But nothing´s coming out. 
 "¿Escribiste la carta?" "Tengo todo lo que quiero decir, pero nada está saliendo".




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