sábado, 6 de septiembre de 2014

Can´t stop, won´t stop movin´

 Después de vivir algunos meses en la calma que antecede al huracán, llegué al movimiento. Y pasé de una resonancia magnética del cerebro a un pase anual en Megatlon. Porque mi mente funciona así, a todo o nada. 
 A veces creo que la fuerte conexión entre cabeza y cuerpo, puede convertirse en una relación jerárquica algo tiránica. El cuerpo puede apagar la mente, y  la mente puede marcar el cuerpo. Y la desconexión entre los dos pilares de nuestra existencia, desemboca en un caudal de baja energía que nos deja tiradas viendo capítulos viejos de "90210". 
 Yo me muevo a todo o nada. Y puede ser peligroso a veces; sobre todo cuando uno se embarca en proyectos donde, "todo", es imposible. Si no vas a ser Celine Dion, no hagas canto, si no vas a ser Manu Ginobili no juegues basket y si no vas a ser Carolina Herrera no diseñes ropa. No importa cuánto invierta en mi flexibilidad mental, mi superyó volvió a hablar. ¿Resultado? Pase anual en una red de gimnasios con clases ilimitadas. 
 Y, desde atrás, este Yo que se cree super va marcando a fuego un mensaje: Abdominales de acero y flexibilidad de Nacha Guevara. Pero ¿cómo convence a un yo que tiene alma de obesa y un resabio de trastorno alimentario? Fácil: Podés usar un top fucsia y esas zapatillas que compraste al pedo. ¿Entonces? Me levanto un sábado a las 8 de la mañana; me lavo la cara y me ato el pelo, que ya roza el largo indígena, lo más alto que puedo. Y me pregunto, ¿qué hace la gente cuando hace ejercicio? Compra agua, entonces compro agua y camino al gimnasio. 
 Despiertos están: los que vuelven del boliche, los que barren las veredas y yo. ¿Casi despiertos? Los homeless que duermen en cajeros y la que supo ser mi galería preferida. ¿Dormidos? Los felices. 
 Llego a una de las clases que elegí. Para mi sorpresa, la profesora tiene la edad de mi abuela y la onda de una super estrella. Cuatro viejas, una cuarentona, un potro y yo. Pensé que me iba a poder lucir con lo que queda de flexibilidad de mi época de gimnasta, pero para mi sorpresa el ejército de personas mayores está más entrenado que De María. Y pienso: Ok, me hacen quedar mal con el potro y ni siquiera tengo maquillaje ¿Entonces? Renuncio al potro y me concentro en mis abdominales. 
 Dos horas y media de clases después, con el alma en mi casa y más tonificada que nunca, habiendo renunciado al potro porque mi pelo no está donde tiene que estar; emprendo la retirada orgullosa de mi misma. Porque, aunque no fue mi primer día en la red y ya hice aparatos, no solo me desperté un SABADO, SOLA y FUI, sino que ENCIMA no compré nada en mi recorrido de cuatro cuadras por Avenida Santa Fe. 
 Y sí, sé que no compré nada porque los locales estaban cerrados. Pero a la vuelta estaban abiertos y solo paré en dos vidrieras. No solo eso, sino que la bulímica que nunca fui me insistía en comer dos alfajores triples o un chancho...hasta se conformaba con un tostado de Mac Donald´s; PERO tomé yogurt bebible. Y cualquier persona que me conozca sabe que el yogurt le pisa los pies al kiwi y el tomate entero en mi lista de "cosas que me hacen escupir". Y sí, tardé media hora reloj en tomar media taza de yogurt sin gusto, pero lo hice. 
 Y no sé qué tanto pueda mantener estas rutinas en mi vida. Por lo pronto mi Super Yo tiene un reloj que marca 12 meses. Doce meses y la esperanza de llegar a los 70 años con la piel de Nacha Guevara y la tonicidad de Iron Man. 
 Sea como sea, no voy a perder mi esencia. Las patitas de jamón y queso siguen en la base de mi pirámide nutricional, aún cuando tengan que convivir con lechuga. Voy a seguir comiendo un paquete de bizcochos de arroz gallo oro cada dos días y nunca voy a renunciar al charlotte. La única diferencia es que lo voy a hacer en mi mejor top turquesa (el cual no tengo y tendría que conseguir). 
 Y, mientras mi vida se encauza hacia el día en el que me den mi propio reality que compita con el de las Kardashian, tendré que conciliarme con la idea de la vida sana para seguir sosteniendo este esqueleto de metro setenta. 
 Mucha gente no me tuvo fé en mi firma de contrato por doce meses. Mi terapeuta, amigos y hasta creo que la comercial que me vendió el plan. "Hater´s gonna hate"...los cambios, son movimiento. Y yo me sigo moviendo, literal y simbólicamente. 
 Y algún día, tal vez en el verano, voy a tener un bronceado que brille como el sol y más flexibilidad que las septuagenarias, mi pelo va a quedarse en su lugar, y no voy a tener que renunciar al potro. No me juzguen, todas necesitamos algún tipo de incentivo a las 8 am de un sábado.  

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