miércoles, 2 de septiembre de 2015

In your wildest dreams...

 Faltan casi veintiocho días para mis treinta años. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el día que cumplí mis 15 años nació un bebé en algún lugar del mundo, que ya está preparando su fiesta de quinceañera. ¿Qué agradezco? Que mi papá haya vetado mi fiesta y me haya ahorrado fotos con un vestido del que podría arrepentirme hoy. 
 Y me pregunto, ¿qué pasó en todo este tiempo? Gente, viajes, aproximadamente 90 cortes de pelo, 10 perros, 2 tortugas, 1 gerbo, 4 visitas a Disney, 2 blogs, 15 cartas románticas, más de 100 exámenes, por lo menos 30 resfriados y algunas cicatrices. Outlook, ICQ, MSN, Blackberry Chat, Whatsapp. Algunos aumentos de graduación en mis anteojos, 9 casamientos, 4 trabajos, 1 carrera universitaria, 1 posgrado y, al menos, 6 deportes abandonados. 
 En treinta años me enamoré ocho veces (Sí, me tomé el trabajo de contarlas). Y, me "enamoré" (En el subte mayormente) por lo menos cien veces más que eso. 
 Alguien me dijo hace poco, que pensaba que yo era una de esas personas "enamoradas del amor". Y me gustó. Me gustó porque contrasta con el lado más cínico que otros leen de mi. Me gustó porque, en algún punto, es real. 
 Entonces me puse a pensar. ¿Qué es estar "enamorado del amor"? La respuesta que encontré es que es la única esperanza del amor. No es creer en los cuentos de hadas que implican la existencia de una historia única para cada ser vivo. No es amar la idea de que el destino preparó un encuentro único para cada persona. Definitivamente no es creer en el "vivieron felices para siempre" o en un tsunami de mariposas que se extiende por el fin de los tiempos. 
 Estar enamorado del amor, es la posibilidad de creer en el dinamismo de este sentimiento que nos une a otra persona. Es creer que cuando un blazer cumple su ciclo y se llena de pelotitas (Analogía válida solo para mujeres), existe la posibilidad de encontrar otro y sentirse diferente. Que la play no deja de funcionar si se rompe el joystick (Analogía válida solo para hombres) o que podemos volver a correr con zapatillas nuevas. 
 "Vos estás enamorada del amor", no significa que no estás enamorada de alguien. Significa que podés enamorarte eternamente. Que tu cuerpo no deja de servir, si un blazer no funcionó. Significa que podés construir historias diferentes, en distintos momentos de tu vida. 
 Y me hizo pensar en todas estas historias. Historias de "blazers" que admiré y de los que me enamoré por mucho o poco tiempo. Pero sobre todo me hizo pensar en esas historias que no pudieron ser. 
 Porque cuando quiero pensar en el amor, mi mente no me lleva a los cuentos que se acabaron. Me lleva a una de esas historias que no fueron. Y no entendía por qué, hasta hoy. ¿Es parte de la sabiduría de los 30? ¿Cuando llega el super poder de levantarse automáticamente a las 8 AM, dominar el sudoku y convertirme en deportista?
 Mi mente vuelve a esta historia de amor que no fue, porque es un relato que por siempre mantiene algo de actualidad. Es como ese tapado de Jazmin Chebar que viste en 2011 y no compraste. Porque no era el momento, porque manejaban "números" diferentes, porque alguien más lo estaba usando, porque vos usabas otro tapado. Pero compartieron algo. Idílico, fantaseado, de contemplación a los pies de su vidriera; de deseo. Y no es como el tapado que sí compraste, porque tu deseo no se esfumó adentro de una canasta de beneficencia, una pérdida no premeditada o un error de tintorería. 
 Las historias que no fueron, son historias perfectas. Suelen ser historias prohibidas, desubicadas en tiempo y lugar; pero deseadas. Y no es que por siempre nuestro deseo invista a estas figuras, pero sí las recuerda con pasión. Y es esta pasión la que nos enamora del amor. 
 A veces creo, que si esta historia particular hubiese sido posible, si hubiésemos cambiado de tapado, si hubiésemos corrido un riesgo o nos hubiésemos olvidado de los "números"; tal vez sería simplemente una historia más entre las ocho. Si hubiésemos dicho que sí, ¿habríamos elegido desenamorarnos del amor?
 Son sueños salvajes, los que hacen a las historias de amor  en pausa perfectas. Y son restricciones las que nos enamoran del amor. Desde lejos, admiramos lo que del otro nos encandila. En retazos de una historia que no se convierte en historia, proyectamos lo que esperamos del amor en otro que lo prolonga eternamente en el tiempo. 
 Estar "enamorado del amor" es enamorarse de las sensaciones que el otro nos provocó. No poder tenerlo, mantiene vivo y entero al deseo. Prolongarlo, lo convierte en un recuerdo que cristalizamos en la idea del "amor". Es como solo recordar el momento en el que la montaña rusa cae o el suspiro profundo de cuando ves el tapado por primera vez en la vidriera. 
 Y cuando me olvido de cómo es el amor, es una de estas historias la que recuerdo. Porque nos recordamos así. Yo; con mis vestidos de verano y rubor en crema, con mi uniforme del colegio o mi cartera llena de apuntes de la facultad, encontrando excusas para pasar con el auto por su vidriera. Él; tratando de convencerme de que necesitaba menos cosas en la vida, con su pelo perfecto y sus años de facultad dejados muy atrás, encontrando excusas para que pase por su vidriera. Yo; enamorada de la idea de que menos era más. Él; pensando que más, era imposible. Y nos siguen los recuerdos, yo con más años, que siguen sin sumar para él. Nos quedan los sueños salvajes, que nos enamoran del amor. Yo lo recuerdo perfecto, con la misma sensación que a los 16, a los 20 y a los 25. Él me recuerda en mis distintas versiones, desde mi pollera tableada, hasta mi rush rojo. 
 Y, como toda historia que no fue, nos volvemos a ver; aunque solo sea en nuestros sueños más salvajes. "Wildest dreams".

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