lunes, 7 de noviembre de 2016

Like a sledgehammer.

 Cierro los ojos, me concentro y escucho un sonido intenso. ¿Es un soplo? ¿Estoy resfriada? ¿Es el 109 que pasa por la puerta de casa? Tac tac tac tac, tac tac tac. Si conectara a Spotify, definitivamente sería una canción.
 Hoy, mientras trabajaba en un proyecto y pensaba preguntas que me ayuden a conocer a extraños, me puse a pensar. "¿Qué fue lo más difícil que le tuviste que decir a alguien? ¿Cómo lo manejaste". Y, aunque se refiere a la vida laboral, no pude más que imaginarme qué contestaría. 
 ¿Qué fue lo más difícil que tuve que decir? Le digo todos los días a personas que no quedaron seleccionados para sueños en los que invirtieron tiempo y energía, pero no me hace mal.  No me hace mal, porque les explico que un NO hoy, no es un "no para siempre". Hoy es hoy.
 Le tuve que decir a mi mamá que rompí su perfume preferido y que lo iba a recordar por un par de semanas, porque impregnó todo su vestidor. Le dije que no iba a quedarme a mi jefe regional al que adoraba y también rechacé varias tortas de frutilla. 
 Le dije a la cara a alguien que no podíamos ser amigas y pude declinar el pedido de mi hermana de llevar mis zapatos nuevos a un boliche donde corrían peligro. También dije no a una muestra gratis de patitas de pollo en Jumbo un día que me dolía la panza. 
 Pero hay más amigos, más patitas, más perfumes. Hay más botas, tortas de otros gustos y trabajos. 
 ¿Qué fue lo más difícil que tuve que decir? Se me ocurrió que, tal vez, había sido tener que decirle a alguien con quien compartí una historia algo larga; que no sentía nada más. Tener que mirarnos a la cara después de muchos silencios y confesarle "simplemente (ya) no te quiero". Fue difícil porque romper el corazón de alguien que fue importante, y compartirle que ya no sentís lo mismo; es como caminar por empedrado descalzo. Es casi como tener que prender fuego tu cartera preferida o caminar por la 9 de Julio con pollera en un huracán. 
 Pienso y pienso. ¿Fue esto lo más difícil que tuve que decir? Perdido por perdido, en una historia que se acaba uno siempre se siente valiente. Pero, sobre todo, aprendés que hay que decir las cosas a tiempo. 
 Tac tac tac tac, tac tac tac. Necesito conectarme a Spotify, definitivamente es una canción.
 Y sigo preguntándome al compás de este ritmo. ¿Qué fue lo más difícil que tuve que decir? Eso que dudé hasta último momento, que traté de verbalizar y lo volví a tragar, eso que brota y vuelve para atrás. ¿Qué es? 
 Piénsenlo fuerte. Tómense un minuto para reflexionar porque nunca saben cuándo las va a entrevistar alguien como yo. ¿Qué es eso tan difícil que les cuesta sacar?
 Entonces me doy cuenta que definitivamente no fue confesar que no quería más, tampoco fue escucharlo cuando me tocó a mi. Perdido por perdido, ¿qué tendría de difícil?
  Tac tac tac tac, tac tac tac. Necesito la letra de esta canción. 
 "Siento algo. No sé si es ansiedad, acidez o el batido de un martillo. Por ahí tengo la lombriz solitaria y por eso soy tan flaca". Ella se ríe y escribe en su (mi) cuaderno, mientras le explico que yo este martillo no lo sentí por mucho tiempo y que necesito un coach de vida para no arruinarlo. 
 "Este es un punto importante en nuestros encuentros, anotá", le digo mientras señalo su lapicera. Aprieto mi pecho, presionando mi collar de diseñador como si pudiera volver cada cosa a su lugar y escapo. "¿Te gusta este collar? ¿No es muy grande para mi cara?". Entonces me voy porque, las dos sabemos, que sus consejos de moda son lo último que me importa.
 "¿Desde cuándo vos das vueltas para decir algo?". "Siento algo acá", le digo mientras me toco el esternón al ritmo del martillo. "Casi que me asusta, ¿estaré con presión alta?". Él se ríe y me dice que soy una boluda que piensa mucho; que por primera vez en mucho tiempo dejo de controlar y que, definitivamente, no es presión. 
 Es increíble cómo a veces buscamos que otros pongan palabras en lo que nos mueve.
 Tac tac tac tac, tac tac tac. Casi que tengo miedo de que la gente vea cómo se mueve mi collar. 
 ¿Qué es lo más difícil que tengo que decir? Definitivamente es esta sensación a la que me cuesta ponerle un nombre. Es un cúmulo de excesos que emulan una sobredosis de helado y remeras nuevas; es este martilleo extraño e incansable. 
 Hace tiempo que escribo y no puedo terminar de escribir, no encuentro las palabras que cierren mis ideas y cubran esta especie de martilleo. Solo se me ocurre Tac tac tac tac, tac tac tac. Entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que, lo más difícil que tenemos que decir, es lo que sentimos. 
 Dudamos y dudamos, mientras acomodamos sentimientos. ¿Qué es lo que mi cuerpo quiere transmitirme con este martilleo? ¿Dónde estaba guardado todo esto? Es como cuando se unen varios super héroes en un mismo comic. Todos tan tranquilos, cada uno en su mundo con una misión y, de repente, hay exceso de super poderes y energía. Batman lucha con Superman y no sabés a dónde mirar; quién es el héroe, quién el villano, quién el secundario.
 Y si me concentro en mi pulso, escucho un sonido. Aprieto mi collar de diseñador y siento un martilleo. Porque si me tomara el pulso ahora, eso sentiría, como un martillo. Y eso es lo que quiero poner en palabras.
 ¿Qué es lo más difícil que nos toca decir? Lo que tengamos que decir, cuando no existe perdido por perdido. Pienso y pienso, sobre esto de solo sentir; y me pregunto si ya no es tiempo de dudar. 
 Tac tac tac tac, tac tac tac, como un martilleo, eso es lo más difícil de enunciar.


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