miércoles, 18 de noviembre de 2015

La misma piedra que hubo siempre...

 Hace no mucho tiempo, alguien me resumió su vida amorosa en una línea de tiempo muy clara y ordenada, concisa e ilustrativa. Si hubiera sido una entrevista laboral, podría haber abstraído una idea muy nítida de algunas de sus competencias. Pero, las entrevistas, no involucran vodka puro (Al menos las mías).
 Me llamó mucho la atención la capacidad de esta persona para resumir la historia de su corazón en tan pocas palabras. Casi como un electrocardiograma relacional. Sin detalles de culebrones, nada novelístico al estilo María la del Barrio o Muñeca Brava. Cuatro historias, cuatro sentimientos diferentes, cuatro rupturas diferentes, pero desenlaces similares.
 Admiro mucho a las personas que tienen la inteligencia emocional suficiente como para repetir historias, más allá del melodrama que, para otros, puede ser tan difícil de procesar. Y me hizo pensar. Me hizo pensar en esta posición donde nos ubicamos algunos, para protegernos de esos amores de novela tan complicados. 
 Para una persona que habla mucho, hay varias ocasiones donde me quedo sin palabras. Como si se borrara todo mi disco rígido, como amnesia circunstancial o mutismo selectivo. Usualmente me pasa en esos momentos donde el otro quiere escarbar en archivos que no tienen back up y que mis defensas quieren proteger. 
 Cuatro historias de amor, para alguien que se enamora como Gabriel Corrado en Perla Negra, como en las novelas. ¿Qué es lo que admiro? La valentía al enfrentar la posibilidad de cruzarse con la misma piedra. 
 Y mi psicóloga, en representación de mi entorno, me advierte. Me advierte porque en estos escenarios, mis pelos se erizan ante la amenaza del sentimentalismo; y me encapsulan en la proyección de un "A mi eso no me (va a volver a) pasa (r)". Ella llena los paréntesis, yo verbalizo las defensas. Dejo que mis defensas tomen control de la conversación y termino haciendo apología de una pseudo neoliberación femenina, que ni yo entiendo. O, peor, me quedo callada mirando al vacío y salgo con un tema random y desactualizado, como la salida de Ventura de Intrusos.
 Tropezamos con la misma piedra que hubo siempre. Diferentes nombres, caras, historias, contextos; misma piedra. Muchas veces, nuestros reflejos nos hacen evitarlas. ¿No será que, tal vez, no estamos todos listos para enamorarnos como en las novelas?
 "A mi eso no me pasa", es mentira. A todos nos pasa. ¿Quién no fue la encarnación misma de Marimar alguna vez? ¿Quién no le miró el anular a un potro en el subte? ¿Quién no escribió una nota de amor? ¿Quién no se compró una remera nueva cada vez que iba a cruzarse con una "piedra"? ¿Quién no escuchó una canción en repeat?
 Y, tal vez, la restricción defensiva de mis archivos me esté volviendo inaccesible. O tal vez tenga que superar esta actitud de "Lo hecho, está hecho", y aprender que aceptar enamorarse como en las novelas, nos vuelve más accesibles al otro. 
 Y esto es lo que yo no pude compartirle. Tres momentos "Thalia", tres historias diferentes, "la misma piedra que hubo siempre". A los 7 años, lloré por primera vez por un hombre, bueno un nene. Al otro día me compraron una Barbie, y lo superé. Creo que ni siquiera habíamos hablado, lo cual explicaría mis fugaces enamoramientos de Subte. 
 A los 18 años lloré por segunda vez por un hombre, bueno un adolescente. Nos hacíamos reir, teníamos la misma película preferida y una vez me cocinó. El quería dedicarse a estudiar para seguir su vocación y yo no sabía nada sobre la mía. Nos dejamos de hablar, para descubrir con los años que nuestro plan de ser médicos y vivir en el campo, poco tenía que ver con lo que queríamos. Me compraron un nuevo celular, y lo superé. 
 A los 27, lloré por tercera vez por un hombre, sin salvedades. Nos conocimos en esa edad en la que uno idealiza al otro, y nos despedimos cuando poco teníamos que ver con lo que habíamos proyectado. Me compré un nuevo placard, aprendí a pagar las expensas por home banking y lo superé. 
 Tres historias, tres "lo superé", que desembocan en siete años de terapia and counting. Porque no hablamos neutro, no vivimos en una isla, no nos hacemos millonarios por una herencia desconocida. No nos conocemos en un choque de autos, no nos auspicia Pol-K y no nos transmite Telefé. No se para el mundo cuando se cruzan nuestros ojos, no hay entradas con vestidos de gala o anillos de diamantes. Pero hay novela, definitivamente. Todos nos enamoramos como en las novelas. 
 Hay novela, porque hay melodrama. Porque, cuando termina la historia, todos sufren a su manera. Pero vuelven a intentar. Algunos en seguida, porque aman el papel protagonista. Otros, necesitan más tiempo, para poder tropezar con "la misma piedra que hubo siempre".  


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