miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cuando tu vas...yo vengo de ahí.

 Milenariamente a las mujeres se nos ha asociado a este extraño concepto socialmente compartido que llamamos HISTERIA. Y, mientras Freud se retuerce en su tumba ante la prostitución de esta neurosis que tan maravillosamente supo conceptualizar; yo puedo separar la jerga, del Psicoanálisis. 
 Pero ¿Qué es la histeria como la concebimos mundanamente? Es el sí, que significa no; el no, que esconde un sí. Es la provocación, por provocar; la manipulación, con el fin de confundir. La actitud interesada, con el fin de despertar un deseo en el otro; que no estamos dispuestos a "satisfacer". Y uso comillas, porque el deseo se llena de ilusiones, pero nunca se pierde como motor. Iluso como él solo, se cree colmado por microsegundos, con apenas un roce de sus aristas. 
 La "histérica" en la historia, ajena a cualquier seminario de Lacan, es el encuentro y la fusión perfecta entre la provocación de una vedette y el espíritu de "My little Pony". Es el matrimonio entre el look secretarial de oficina, y las promesas de un día en la Mansión de Playboy. 
 Creíamos que era muy complejo que la estructura mental masculina pudiera constituirse en una neurosis histérica. Ilusas, creímos ser dueñas de la deformación social de este concepto que destrozamos a partir de nuestras conductas de cortejo. 
 Pero NO. Aparentemente en el año 2015, ya ni siquiera somos dueñas de ese rótulo social que el género supo cargar (justa o injustamente). Queríamos equidad e igualdad de condiciones. Logramos votar, usar pantalones, manejar, gerenciar empresas, ser íconos sociales y ganar premios por nuestros logros académicos. Logramos presidencias, pilotear aviones y conducir los premios Oscar. Pero, en el camino, todavía no logramos gobernar la Iglesia o sentirnos seguras en pollera a las 12 de la noche. 
 Peor todavía es esto que descubrimos recientemente en un grupo de investigación sociológica muy serio y académico; interdisciplinario, con una muestra perfectamente recogida de casos altamente analizados. Bueno, truth be told, es un grupo de WhatsApp. Pero lo de interdisciplinario y muestra perfectamente recogida y analizada, es 100% real (Cross my heart). 
 ¿Qué descubrimos? O mejor dicho, ¿con qué nos volvimos a encontrar? En nuestra liberación, hemos perdido el derecho a la histeria. 
 Por años la frase "Sos una histérica", ha estado solo pronunciada en su versión femenina. La incorporamos tanto, que hasta nosotras mismas supimos reconocer aquellas actitudes de "minita", llegando incluso a advertirnos mutuamente para no caer en este clisé constitucional de nuestra hermandad. "No le histeriquees", "No seas histérica", "Sos la Gata Flora". Y sí, su  base constitucional supo ser algo despectiva, pero no todo era malo. 
 No todo era malo porque, con el correr de los años, la equidad intelectual que nos supo ganar tantos lugares, nos ayudó a usar la histeria a nuestro favor. Porque, en todo síntoma, hay una ganancia secundaria. Y, en una veta que besa un poquito la psicopatía; lo que al otro le molesta, puede convertirse en un arma (de doble filo). 
 Entonces aprendimos. Aprendimos que si querían llamar a cierta falta de decisión, intermitencia o coqueteo, "histeria"; podíamos vivir con eso. Aprendimos que las acciones precedieron al concepto, y que la necesidad de conceptuar nació en la eficacia de estos artilugios. 
 Porque les molestaba que apareciéramos y desapareciéramos, porque les gustaba. Porque les gustaba que un no, pudiera estar buscando mayor interés, con el fin de gestar (eventualmente) un sí. Porque les intrigaba la mezcla de vedette, con la pizca de científica y la inocencia de "My Little Pony". 
 Pero, algo que teníamos bien claro, era que estas artimañas eran una estrategia inicial, y NO una forma de ser. Su prolongación en el tiempo, bien sabemos, es poco aconsejable para la salud mental intra e intersubjetivamente hablando. 
 Perdimos la "Histeria", la perdimos. Supongo que fue una cesión de facultades, o tal vez un robo a mano armada. Por ahí, ni nos dimos cuenta, y de a poco empezamos a revelar esta misteriosa magia que heredamos de alguna civilización previa a los Mayas, o de algún grupo de Hechiceras de la edad media, o de algún burdel de mala muerte. 
 Perdimos la "Histeria". Esa es la conclusión de este grupo interdisciplinario tan bien formado y analítico. Perdemos la histeria, perdemos el control. 
 Hombres interesados, mensajes claros y contratos firmados, abren el camino a brotes ciclotímicos por distintas redes sociales que, cual delirio de Schreber, son indescifrables. Hombres afligidos por no saber lo que queremos, desinteresados cuando jugamos a ser lo que su deseo anhela. Hombres que lloran, cuando decimos claramente que no. Que se quejan y patalean, no nos quieren ver más, dan paso a la calma, y vuelven pataleando. 
 Y nos sentimos extirpadas de un derecho. ¿Qué sigue? ¿Vamos a tener que darles flores? ¿Pagar todas las citas? ¿Usar corbata en las fiestas? ¿Aprender a arreglar el motor del auto? De ninguna manera. 
 De nuestros poderes de cortejo, nació este concepto pseudo psicoanalítico (Perdón Freud, te quiero). Y de nosotras va a nacer su versión punto cero. Cuando ellos van, nosotras ya volvimos.  Venimos de ahí, construimos la "histeria". La clave de desarmar un dispositivo, es entender cómo está construida su estructura. 
 No les vamos a dar flores, ni vamos a llorar por sus intermitencias, la falta de claridad o el "no" que reaparece al mes como un "sí", un "tal vez" o una cita a medio definir. No vamos a asumir que hicimos algo mal por no contestar un mensaje de Whatsapp o escuchar reproches de "minito". 
 Cuando ellos van, nosotras venimos de ahí. Si se enojan, que se enojen. Si es un "puede ser", que vuelvan cuando sea. Si es un "sí", que nos digan cuándo. Y si es un "no", es un adiós para siempre. 
 Cuando ellos van, nosotras venimos de ahí. Y, si bien ladrón que roba a ladrón, tiene mil años de perdón; no queremos volver al punto de partida. A nadie le gustan los items de segunda mano, salvo que sea una Louis Vuitton. 
 Nos robaron la histeria pero, si venimos de ahí, es porque ya fue. Y cuando vayamos a lo próximo, ellos van a seguir ahí. Al menos, hasta que el alumno supere al maestro. Porque, por ahora, solo "creen que nos pueden confundir". 











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