domingo, 19 de julio de 2015

There´s a foot for every shoe...

 "Aguanten los revivals (...) que no es lo mismo que (un) muerto vivo". Esa fue la conclusión de una gran pensadora contemporánea en un grupo de chat que leyó el compilado de distintas historias del final de una semana atípica y el inicio de un fin de semana abarrotado. 
 Conclusión adosada a mi confesión de que es injusto cómo la vida nos lleva de la sequía a la exposición irracional a múltiples "estímulos". Es imposible concentrarse en una batalla, cuando hay demasiados frentes abiertos. Y ese es el momento exacto en el que necesitamos que el horóscopo nos tire un centro logístico. 
 Es como la película de los fantasmas de la Navidad. Personajes pasados, presentes y futuros conviviendo en una misma escena; solo pueden hacer que la cabeza explosione.
 Déjenme hacerlo más gráfico. Hace dos semanas decidí que "necesitaba" zapatos, porque los que tenía habían cumplido su ciclo. Compré dos pares, me regalaron otros dos. Y, de repente, tenía demasiado calzado. ¿Cómo elegir cuál estrenar? ¿Cómo hacer ante las ganas de estrenar un par, sin sentir culpa por dejar de usar los que tanto nos aportaron? ¿Cómo resolver el deseo de querer usar todos a la vez sin parecer una loca?
 Me pongo botas, me cambio la remera porque es muy larga y me acorta las piernas. Miro de reojo los tacos, me cambio el jean. Veo las zapatillas, me saco una bota y me pruebo una zapa. Miro los abotinados y paso a una pollera. Y, sin pensarlo, termino exhausta, acostada en la cama mirando el techo. Con un pie descalzo, unas can can a mi derecha, un taco a medio calzar y una bucanera en mi mano izquierda. Dos pares de zapatillas a los pies de la mesa de luz y unas chatitas en el baño. Dejando tras de mi cabeza confundida, un rastro de zapatos de entre los cuales se me hace imposible elegir. 
 Qué complicada la vida. Pero no solo porque es complicado elegir, sino porque la experiencia me ha enseñado que voy a elegir guiada por un capricho que no me lleve al mejor puerto. Voy a terminar transitando la Ciudad de Buenos Aires con un calzada poco cómodo para la noche. 
 Voy a demorar demasiado en elegir. Y, cuando lo haga, los zapatos van a haber pasado de moda. O, voy a gastar mucho tiempo en decidir, solo para darme cuenta de que las opciones ya no están sobre la mesa o nunca lo estuvieron. 
 Es como cuando recorremos mentalmente nuestro placard a las tres de la tarde, intentando decidir cual escena de "Clueless" el outfit de la cena. Pensamos que arribamos a la mejor combinación, con 110% de convicción de que todo va a encajar, solo para darnos cuenta a las 22 Hs que el vestido era muy corto y no tenía el color que recordábamos. ¿Entonces? No tenemos los zapatos que vayan con eso. 
 Fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura. Contentas porque apareció el que esperábamos, frustradas porque aparecieron los que no esperábamos. De uno no te acordás el nombre, del otro no entendés lo que quiere y el último no sabías ni que estaba en la baraja del año. 
 Tu mente neurótica te hace sentir que tenés que "elegir", como si esta fuera la última batalla de tu vida. Pero, en el fondo, sabés que son solo apariciones efímeras y no hay nada que decidir. 
 Porque la escena "romántica" es así. Ilusiones sobre apariciones austeras, que se adornan neuróticamente llenando los vacíos de Whatsapp con escenas de películas de Julia Roberts. 
 Hace muchos años les dije que "toda escoba nueva, siempre barre bien", en función de una creencia de que un otro desconocido puede tener todo lo que el conocido no tiene. Les dije también que uno siempre es escoba nueva en el placard de un otro que no nos haya frecuentado antes. Bueno, la analogía de los zapatos funciona de forma similar. 
 Si elegimos mal el zapato, el que no calzamos se convierte en esa escoba que barre bien y deseamos. Y, seguramente, nosotras también aparezcamos cual zapatos para el otro. ¿Cómo? Con un mensaje desde el vacío, haciéndole creer que estamos como una opción en su baraja,
 Lo que me pregunto a veces es para qué pierdo tiempo en elegir de entre este torbellino de zapatos, cuando al final del día no se concretan los escenarios  para sacarlos a pasear. Básicamente es como mirar vidrieras sin comprar, como dejar una seña. Nos imaginamos subidos a sus suelas, pero todo se dilata. 
 Sé que no voy a elegir las creepers de hace dos años. Les di una oportunidad y me hicieron mal a los pies. Invertí mucho tiempo y energía, y terminamos yéndonos con distintos pies antes que nuestra inversión rindiera frutos. Tampoco voy a elegir a los abotinados, que me hacen sentir segura cada vez que salimos a pasear, pero se esconden en el fondo del placard los fines de semana. Definitivamente no quiero salir con los acharolados más altos y lindos de la temporada; esos que todos miran, que te hacen sentir que tenés que vivir envuelta en lentejuelas y con pelo de peluquería, que te hacen pensar que necesitás sobreadaptar todo tu placard a ellos. 
 Tal vez elija las zapatillas. Clásicas, llamativas, todo terreno. O las bucaneras. Setentosas, cancheras, estilizadas y divertidas. Tal vez elija lo que me presente oportunidades concretas de pisar el asfalto, o no elija nada. Porque no sé si se trata de "tener que elegir" entre revivals, muertos vivos o nuevos personajes; o si en el fondo se trata de que hay un pie para cada zapato. 





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