miércoles, 14 de octubre de 2015

A part of me will always be with you...

 ¿Se generan los grandes problemas de las relaciones humanas en esos puntos ciegos de nuestra comunicación?
 Hablamos distintos idiomas, aún usando un mismo código. Y existen palabras sin traducción al lenguaje del otro. Intentamos entenderlas y reproducirlas con cúmulos de significantes que asemejen algo de ese significado, pero no lo logramos. 
 Las palabras más difíciles de traducir son las que hacen referencia a sentimientos. Porque ¿Cómo hace la gente para contener sentimientos en palabras? ¿Cómo sabemos que esas palabras reflejan lo que todos sentimos? ¿Tenemos todos acceso a estas manifestaciones verbales? Y, los que tenemos más dificultades en este campo (FYI: Issues), ¿Contamos con inteligencia emocional altamente cuestionable?
 Hablamos idiomas distintos. Atiendo el teléfono y me habla en inglés, chateo en un híbrido entre jeringoso y castellano antiguo. Y me pregunto si nos entendemos hablando así de diferente. 
 Pero entonces pienso, ¿No hablamos todos idiomas diferentes? Cuando vos pensás que te queda para el orto el jean que te estás probando, y la vendedora te regala un "Te queda pintado". Cuando pedís la hamburguesa sin pepino en Mac, y te la dan sin ketchup. Cuando decís "Si", y el otro escucha "No". ¿No hablamos idiomas distintos?
 Y cuando empezamos a hablar con alguien que no habla nuestro idioma, ¿No podemos pensarlo simbólicamente? ¿No es lo mismo que cuando empezamos a hablar con cualquier otra persona? Pensamos que nos entendemos, pero nos damos cuenta de que no lo hacemos. Sentimos que nos conocemos, cuando empezamos a compartir y cambiar palabras. 
 Hablamos distintos idiomas. Todos hablamos distintos idiomas. Una palabra no es lo mismo para dos personas, que no consensuaron lo que en ella van a proyectar. 
 Tomen un ejemplo:  Kosiuko. Para ustedes es un lugar más, para mi terapeuta y para mi es una alarma de mi conducta evitativa. Porque lo consensuamos. Porque hace años cuando entré en su consultorio con tres bolsas y mi manteca de cacao, escuchó lo que yo deposito en ese código. Algunos escriben sonetos, otros cocinan, varios pintan, yo: "Kosiuko". 
 Pero cuando entré a su consultorio, eramos dos desconocidas hablando dos idiomas diferentes. Hasta que le enseñé, que si digo "pelotudo" es que lo odio, que si me corro el pelo de hombro a hombro es que estoy reorganizando mis ideas, que si la dejo de mirar y hago un silencio es que no estoy lista para hablar de eso. Que si muevo mucho las manos es que estoy compenetrada, si las escondo en las rodillas es que me está poniendo nerviosa y si cruzo los ojos es que pienso que lo que me plantea es un "chino". Que "chino" para mi es algo "complicado", que invento palabras cuando estoy contenta y uso palabras difíciles cuando me pongo a la defensiva. Y que, bajo ninguna circunstancia, puede decir la única palabra que me hace llorar. 
 Somos diccionarios de distintos idiomas. Nadie decodifica igual. Trasciende los géneros, los pueblos, los países. Y, a  veces, no tenemos palabra en nuestro libro para decodificar lo que el otro quiere decir. 
 Nos enseñamos palabras constantemente. Nos regalamos expresiones, significantes nuevos para sensaciones. Ampliamos un idioma, que se hace de otros. Y, no importa cuánto dure una historia, extendemos nuestro diccionario. 
 Yo te enseño Kosiuko, vos me enseñás algo un poco menos superfluo y útil. Yo te enseño las reglas gramaticales de mi diccionario, vos me enseñás sobre la subvaluación de las palabras, que pueden traducir perfectamente un sentimiento casi imposible de encerrar en un significante. 
 Y es que, no sé si será la nueva década, pero últimamente siento que nos construimos de a pedazos ajenos. O será Freud, con sus identificaciones; o Lacan, con su Estadío del Espejo. O será Kosiuko, condensando/escondiendo las palabras que me regalaron otras historias. Sea como sea, hay partes del otro que siempre se quedan con nosotros. 





 

2 comentarios:

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...