domingo, 11 de octubre de 2015

Un mundo ideal...

 Dos chick flicks, jogger y buzo flúo, tres vasos de coca light, media tarta, un agua mineral entera, un ibuprofeno, un muffin gigante, dos tés, delivery chino y cinco horas de siesta. Consecuencias de una despedida de soltera a los 30 años.
 Y me pregunto el por qué de estas tradiciones que despiden a alguna persona del clan de la soltería o, dicho en otras palabras, la inician en esta nueva vida de un "Para siempre". Eventos donde todo hace referencia a lo sexual, como si existiera algún conviviente virgen en el planeta o todavía quedara capacidad de asombro.
 Un litro de agua y cinco horas de siesta, el precio de despedir a una soltera más en el mundo. Mundo donde ella nos da esperanza, a las que seguimos pagando terapia para superar alguna cita siniestra o algún averío cardíaco. Un mundo ideal, deslumbrante y nuevo.
 Este fin de semana empezó con un tinte algo siniestro y olvidable, con un encuentro que fue más allá de mi teorización de contratos precarios; demostrándome que, a veces, ambas partes se olvidan la lapicera para firmar. 
 Mi baja tolerancia a la frustración no me permitió dejar esa impronta en mis días de ocio. Porque ¿por qué tendríamos que dejar que la magia de un finde largo se rompa por un evento desafortunado? ¿Por qué irnos a dormir con la necesidad incontenible de compartir esa frustración? ¿Mintió el horóscopo sobre la genialidad de este fin de semana para Libra? Diría que no.
 No creo en el horóscopo, pienso que lo escribe alguna soltera en pijama en algún lugar recóndito del mundo. Una persona que proyecta su estado de ánimo, plasmándolo en algunas líneas con intención de marcar el rumbo de los que lo leen. Y es que, si el horóscopo tiene fundamento teórico, los obsesivos no tenemos esperanzas. ¿Qué controlamos si existe alguien que sabe lo que nos va a pasar por el simple hecho de conocer la ubicación de la Luna, Marte, Júpiter y Saturno el día que nacimos?
 No creo en el horóscopo. Entonces, ¿por qué lo leo? Sé que Disney es la nafta de mi neurosis. Entonces ¿qué hago viendo Aladdin un domingo a las 12 de la noche? Las incongruencias de la vida humana donde, lo que "creemos", poco tiene que ver con lo que nos mueve. 
 "Tal vez creyeron, esto que intentas mostrar". Me dijo mi terapeuta ante mi pregunta sobre el por qué la gente me cuenta cosas que claramente me podrían llegar a sensibilizar. "¿No piensan si estoy lista para enterarme? Ni se les ocurre que me puede llegar a hacer mal". Y, según ella, es mi culpa porque me muestro "muy armada". Cual Lara Croft en alguna edición de Tomb Raider o cualquier mujer en una sale de carteras. 
 Es mi culpa. Es mi culpa porque sostengo que no creo en el horóscopo, pero la realidad es que lo leo. Lo leo y espero que, la profecía de esta soltera anónima en algún sitio de Rusia, se cumpla para todos los Libras del mundo. Es culpa mía porque digo cosas que mi cabeza armó para sobrevivir y no me doy cuenta de que hay más de nosotros mismos, de lo que le decimos al otro. 
 Nos perdemos en las distancias entre lo que decimos y lo que eso intenta tapar. Y nos volvemos ilegibles al otro, cuando nos maquillamos para controlar la situación. 
 Y cuando mi terapeuta habla de lo que intento mostrar, habla de lo que quiero refugiar y no compartir. Porque en mi intención de inmunizarme, me vuelvo de difícil lectura. Y sé que no me pasa solo a mi. ¿Quién no fue "la chica de los miércoles"? ¿Quién no fue la persona que vivió un amor no correspondido? ¿Quién no lloró cuando se enteró de que alguien más se quedó con lo que queríamos? ¿Quién no se emociona con la cena de "La Bella y la Bestia?
 A veces, por mostrarnos enteros, nos mostramos insensibles. Porque, cuando nada falta, poco lugar hay para el otro. Mostramos que no creemos en el horóscopo, pero lo leemos. Creo que Disney tendría que pagar el 75% de mi tratamiento terapéutico, pero sigo viendo sus películas. Porque, en el fondo, necesitamos su ilusión de que un cangrejo puede hablar y tu placard puede vestirte cual asesor de imagen personal. Necesitamos creer que un beso te puede curar, una Bestia puede ser un potro disfrazado o alguien se puede enamorar de vos aunque una bruja te haya robado la voz. O, aunque sea, necesitamos la esperanza de que los análogos de estas situaciones adaptados al mundo del 2015 de los seres de carne y hueso, son posibles. 
 Necesito aprender a aceptar que, si leo el horóscopo, es porque tal vez creo un poco en él. Necesito contarle esta revelación a mi Psicóloga y mañana es feriado. Necesito poder mostrar, lo que creo (un poquito), para ser legible para el otro. Y, sobre todo, necesito dejar de trabarme mentalmente cuando el otro, que claramente acepta que cree en el horóscopo, marca mis incongruencias. 
 Tengo que ser menos orgullosa y confesar que es esperanzador que todavía haya gente que cree en "Para siempre". Que proyecta un "Mundo ideal" por el simple hecho de compartir una historia de amor que, posiblemente, perdure inspirando una nueva película de Disney. 
 Tengo que ser más clara y dejar de contener el aliento porque, sino, voy a ser siempre igual. Tengo que aprender a decir que siento algo extraño en la panza (supongo que son mariposas), cuando me hablan de historias de amor. 
 No creo en el horóscopo, pero lo leo. Culpo a Disney, pero lo consumo. Y supongo que tener 30 significa saber que no voy a abrir la ventana y pasear por CABA en una alfombra voladora. Si hago eso posiblemente, termine de cara en el asfalto. Pero, tal vez, signifique abrir el juego a la posibilidad de perder, para ganar. Entender que en un "Mundo ideal, cada vuelta es sorpresa, cada instante un relato". Y que, para relatar, hay que ser claro para el otro.
  Y, si eso  no funciona, quiero un tigre de mascota. Porque, otra enseñanza de Disney, es que las mascotas exóticas te hacen más feliz.


1 comentario:

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...