domingo, 18 de octubre de 2015

Too much of something is bad enough,,,

 Este fue un fin de semana de objetivos no logrados. A) No logré estirar el pantalón de cuero que pedí online. Con mis 48 kilos, un botón sigue siendo mi archienemigo en el interior de mi propio placard. ¿B? Fui vencida por un tornillo que algún hombre ajustó demasiado hace dos años. 
 ¿Cómo puedo ser vencida por un tornillo? Pantalón de cuero, maxi buzo, Nike fucsias. Subida estratégicamente con cada uno de mis pies a los costados de la bañera blanco cisne, con este espíritu de mujer independiente capaz de trepar el Everest. ¿Cómo puede vencerme un tornillo?
 Aparentemente los 48 kilos que desprenden un botón, no tienen la fuerza suficiente para desenroscar esta pieza metálica que alguien del sexo masculino apretó a más no poder en un intento de demostrarme su hombría. 
 Tengo el destornillador de la medida exacta. Herramienta y tornillo encajan a la perfección, como una pareja diseñada celestialmente para amarse, como complementos construídos en el cielo. Bueno encajar, encajan; pero no se mueven. El tornillo no quiere ceder a esta nueva adquisición que se esfuerza por mover su estructura. 
 Me ato el pelo, googleo "Tornillos difíciles de sacar", investigo sobre destornilladores, sobre materiales, sobre dónde pegarle a mi amiguito para que ceda un poco y me deje volver a colocar la mampara donde va. Solo quiero que todo encaje donde va. ¿Es mucho pedir?
 Mucho research, mucha fuerza, mucha  búsqueda del destornillador ideal, mucho equilibrio a cada costado del blanco perfecto de mi bañera, algunas puteadas al tonillo, otras tantas al que lo atornilló. Muchas dudas sobre mi fortaleza, sobre cómo colocar la herramienta para lograr el movimiento. Muchas falacias en mi teoría de que no necesito un hombre en algunos momentos estratégicos de mi vida. 
 "Esperá a que te ayuden". Puteo al tornillo, puteo al destornillador, puteo a la mampara y me siento en el piso del baño. Exhausta. Cansada de forcejear contra lo inamovible. 
 Contemplo la mampara, contemplo el destornillador verde eléctrico sobre mi pantalón de cuero que lucha contra mi cadera, miro a lo alto a mi enemigo (el tornillo), y pienso. 
 ¿Será que no existe el destornillador ideal para este tornillo endemoniado? ¿Será que necesito probar otra cosa para lograr la rotación que necesito? ¿Seguimos hablando de tornillos?
 Este video de Youtube dice que mucha fuerza, puede chamuscar el tornillo. Si chamusco el tornillo, mis probabilidades de moverlo, se reducen. Y pienso: Mucho de algo, es lo suficientemente malo. 
 Ideamos en nuestras cabezas el destornillador perfecto. Pensamos que no lo necesitamos, hasta que el tornillo necesita moverse. Lo encontramos, solo para darnos cuenta de que, aunque encajan, no matchean. Y lo forzamos, generamos muchos intentos de algo, que es lo suficientemente malo para la rotación natural. 
 ¿Estamos hablando de tornillos? 
 Viví dos años con tres destornilladores en mi placard de "Herramientas" (Sí...tengo un placard de herramientas, donde hay un raid, dos llaves inglesas heredadas y unos destornilladores de Dios sabe qué medidas). Pero, en mi filosofía, no necesitaba destornilladores. Hasta hoy. 
 Miré el tornillo cementado a su base, miré estos destornilladores que pululaban en mi vida, y me dí cuenta de que no encajaban. Busqué el que visualmente era ideal para el tornillo, y descubrí que no se aman. El destornillador y el tornillo que encajan perfectamente, SE ODIAN. Y ahí sigo yo, forzándolos a girar hacia donde no quieren girar. Probando direcciones, hablándoles, puteándolos. Inhalando ante ataques pseudo psicóticos, tomando recreos, y volviendo a intentarlo. 
 Y me pregunto si esto puede transformarse en una analogía de nuestras vidas. Partí de una idea de autosuficiencia, donde definitivamente no necesitaba un destornillador. Porque las mujeres podemos hacer todo lo que los destornilladores hacen y más. Me equivoqué, lo acepto. 
 Seguí por la idea de que, tal vez, necesito EL destornillador, porque los que pululan a mi alrededor no encajan. Me equivoqué, lo acepto. El destornillador que visualmente encaja perfecto con este tornillo tan odiado, no sirve. 
 Pero entonces empiezo a preguntarme, por el resto de los destornilladores. Porque, hace dos semanas, me reía de su existencia por el mero hecho de ser habitada por este sentimiento omnipotente que los convertía en prescindibles. Y, ahora que el destornillador perfecto resultó ser un fiasco, me pregunto por los que pululan a su alrededor. 
 ¿Los habré subestimado? ¿Qué es esta sensación extraña de querer usar ese destornillador que no encaja? ¿Es un momento minita? ¿Es el pantalón de cuero que me está cortando la circulación? ¿Me gusta el destornillador que no encaja o es solo resultado de la frustración del tornillo? ¿Quiero el destornillador que no encaja solo porque no le interesa el tornillo? 
 Mucho de algo, es malo. Mucha idealización de un destornillador que no pudo mover ni un milimetro la estructura de un tornillo, es mala. 
 Subirme a una bañera en pantalón de cuero, con un destornillador en la mano y un rodete; esa no soy yo. Tal vez es la semana que estuve sin terapia, tal vez es son los cinco capítulos de Sex and The City que vi ayer, tal vez estoy madurando mentalmente; pero creo que necesito la ayuda de un hombre. 
 Mucho de algo, es lo suficientemente malo. Mucha liberación femenina, muchas horas con este pantalón de cuero, muchas canciones de las Spice Girls, muchas notas de audio, muchas horas de intentar demostrarme a mi misma que puedo reinstalar una mampara. 
 Llevo dos años guardando destornilladores en el placard, al pedo. Porque mucho de algo, es lo suficientemente malo, si no sirve cuando lo necesitas. Me pregunto si es hora de tomarme el tiempo para darle una oportunidad a un destornillador que no necesariamente se amolde perfectamente a este tornillo demente. 
 Porque mucho de nada, es igual de difícil. ¿Para qué queremos cuatro destornilladores? Si cuando la mampara se rompe, no podemos reinstalarla. Necesitamos uno solo, con la inteligencia estratégica suficiente como para mover el tornillo, aún cuando las piezas no encajen. 
 Y, como mucho de nada, es igual de difífil que mucho de algo; voy a dejar de hacerme la canchera. Es hora de confesarle al destornillador que es diferente a la superficie del tornillo que, hasta ahora, es el único con chances de moverlo. 








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