domingo, 25 de agosto de 2013

¿Crees que no queda nada en pie?

 ¿Alguien podría decirme por qué "Romeo y Julieta" es una historia paradigmática de amor? ¿Es porque él muere por ella? ¿Es ese deseo femenino de ser todo para el otro?
 El problema en esa historia para mí es que ella también muere por él. Creo que Julieta tendría que haber sido un poco más como los cóndores.
 Una vez, hace mucho tiempo, en un viaje a un lugar sin shopping; escuché algo a lo que le atribuí veracidad de dato de National Geographic. Básicamente lo creí al punto tal de nunca tener que googlearlo porque me lo dijo alguien vestido a lo Indiana Jones en una montaña.
 Mientras en mi delirio de abstinencia de Ciudad yo imaginaba un oasis con forma de Rapsodia, Indiana empezó a hablar de los cóndores (FYI: Son mi ave preferida). Aparentemente estos pajaritos viven en pareja y, cuando la hembra muere, el macho se estrella contra las montañas.
 Mi mente se reactivó al compás del cuento y me llevó a preguntar: "¿Y las hembras?". Shame on nuestro género, las "cóndoras" no lo hacen.
 ¿Será que nuestro poder de resilencia es mayor que el de los cóndores? ¿Será que no vale la pena estrellarse por nadie?
 Las historias se terminan, como se terminan las temporadas cuando cambian las estaciones. Los colores de moda declinan, y lo que estuvo en los mejores estantes de nuestro placard, se manda al fondo.
 Las temporadas llegan cuando no estamos listas. Se asoman los shorts cuando todavía morimos de frío, y los evaluamos distantes, aferradas a nuestros tapados y botas de caña alta.
 A veces las relaciones también se terminan cuando no estamos listas, y nos aferramos al sistema de audio de alguien más, mientras el mundo sutilmente sigue girando con polleras verde agua y estampados selváticos.
 Se asoman las nuevas temporadas y, aunque me prometí a mi misma no probarlas hasta Octubre; el aire se renueva. Y es que las colecciones son como las relaciones: Aunque siempre algo se conserva, a veces es  hora de darle lugar a lo nuevo.
 Los cambios de temporada siempre tienen un precio. El precio de hacerse de lo nuevo, de poder desprenderse de lo que ya no se usa y poder reinventarse en una nueva estación que propone desafíos diferentes.
 El precio de poder mandar lo que no nos queda bien al fondo del armario y encontrar un estilo propio. Es el precio de la búsqueda del calce perfecto.
 Se trata de elegir lo que nos queda bien, y no usar lo que se cruza porque nos queda cómodo. Se trata de evaluar lo que una quiere y necesita, lo que refleja lo mejor de una.
 Se trata de poder conciliarse con la idea de que algunas cosas pasan de moda. Las lágrimas por alguien, el helado "Sin parar", las extensiones, las uñas esculpidas de dos metros, las botinetas con flecos de Ricky Sarkany, las Spice Girls, la piel en absolutamente todas las capuchas, el verde manzana.
 ¿La gente también pasa de moda? Sí, creo que sí. Pero solamente la gente que no está destinada a estar en nuestra vida. Y algún día, cuando limpiemos el placard, nos vamos a dar cuenta que cambiar de temporada está bueno. 
 TG por la gente que es el equivalente al jean clásico, al tapado negro o a la pulsera dorada; porque ellos nunca van a conocer el fondo del placard. TG porque siempre queda algo en pie, aún cuando algo se termina, como esta temporada.


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