martes, 10 de junio de 2014

Necesito una palabra y cambiaré el destino...

 Esto es lo que pasa cuando tengo que cambiar mi hora de terapia por una guardia oftalmológica: Escucho Bandana. Y en un flashback que me remonta sin escalas al año 2000, quemo una tarta.
 Hago un recorrido turístico por una noche maldita y la idea de que alguien pueda convertirse en un demonio cuando la cabeza me da vueltas a mil por hora. No puedo pensar, o ¿no puedo dejar de pensar? Lo ambiguo de la mente femenina, que nunca alcanza el estado de paz donde solo se reflexione sobre el sistema de audio.
 Logré apretar el bloqueo y me llevó a este túnel del tiempo. ¿Dónde estaba en el 2000? Probablemente en una matiné, en esos momentos donde estudiar mucho era subrayar tres páginas de un libro escrito en Arial 24 y las polleras con volados eran el último grito de la moda. De novia con alguien que solo veía en los recreos del colegio y haciendo preboliches al sonido de las Bandana.
 ¿Dónde estoy hoy? En otros boliches, otra moda y quemando tartas; pero rememorando Bandana. ¿Será que en otros 14 años esta actualidad también se vuelva retro? Conociéndome, va a volver a sonar esta música.
 Y mientras escucho los audios de mis amigas, que lejos están del sistema de audio de alguien que no quiso pensar, reflexiono sobre esas situaciones que movilizan. 
 Situaciones que movilizan. Supongo que lo que quiere decir el término, es que hay eventos que nos hacen ver que algunas cosas no estaban en movimiento; que, de alguna manera,  la vida nos llevó a una necesaria quietud. Huelo tarta quemada y pienso en eso: mientras yo entré en automático, el horno seguía encendido y las cosas se seguían cocinando. El olor a masa rostizada, es movimiento.
 Tal vez no es el fin del mundo pasar por Bandana. Tal vez eso quiso decir mi terapeuta cuando dijo que el duelo era desasirse pieza por pieza. Es necesario pasar por la historia, para cerrar. Inevitablemente va a doler, pero las cosas siguen en cocción...y no quiero que nada más se queme.
 A veces me pregunto qué es lo que de este espacio se lee, cuando la historia está escrita entre líneas. Me pregunto si, entre líneas, se puede tramitar algo de lo que mis sentimientos me hacen reflexionar.
 Creo que hace unos cuantos meses, necesitaba quietud de alma. No estaba lista para que las cosas se movieran. Me congelé, como una canción en pausa o un pointer cuando encuentra una presa. 
 "No quiero que me vuelva a doler". Mi sistema de autopreservación me llevó a la quietud, porque no puedo volver a exponerme a una situación de vulnerabilidad. Pedirme que vuelva a ver qué quedo, tal vez con el prospecto de cerrar heridas de bala; es como pedirme que saque mis botas de gamuza a pasear bajo la lluvia. No hay chances de que la gamuza sobreviva el agua y TODOS sabemos eso.
 Tal vez tendría que imprimir este blog y llevárselo a mi psicóloga. Después de todo se muere de la intriga y me ahorraría los minutos que paso explicándole la trama de la película de Sex and the City. ¿Estoy pagando por un "duelo"? No, estoy pagando por movimiento,  porque no quiero ser gamuza en la lluvia. 
 La gente suele decir que no se puede comprar el amor, no sé si es verdad. Lo que sí sé es que no se puede pagar el duelo. Y tapar el silencio, es esconderlo, no vencerlo. Si apago su sistema de audio, esto es lo que siento: "Necesito una palabra, y cambiaré el destino". Por ahí deje de quemar comida o, tal vez, "me voy a otro amor y me olvido".



1 comentario:

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...