sábado, 28 de junio de 2014

No sé cómo lograr mi alma reparar...

 Últimamente me dedico a escuchar, sin escuchar, reflexiones ajenas. Y pienso, no sobre las miradas de los otros, sino sobre lo fácil que es dar consejos desde una óptica exterior a una situación. 
 "En casa de herrero, cuchillo de palo". Los contadores no llevan necesariamente excels de su economía hogareña, los masajistas se contracturan y los médicos se enferman. Los técnicos no cambian las lamparitas de sus casas, los choferes caminan y los cocineros piden delivery. Y los psicólogos, somos neuróticos (en el mejor de los escenarios). 
 Hace casi una semana, acomodada perfectamente de coté en el diván de cuero de mi terapeuta; estaba en el medio de los monólogos que me caracterizan. Sosteniendo que por primera vez no tengo una lista o un plan para una situación puntual que me acecha; contándole suposiciones que decantan cuando uno suma uno más uno, cerrando cada frase con mi trillado "está muy bien". 
 "¿Qué sentís? Parece que no te moviera nada esto que decís". Mi oído pago de los lunes se refería a la simple suma de hechos supuestos. Y entonces por primera vez en un año me quedé completamente callada y tuve que mirar la pared blanca, porque el contacto visual se me hizo insostenible.
 A veces con la pregunta adecuada, en el momento justo, las palabras pueden moverse como un puzzle en la cabeza. Es como cuando ganabas el solitario en las compus viejas...al final del juego las cartas que estratégicamente colocaste una a una para salir airosa de la partida, volaban por toda la pantalla. Era como si nunca hubieras jugado.
 "¿Qué sentis?". Y volaron las cartas de la partida. Porque no pude hacer conexiones mentales para salir airosa de la situación. Es como cuando alguien mezcla tres estampados y texturas diferentes, usa collar Y vincha, y te pregunta "¿Estoy bien?". Las neuronas dejan de hacer sinapsis y una tarda tres minutos reloj en generar una respuesta políticamente correcta, pero que nos permita mantener nuestra dignidad. Porque DE NINGUNA MANERA hay que avalar con palabras la errónea combinación de texturas.
 Miré la pared y voló la baraja. Y, aunque mi terapeuta no tiene espejos (cosa que ya le reproché tres veces), sé que puse mi distintiva mirada de preocupación. Y los tres minutos que tardé en contestar con un político "Está bien...ahora no siento", junto con mi cambio de respiración, bastaron. 
 Y no quise volver la mirada a ella, porque si algo caracteriza a mi psicóloga es su fruncida de labios y ojos de gato de Shrek apiadándose de mis intelectualizaciones y maquinando alguna estrategia terapéutica para que mi Superyo salga de su puesto de combate. 
 Pero hay algo que nos une. Freud lo llamaría transferencia...yo lo llamo supervivencia. Porque, aunque sea más fácil para mi entrar en una relación transferencial con Zara; ella sabe, que yo sé. Yo sé que no quiero sentir, ella sabe que siento; y las dos sabemos que necesito hacer un poquito menos de sinapsis. 
 Lo que  siento en Junio es que necesito sweaters...y no los compré (Bueno...compré uno, pero en mi mundo matemático uno es cero). Miro la cima de mi placard, donde se ubican caóticamente los abrigos, y no entra ni un invisible, y me pregunto: ¿No tenés criterio boluda? Y entonces pienso en el mecanismo de desplazamiento y aplaudo a mi psiquismo. Lo aplaudo porque es más astuto de lo que pensaba. Aunque, por otro lado, es como un mono con navaja; porque su pequeño vericueto cuesta miles de pesos en terapia, más la inversión en sweaters y ni hablar del espacio.
 Y en un mano a mano donde mi psicóloga quiere hacerme ver que no nos conocimos porque era parte de mis planes, sino porque algo me movió a reencontrarme con el diván...intento minimizar situaciones y explicarle que yo necesito sentir que me queda algo de control.
 Y, como a veces mi guerra intrapsíquica se apiada de mi, por un rato puedo aceptar que la visito porque "no sé cómo lograr mi alma reparar"...Y le confieso que en mi mundo la gente no llora, porque "llorar no sirve de nada", te deforma la cara y te irrita la nariz. Y ella me confiesa que eso está mal, porque aparentemente la gente llora y eso está bien...Así que ahora, aparte de comprar sweaters, tengo que llorar cuando sumo uno más uno. Y como soy muy buena en matemática, ya sumé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jaque al Rey...

            Hace tiempo empecé a experimentar una sensación. De esas que nacen del medio del esternón y te contraen como si fueras a echar...