miércoles, 11 de junio de 2014

No se viven dos historias iguales

 ¿Por qué vemos más de una vez la misma película? Creo que es porque nunca es la misma trama. Los significados de los eventos que se desarrollan en la pantalla, dependen de lo que podemos interpretar. Y, piénsenlo, siempre interpretamos desde la subjetividad, desde lo que nos pasa. 
 Nadie captura lo mismo que nosotros de una película, ni siquiera nosotros mismos en distintos momentos. Pasa lo mismo con las canciones, con los libros, con los relatos ajenos. 
 Cuando contamos nuestra historia, el otro captura lo que su subjetividad le permite, y eso se mezcla con lo que de si mismo proyecta. Si está en un buen día imposible de opacar, seguro intente transmitirnos optimismo. Si nos interpreta desde su propia melancolía, seguro nos acaricie el pelo y nos regale un triple fantoche. Si está enojado, tal vez  intente que veamos el lado negativo del cuento.
 Basta con agarrar una foto de cada año que vivieron desde que nacieron, para ver visualmente cómo cambiaron. Yo pasé de bebé hipopótamo, a gorda con rulos, a flaca de pelo lacio. De enteritos cosidos por mi mamá, a vestidos bobos, soleros, shorts de plush y chupines. De pelo corto, a pelo de gitana y de piercing a nada. De mochilas a carteras y de camperas inflables a tapados. Y estos cambios apenas si reflejan la evolución de mi estructura mental.
 Escucho retazos de historias ajenas una y otra vez, mutando en el tiempo. Y me pregunto si eso es la historia, puntos de vista de hechos teñidos de lo que uno mismo es en distintas épocas de su vida. Es resignificación pura; porque nunca leemos desde el mismo lugar, los mismos hechos. 
 Es como el outfit perfecto. Esos días donde te levantas y mágicamente combinas prendas que nacieron para estar juntas; pero cuando intentas repetirlo unas semanas más tarde, se ve diferente. Es como esa vez que comí compulsivamente magdalenas hasta que dejaron de gustarme (Hablamos de MUCHAS magdalenas en un día, de una gran inversión en la fábrica Bimbo, creería que ayudé a su fusión con Fargo). En fin, no sé si fue la receta, o fui yo...pero no era lo mismo. 
 "Dos historias iguales". No existen porque, no solo no hay dos personas iguales, sino que no hay una persona que en el tiempo trascienda sin marcas. ¿Cómo viviríamos dos historias iguales, si nosotros no somos lo mismo en dos momentos diferentes?
 Desde mi cama veo cuatro carteras: Suela, arena, naranja, ladrillo. Pienso en sus historias: Nueva York, California, Soleil y Palmas. Pienso qué pasaría si se las regalara...no serían las mismas carteras, cambiarían. Y es que no podemos construir la misma historia, aún cuando las piezas se repliquen con exactitud. 
 Tal vez en eso radica el hecho de que existan seis películas de "Rápido y furioso". Sí, son siempre los mismos autos, personajes y trama; pero no es nunca la misma historia. Y por ahí tendría que intentar ver "ET" y "La historia sin fin", después de todo pasaron 25 años y no soy la misma persona que le tenía miedo a ese extraterrestre "tierno" pero misterioso o al hombre de piedra.
 Supongo que este es el momento en el que me doy cuenta de que mi mente tiene que dejar de repetir incesantemente una historia que nunca va a ser igual. Se trata de terminar con el fantasma mental que come compulsivamente magdalenas rellenas con dulce de leche, como si se pudiera eternizar el sabor de algo que pareció perfecto. 
 Son momentos. Lo que nos da la ilusión de completud, son momentos. Y, aunque en el fondo sepa que la felicidad está hecha de estas ocasiones reparatorias, creo que la nostalgia está construida de esa compulsión de repetición que se esfuerza por rememorarlos con exactitud. Es como comer sin cesar magdalenas, para darte cuenta de que nunca se repite ese primer encuentro, porque "jamás se viven dos  historias iguales".
 Simplemente no hay dos historias iguales. Qué lástima, y qué suerte a la vez; porque comer eternamente magdalenas, sería la muerte del deseo.

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