A los 7 años me enseñaron el orden de los Planetas del Sistema Solar, y hace 20 años que los repaso mentalmente cada un par de semanas. Me sé las reglas ortográficas de puntuación y mi primer CD fue el de Manuel Wirtz.
Nunca pude estudiar el día antes de un parcial y creo que en
todo evento importante hay que estar de estreno.
Mi película preferida de Disney es Aladdin y me sé
prácticamente todo el guión de memoria. También creo que el final de Mufasa era
innecesario y que traumó a toda mi generación.
Cuando era chica pensaba que el amor tenía la cara de Luis
Miguel y que simplemente llegaba a la vida de una. Esta idea sobre el amor duró
poco: Mi primer novio fue a los 5 años y duró menos que mi idealización sobre
las relaciones románticas.
A veces creo que soy un poco dramática. Bueno, no lo creo,
lo sé. Cuando proceso mi vida, la grabo en formato telenovela. Puede ser un
poco drástico, pero no es una mala manera de transitar los eventos.
Les conté que tenía siete años la primera vez que me rompieron
el corazón. Era rubio, español, duró un
día y él nunca se enteró. Lo conocí, me enamoré y se fue. Ahora que lo pienso,
fue muy a lo “Chiquititas”, solo que yo no era huérfana y no había ventanas
mágicas.
Tengo muchas de esas historias. ¿Alguna vez se pusieron a
pensar que el “enamoramiento” puede funcionar unidimensionalmente?
El problema es que en la unidimensionalidad, nos enamoramos
de la fantasía de lo que creemos que el otro es. Nos enamoramos de las citas
que inventamos, de lo que suponemos que piensa.
Sea como sea, apesta. Nada puede romper más el corazón que
una fantasía. ¿Por qué? Porque son perfectas.
Pero, ¿qué pasa en las relaciones de verdad, en las de este
plano, las de dos? Esa es otra historia, para otro día.
Me encanta saber que no soy la única que cuenta las estaciones y que una extraña necesidad me obliga a hacerlo...
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